Dice Eduardo Punset en su libro “Excusas para no pensar. Cómo nos enfrentamos a las incertidumbres de nuestra vida”: “Cualquier excusa es buena para pensar que lo que conviene a una persona no solo es conveniente, sino lo más conveniente. Nos agarramos indefectiblemente a esa excusa para no tener que pensar innovando o cambiando de opinión… Lo que le importa (al cerebro) no es la búsqueda de la verdad sino sobrevivir. Y si para ello es mejor no pensar o seguir pensando como antes, pues tiene una excusa maravillosa para no pensar más”.
Es muy contundente conocer, que lo que nosotros pensamos que son argumentos y razones, no son las únicas, no son una guía sólida para todos. Es, digámoslo con propiedad, nuestra conveniencia y en ningún caso conformada de modo imparcial y sin una buena dosis de interés personal; que pretendemos disfrazar con argumentos de interés general; mas como consolidación necesaria, que como convencimiento intrínseco.
A fuerza de entender la razón, en base a nuestros sesgados análisis, en ocasiones desprovistos del necesario rigor; olvidamos las verdaderas razones. Lo que comienza por un ejercicio personal, no exento de imparcialidad, acabamos tratando de transformarlo en mayoría cualificada, cercana a un dogma.
No hay nada que consolide con mas fuerza este modo impropio de actuar, que avalarlo por la coincidencia con el pensamiento “tradicional”, como si la costumbre, por muy arraigada que ésta esté, fuera un marchamo de certidumbre.
La verdad es, que nuestra proverbial pereza por innovar, nos juega una mala pasada. Estamos mas seguros en el “manto” de la tradición. No requiere esfuerzo, solo dejarse llevar por la corriente favorable, es una posición cómoda y confortable, seguramente totalmente exenta de conflictos, pero alienante.
No es la sociedad y/o el entorno, los que establecen redes de las que somos cautivos y por tanto nos impiden actuar con mayor libertad, no es así, somos nosotros quienes con nuestra costumbre de “no pensar” y “no innovar”, consolidamos una situación que efectivamente, acaba tornándonos en prisioneros de nuestra propia dejadez.
Quienes lamentamos con reiterada frecuencia nuestra propia situación personal, fundamentando razones cargadas de “parcialidad”, pero expresadas con la vehemencia de la verdad universal; somos casi totalmente responsables de esta circunstancia, pero nos es más cómodo no asumirlo. Creemos que es mejor asumir la fatalidad, que esforzarse por vencer a lo “negativo” de nuestras vidas.
Como dice Punset: “La felicidad es la ausencia de miedo, al igual que la belleza es la ausencia de dolor”.
Es muy contundente conocer, que lo que nosotros pensamos que son argumentos y razones, no son las únicas, no son una guía sólida para todos. Es, digámoslo con propiedad, nuestra conveniencia y en ningún caso conformada de modo imparcial y sin una buena dosis de interés personal; que pretendemos disfrazar con argumentos de interés general; mas como consolidación necesaria, que como convencimiento intrínseco.
A fuerza de entender la razón, en base a nuestros sesgados análisis, en ocasiones desprovistos del necesario rigor; olvidamos las verdaderas razones. Lo que comienza por un ejercicio personal, no exento de imparcialidad, acabamos tratando de transformarlo en mayoría cualificada, cercana a un dogma.
No hay nada que consolide con mas fuerza este modo impropio de actuar, que avalarlo por la coincidencia con el pensamiento “tradicional”, como si la costumbre, por muy arraigada que ésta esté, fuera un marchamo de certidumbre.
La verdad es, que nuestra proverbial pereza por innovar, nos juega una mala pasada. Estamos mas seguros en el “manto” de la tradición. No requiere esfuerzo, solo dejarse llevar por la corriente favorable, es una posición cómoda y confortable, seguramente totalmente exenta de conflictos, pero alienante.
No es la sociedad y/o el entorno, los que establecen redes de las que somos cautivos y por tanto nos impiden actuar con mayor libertad, no es así, somos nosotros quienes con nuestra costumbre de “no pensar” y “no innovar”, consolidamos una situación que efectivamente, acaba tornándonos en prisioneros de nuestra propia dejadez.
Quienes lamentamos con reiterada frecuencia nuestra propia situación personal, fundamentando razones cargadas de “parcialidad”, pero expresadas con la vehemencia de la verdad universal; somos casi totalmente responsables de esta circunstancia, pero nos es más cómodo no asumirlo. Creemos que es mejor asumir la fatalidad, que esforzarse por vencer a lo “negativo” de nuestras vidas.
Como dice Punset: “La felicidad es la ausencia de miedo, al igual que la belleza es la ausencia de dolor”.
Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com
2 comentarios:
¡¡¡Qué alegría, Luis!!!
Me encanta leerte y te echaba de menos.
Me gusta la reflexión que haces sobre la costumbre de ir a lo fácil, de no pensar, y de conformarse con sobrevivir.
Estoy de acuerdo con lo que dices de que lo más cómodo es hacer responsables a los demás o a las circunstancias de nuestras situaciones.
Más que cómodo diría que es automático, aprendido desde muy niños.
Lo bueno es que a veces la suerte y otras la vida nos ayudan a cambiar este automatismo y hacernos responsables de lo que depende de nosotros.
Gracias por tus palabras y por tu reflexión.
Un abrazo muy fuerte
Amparo:
Para mi también es una alegria.
En ocasiones uno debe retirarse para pensar y tomar impulso.
Escribir sobre lo que uno piensa acaba siendo un momento de sosiego.
Pero leer de alguien como tu, que le gusta, es todo lo contrario, es como ponerse pilas nuevas.
La responsabilidad la hemos interiorizado, mas como fruto de la educación "premio/castigo", que como un ejercicio consciente de nuestras cualidades.
Es mas cómodo que la responsabilidad sea de otros (padres, educadores, jefes...) y nosotros nos instalemos en analizar continuamente en nuestra "fatalidad" al no haber tenido suerte con los "responsables" que nos han tocado...impidiéndonos con sus "parciales" actuaciones que seamos felices.
Creo que esconderse detrás de estos tópicos es uno de nuestros mayores "males".
Muchas gracias por tu comentario.
Salu2:
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