viernes, 30 de marzo de 2012

Cleptocracia


Dice Fernando Savater en su libro “Diccionario filosófico”: ”La individualización de los deberes en el sistema democrático exige para no fracasar un considerable refuerzo del sentido personal de “responsabilidad” (lo que señaló Montesquieu sobre la virtud como eje mayor del funcionamiento republicano va en esa dirección); la individualización de los placeres, por otra parte, impone mas que nunca la oportunidad de desarrollar la “templanza”, es decir, el arte de saber hasta dónde se puede ir demasiado lejos en el delicioso terreno de los goces dentro del contexto social en el que las tentaciones son explícitas y las represiones simuladas. Dos de los males más destacados que hoy aquejan a las democracias desarrolladas provienen de la pérdida o desvarío de virtudes tan necesarias. La decadencia de la responsabilidad personal (subrogando ésta en ocasiones al interés del partido político o del propio grupo, renunciando a ella otras veces con argumento de que “la culpa es del sistema” y “todo el mundo actúa igual” ha desembocado en episodios bien conocidos de corrupción política, lo que algunos consideran el paso de la democracia a la “cleptocracia”. Es evidente que hay medidas legales que pueden, no remediar directamente los deslices de la frágil naturaleza humana, pero al menos acabar con la impunidad política: el control riguroso de los medios de financiación de partidos políticos, la separación tajante entre los gestores de la cosa pública y los empresarios privados, la fiscalización de los llamados fondos reservados (que pueden ser controlados sin dejar de ser reservados), la transparencia financiera de los cargos electivos por altos que sean, etc., ayudarán sin duda a fomentar conductas democráticament responsables…”

Las conductas impropias de quienes detentan el poder y la facultad de manejar fondos públicos, utilizando los mismos, para el enriquecimiento personal o para favorecer los intereses espurios de otros, se hace cotidiana; cada día la sorpresa es mayor y el conocimiento de nuevas actuaciones “seudo-fraudulentas”, tapa a las anteriores. La lentitud en la investigación y esclarecimiento de los hechos, unido al paso excesivamente “parsiomonioso” al que nos tiene acostumbrados nuestra justicia, hace que los responsables de tales desmanes, demoren la resolución de los mismos, con artilugios legales y recursos dilatorios.

Que cada uno utilice en su defensa todos los medios a su alcance, no es criticable en absoluto, porque aunque sirva de amparo impropio a quienes utilizan los innumerables recovecos legales, para entorpecer el esclarecimiento de los hechos; es cierto también, que garantizan la seguridad jurídica a quienes fueron injustamente acusados, salvo que estos últimos, en apariencia, son los que menos rendimiento legal suelen obtener.

No discuto esta alternativa, es legal y por tanto hay que acatarla. Sin embargo si que soy eminentemente crítico, con quienes no se deben a plazos burocráticos, ni están constreñidos por aplicación de ordenamientos jurídicos - sus propios partidos – que habitualmente tienen mas interés en tapar que en esclarecer. Ésta si que es una posición absolutamente impropia de quienes intentan alcanzar el poder o ya lo detentan, porque nos dicen cada día que buscan lo mejor para todos. Y lo mejor nunca puede ser que unos pocos utilicen los caudales públicos impúdicamente para acciones privadas y otros muchos paguemos a “escote” sus desmanes.

Tampoco comprendo muy bien, que quienes nombraron a estos “depredadores del siglo XXI”, se pongan de perfil para ver si se desvanecen pronto los acontecimientos o afloran otros de mayor envergadura y/o actualidad, y salen de “rositas” del entuerto en que los han colocado, aquellos a quienes les delegaron poder y confianza.

Nadie debe de responder de las acciones inadecuadas ejecutadas por otros, salvo que su cometido principal fuera el control de la aplicación pertinente de los recursos a sus fines; porque en este caso deben asumir su falta de celo o competencia para evitar de modo rápido actuaciones, que cuando salen a “luz” llevan años perpetrándose; pero tampoco, hasta hoy también miran hacia otro lado, como si con ellos no fuera la cosa.

Lo lamentable es que la mayoría que no manejamos, nombramos, mandamos y/o disponemos, no podemos ponernos de perfil, ni desviar la vista hacía horizontes ignotos; no, nosotros debemos disponernos con presteza a restringir nuestras prestaciones, contribuir con mayor intensidad al erario público y “congelar” nuestros salarios; porque hay quienes cogieron lo que no les correspondía, malgastaron para su mayor gloria, favorecieron de modo impropio a “amigos, amiguitos y amigotes” y jugaron a ser ricos, no a su costa, sino a costa de los demás.

Triste alcance para una sociedad que vivió con alborozo la llegada de la democracia y depositó sus ilusiones en las urnas, pensando que quienes pregonaban toda una serie de bonanzas, lo hacían de buena fe y no empleaban subterfugios, con la única intención de alcanzar el poder y perpetuarse en él a un a costa de “amparar” a quienes engañan. Sin asumir los errores, aunque supongan pérdida de votos y tratando de achacar males mayores a sus oponentes, como si esto resolviera algo.

El descubrimiento de mayores felonías, nunca ha sido una forma de paliar las actuales, al menos para las personas llamadas “formales” que las contemplaran todas con la misma mirada crítica.

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