martes, 13 de marzo de 2012

engaño, manipulación, seducción...


Dice Robert Green en su libro “Las 48 leyes del poder”: “El poder es un juego social. Para aprender a jugar y jugar bien, hay que estudiar y entender a la gente. Como escribió el pensador y cortesano del siglo XVII Baltasar Gracián:”Mucha gente pasa el tiempo estudiando las propiedades de los animales y de las hierbas; ¡sería mucho mas importante estudiar las de las personas con quien debemos vivir o morir!”. Para ser un maestro del juego también hay que ser un maestro de la psicología. Hay que reconocer las motivaciones y ver a través de la nube de polvo con la que la gente tapa sus acciones. Entender los motivos ocultos que mueven a la gente es la información más importante que se puede tener para adquirir el poder. Abre posibilidades infinitas para el engaño, la seducción y la manipulación…

Por último, es fundamental aprender a tomar el camino indirecto para el poder. Hay que disfrazar la astucia. Igual que una bola de billar que da varias vueltas antes de golpear el objetivo, hay que planear y desarrollar cada movimiento de la forma menos obvia. El que logra entrenarse para ser indirecto, triunfará en la corte moderna, apareciendo como el paradigma de la decencia, cuando en realidad es un manipulador consumado”

Tres palabras clave, a saber: engaño, manipulación y seducción… ¿pero los que detentan el poder – políticos - no venían a servir?. Perpetuarse en el “mando”, es un ejercicio permanente de ocultación y ensalzamiento. Lo primero para los errores y lo segundo para los aciertos. Nunca es la sinceridad la que preside el desarrollo y explicación de las cosas públicas; como si los ciudadanos tuviéramos siempre que vivir ignorantes de la realidad que nos circunda.

Con esa trilogía, se pretende actuar y perpetuarse en el ejercicio de los gobiernos, lo lamentable es que algo de razón debe tener Green, porque describe la realidad actual casi con entera exactitud. Tan es así que uno acaba pensando, que ejercer el poder es simplemente engañar. Baste mirar a nuestro alrededor y constatar, la impunidad con la que han podido comportarse toda una serie de “personajes”, para tapar la verdadera realidad y hacernos creer durante años, que eran “los mejores”.

Pero generalmente esta maniobra de distracción, no era solo de diversión, escondía algo mucho mas profundo, pretendía desviar fondos públicos a “bolsillos” privados. Los suyos claro. Y es curioso ver, como quienes los designaron para estos puestos relevantes, miran hacia otra lado o esconden la cabeza cual avestruces, tratando de pasar desapercibidos y procurando salir del paso exentos de toda responsabilidad.

Manipular es el signo de nuestros días, esta es la palabra que mejor define esta época; en donde un día se sobrepone al anterior, con un “desmán” más difícil todavía – como en el circo -, pero exento de candidez y gracia. Asistimos a una saturación de nuestra capacidad de asombro, tan es así que casi estamos interiorizando estas felonías, como cotidianas y no como extraordinarias. ¿Tan vulnerables e ineficientes son los resortes del control de las administraciones públicas, que de modos tan poco sofisticados, se expolia a organismos y empresas durante años, sin que nadie se entere?.

Administrar bien, no es solo gastar lo justo y adecuado. Administrar bien, es también controlar con eficacia, a quienes tienen la potestad de disponer de fondos públicos. Quienes por dejación de funciones o cualquier otra causa, no detectan conductas anómalas, son tan malos administradores, como quienes utilizan la “caja” para fines espurios y por tanto, deben ser removidos junto con los responsables de estos desmanes.

Engaño, manipulación y seducción… ¿Hasta cuándo?.

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