viernes, 16 de marzo de 2012

Tolerancia


Dice Aurelio Arteta en su libro “Tantos tontos tópicos”: “La tolerancia es la virtud - central en sociedades plurales como la nuestra – por la que nos abstenemos de impedir o entorpecer la manifestación de creencias o conductas que nos disgustan y nos resultan objetables. Tenemos razones contra lo tolerado y alguna capacidad para no soportarlo, pero contamos también con otras razones de índole superior (epistémicas, políticas y finalmente morales) que nos obligan a aceptar el derecho del otro a vivir conforme a su costumbre o a expresar una opinión que íntimamente rechazamos. Claro que no hay tolerancia sin límites y no cabe tolerar al intolerante, es decir, a quien niega el respeto que todos debemos. Siendo una actitud de entraña moral, sus servicios más conspicuos la consagran como virtud civil; hoy, más aún, con la virtud democrática por antonomasia”.

Es decir, lo contrario que hacen nuestros políticos, predican la tolerancia para sí, cuando no están dispuestos a otorgarla a los demás. Todos los que opinan de modo diferente, viven en el error, quien no está en mi partido, siempre tiene malas intenciones y cuando se equivoca en la toma de decisiones, no es de modo involuntario. Que oficio tan extraño, creo que para “ganar” hay que perder; porque cuando un partido ocupa el poder y lo mantiene, adopta una posición mesiánica, mas intensa cuanto mayor sea el número de años que lo detenta.

El juego político no permite descanso – tolerancia -, siempre hay que estar con la guardia subida, porque los “contrarios” están acechando con intenciones perversas. Esta forma de razonar, solo propicia palabras malsonantes y argumentos exentos de razón, pero pronunciados en voz muy alta.

Creo que ignoran, que el juego democrático en si mismo es la aceptación de todos en el gobierno. Las mayorías tienen interés, porque las provoca la voluntad de los ciudadanos y porque agilizan la toma de decisiones. Pero eso no es en ningún caso inferir, que quienes están en minoría, tienen opiniones absolutamente equivocadas. Esa minoría también representa a otro grupo de ciudadanos, que no por ser menos numerosos, tienen visiones de las cosas exentas de razón. La razón se representa a si misma, sea cual sea el número que así la entienden.

En muchas ocasiones, no es la lógica quien induce las decisiones; son posiciones enconadas o de respuesta, las que en definitiva conforman una parte de las acciones en el ejercicio del poder obtenido. Cuantos más cambios de rumbo se preconicen y se ejerzan, más se pone en evidencia la futilidad de las decisiones de los que precedieron en el poder. Una de las directrices más frecuentes es, cambiar las pautas y achacar a los anteriores gestores, la responsabilidad de aquellas decisiones que entrañen poca popularidad; haciendo ver que deben de ser aplicadas para corregir deterioros inesperados, resultantes de decisiones erróneas de los anteriores gobernantes.

Nuestros políticos seguro que han leído a Voltaire, pero seguro también, que no entendieron su frase: “no comprendo lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo” y claramente así nos va…

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