Dice Javier Sádaba en su libro "La filosofía contada con sencillez": ... los humanos como observó con agudeza Kant, no se atreven a saber, les asusta la soledad del pensamiento y de la libertad y por eso, se refugian en lo que otros les transmiten. Cambian la libertad por seguridad. La filosofía, sin embargo, no deja de luchar contra la pereza, la cobardía intelectual y a favor de la liberación del individuo, y lo que es decisivo, la filosofía está emparentada con el arte del buen vivir."
¿El arte del buen vivir?, si, porque vivir, no es solo cumplir concienzudamente con nuestras responsabilidades en el trabajo, tener una familia ordenada, ir al partido de fútbol del domingo... vivir es algo mas y buen vivir es mucho mas. Cada ocasión que uno elige, con conocimiento de causa y datos suficientes, incluso aunque no esté dentro de lo denominado ortodoxo, esta viviendo. Cuando sus acciones están dirigidas por indicaciones imperativas o sugestivas, sobre asuntos de diversa índole e interpretación, sin que para ello medie para nada su iniciativa o deseo, está dejando que lo vivan.
Saber es una cuestión de esfuerzo, saber es desterrar la pereza, saber es levantarse y mirar al fondo de las cosas. Cuesta mucho, es mas fácil subir al "vehículo" de los demás y dejarse llevar, como si no contase en nuestra vida, lo que queremos hacer de ella. La comodidad, siempre tiene una segunda derivada y no es mas que la pérdida de originalidad, es como convertirse en el negativo de nuestra foto.
Pero estamos tan acostumbrados - dado nuestra impertérrita falta de tiempo - a abdicar diariamente de nuestra imaginación, perder la originalidad o no insistir de forma persistente y concienzuda, para conseguir nuestras metas, que la costumbre de esta práctica lo convierte en razonable. Nunca puede estar justificado dejar, que se pierda nuestra propia identidad. No debemos dejarnos llevar, aunque parezca plácido; por contra debemos insistir en reafirmar nuestras propias convicciones, si esto cuesta esfuerzo, démoslo por bien empleado.
El sentimiento de seguridad no debería estar ligado al conformismo adaptativo, mas bien lo contrario, el ejercicio de nuestra propia voluntad, sin molestar o transgredir normas, tendría que ser una de las fuerzas internar mas intensas para reafirmarse y por tanto sentirse plenamente satisfecho. Nada hay nada tan fortificante, como el sentimiento armonioso de plena conformidad entre nuestros actos y nuestros pensamientos.
A la sociedad que nos ha tocado vivir, no le gustan las singularidades, las considera excentricidades impropias, prefiere con toda claridad la monotonía repetitiva dentro de los cauces estipulados. Esperemos que a fuerza de acostumbrarnos no acabe por gustarnos, también.
Seamos auténticos aunque represente incomodidad, evitemos la pereza, que adormece lentamente nuestros sentidos y nos lleva a la trampa-remanso del conformismo... es decir, practiquemos el arte del buen vivir en lo cotidiano y no esperemos a lo extraordinario.
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