jueves, 29 de marzo de 2012

Isonomía


Dice Fernando Savater en su libro “Diccionario filosófico”: “…la democracia no es una mera forma de participación política, sino que tiene también un contenido radical: crear una sociedad tal que todos sus miembros tengan igual posibilidad de realizar sus capacidades. El demócrata no puede limitarse tan sólo a defender la autonomía política de cada cual y todos, sino que tiene también que instrumentar medidas oportunas que corrijan las desigualdades de fortuna producto del nacimiento, la habilidad o la desdicha, de modo que cualquiera pueda ver desarrollado y cumplido lo mejor de sí mismo. Las decisiones democráticas, tomadas desde la isonomía política, han de ir necesariamente configurando una igualación más completa y profunda de las condiciones sociales”.

Considerar a la democracia como un mero instrumento de participación política es cuanto menos, reducir mucho su ámbito y alcance. Que la toma de decisiones, para los que gobiernan, responda a la opinión mayoritaria y se ejecute sin menoscabar los derechos de las minorías, es una culminación de la legitimidad obtenida en las diferentes votaciones electorales.

Si solo fuera éste el objetivo alcanzado, aun con ser mucho, sería insuficiente. Si las decisiones políticas, ejercidas desde la “titularidad” que otorga la mayoría, no siguen las pautas necesarias, para paliar y corregir las desigualdades estructurales y permitir con el tiempo favorecer y mejorar la vida de quienes tienen mas dificultades por nacimiento y/o condición, no se habrían dirigido los esfuerzos en la dirección correcta o al menos no se habría focalizado la acción política-democrática en lo primordial.

No hay duda que el siglo XX ha sido con mucha diferencia, el horizonte temporal que más logros ha obtenido en la afirmación, enunciación e implantación de derechos civiles, políticos y sociales. Pero el mero reconocimiento, no es en absoluto, condición suficiente, para que lodos los ciudadanos los disfruten, quienes por nacimiento, habilidad o desdicha; ostenta una posición en la escala social, especialmente desfavorecida, carecen de la posibilidad de ejercerlos.

Si los poderes democráticos no logran crear mecanismos efectivos para tratar de “nivelar” adecuadamente estas desigualdades, no habrán cumplido con eficiencia el desarrollo de su potestad de gobernar. Cuando el acceso a las necesidades básicas en materias como: educación, cultura, sanidad, alimentación y vivienda; son una utopía para miembros de nuestra sociedad, algo muy relevante se está quebrando.

Pero cuando los que vivimos en esa sociedad, hacemos “oídos” sordos o “miramos hacía otro lado” para ignorar estas desigualdades tan evidentes, ponemos en tela de juicio, de modo claro, nuestro talante democrático. Votar si, pero es condición necesaria, para poner en marcha el proceso, pero no suficiente. Para legitimar verdaderamente este voto, debemos ser – quienes no estamos tan desfavorecidos – demandantes de acciones correctoras efectivas, aunque con ello perdamos “alguna pluma” y/o privilegio.

Quienes tienen derechos, pero por su condición social no los pueden ejercer, es casi lo mismo que no tenerlos. Las sociedades que no consiguen favorecer a quienes más lo necesitan, por muchos logros de bienestar que alcancen, se olvidan del principal.

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