martes, 6 de diciembre de 2011

Dicotomía



Dice Carlos Castilla del Pino en su libro “Dialéctica de la persona, dialéctica de la situación”: “Todo hombre encierra dentro de sí mismo dos tendencias o grupos de tendencias que se oponen: una de ellas, busca la satisfacción y gratificación de impulsos instintivoafectivos egocéntricos, en virtud de los cuales tiende a posponer al otro – es decir, a los otros, a la sociedad – frente a sí. Otra mediante la cual está dispuesto a posponerse a sí mismo, con tal que encuentren satisfacción impulsos afectivos nacidos de la convivencia con sus semejantes: esto es, sacrifica su conciencia de sí en virtud de la satisfacción de su conciencia social….


El desarrollo pleno de la persona sólo se lleva a cabo si previamente ha tenido lugar la superación de la contradicción preexistente. Si esta superación no se obtiene, el hombre queda fijado en una etapa inmadura, y el conflicto personal –su contradicción interna su “neurosis” – se transforma en objeto y en fin y no en mera etapa de su evolución. El hombre en este sentido no es libre frente a sí mismo”.


Casi no me atrevo a comentar, el autor es tan preciso que deja pocos recovecos. Cualquier comentario parecerá un parche. Pero bueno al menos sabemos que esa contradicción la llevamos con nosotros, salvo que hayamos madurado o nos hayamos “sometido” a los usos y costumbres sociales, en detrimento de nuestra propia singularidad.


No me parece mal que nos empeñemos en la convivencia ordena da y pacífica con los que nos rodean, creo por el contrario que sin ella nuestra existencia estará muy empobrecida; pero otra cosa diferente es, que con la excusa de esa convivencia, cedamos al entorno social toda nuestra independencia, para convertirnos en fieles seguidores de principios de conducta arraigados para satisfacer no sabemos muy bien que, pero sin los cuales nuestro entorno no nos admite “como socios de pleno derecho”.


Tan rigurosos que somos juzgando el comportamiento de los demás y tan laxos para evaluar el nuestro. Tenemos toda una serie de argumentos muy convincentes, para asumir que nuestras pautas de conducta están motivadas por argumentos sólidos y llenos de significado, incluso cuando en realidad actuamos como no pensamos o conformamos nuestro pensamiento con el resultado de nuestras acciones, para tratar de “calmar” nuestra dicotomía interna.


Las sociedades, que coartan con tan machacona insistencia, las voluntades individuales para “domesticarlas” y convertirlas en el estándar determinado como “normal”, quedan frenadas en su evolución y mas todavía se tornan en sociedades poco libres. Quien individualmente no es capaz de mantenerse firme en sus convicciones, sacrificándolas en aras de una aceptación mayoritaria, vive permanentemente en una antinomia, que no le facilitará el equilibrio.


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