jueves, 20 de noviembre de 2008

Amor propio

Dice Fernando Savater en su libro "Ética como amor propio": "El hombre, cada hombre, sufre y padece por causa de su amor propio. El amor es permanente zozobra y constante insatisfacción. El objeto de mi amor -lo que me conviene- se me da siempre de forma escasa, transitoria y mezclada con aquello que me hiere y excluye. El número de cosas que odio - es decir, que no me convienen, que me contrarían - es mucho mayor de el de objetos posibles de amor y existe en todo momento la alta probabilidad de encontrar algo irreversiblemente malo, mientras que nunca se puede estar seguro de haber hallado algo total y definitivamente bueno. Por supuesto, entiendo por "bueno" lo que me conviene y por tanto lo que amo, siendo "malo" lo que me contraría y por tanto aborrezco".

Nuestro amor propio, que tropieza día a día - en el sentido descrito por Savater - con lo bueno y lo malo entremezclado, no sabe discernir bien y se confunde y en ocasiones mucho. La falta de "etiquetas" para diferenciarlos, nos provoca aturdimiento y nos engaña. Tomamos por bueno, lo que no es, dejándonos guiar por el disfraz y no profundizando en el conocimiento interno, antes de elegir; nos pierde la superficialidad.

Cuando después de determinar positivo un contacto, lo escogemos; aunque con posterioridad hayan señales contrarias; no somos diligentes para identificarlas, confiamos en nuestra proverbial creencia, de que podemos cambiar sustancialmente, como son las cosas o las personas. Seguimos adelante de modo inconsciente y cargamos toda la "culpa", con posterioridad, cuando nos han defraudado. Somos incapaces de asumir nuestra parte de responsabilidad intrínseca, al no haber querido procesar los indicios negativos; de haberlo apartado con decisión a tiempo, no hubiera devenido con posterioridad un serio problema.

Pero el mal ya está hecho, nuestro amor propio se atasca y comienza, en su confusión, a transmitirnos señales sesgadas y rígidas, redobla sus precauciones, para compensar su aparente error, eleva el nivel de exigencia e intensifica la desconfianza. Se da la vuelta a cosas o personas buenas, nuestro raciocinio, siguiendo su nuevo rigor, las clasifica como malas, incrementando nuestro rechazo y por tanto aislamiento, de modo importante y con ello nos priva de relaciones restauradoras del equilibrio. Quedarse corto es malo, pero pasarse, me parece mucho peor.

Somos proclives a pensar, que las cosas y las relaciones son como nos gustaría que fuesen y muy remisos a aceptar nuestros errores, nos empeñamos, con demasiada frecuencia, en salvar lo que ya no tiene vida. Las relaciones son muy complicadas, pero se tornan muy nocivas, cuando se mantienen por costumbre. No debe de temblarnos el pulso para acabar de una vez, lo que ya no llegará a buen fin, forzar en contra de nuestro sentido común, no trae mas que sinsabores.

No decidir, es dejar a otro, que lo haga por nosotros...


Foto:El gesto de Platón, señalando hacia el cielo (el idealismo platónico) parece ser contradicho por el de Aristóteles.

3 comentarios:

Carol dijo...

Creo… que tengo amor propio, no demasiado porque entonces podría pasarme al siguiente escalón que sería el orgullo, y si este es también desmedido remontarme a la soberbia. Así que un poco de amor propio que me sirva para defenderme de las indignidades contra mi persona que no solo tendría que venir de otros, uno mismo puede hacerse mucho daño solito si nos falta la dosis ideal de amor propio.

Lo difícil es hallar el equilibrio perfecto cuando en las circunstancia de la vida tengamos que tener un poco de amor propio o alguna pequeña dosis de orgullo sano y nada de soberbia.

Si además somos humildes entonces estamos preparados para aceptar los errores que hayamos cometidos, algo ideal que ocurre poco.

Me gusta tu blog, tengo aún mucho para leer.

Saludos afectuosos seriecito.

seriecito dijo...

Asumir los errores es el 50% para la solución de nuestros problemas.

La humildad es la antesala de la sabiduría.

Combinar ambos, con un Amor propio, en el sentido del "post", es adquirir una fortaleza poco común.

Gracias por tu comenario,también me gusta.

Salu2.

Nuria dijo...

El orgullo no es malo, siempre que no alcance la soberbia, como bien dices Carol. Y sin embargo hay tanta gente que las confunde...

Me quedo con esta frase tuya Luis: "Somos incapaces de asumir nuestra parte de responsabilidad intrínseca, al no haber querido procesar los indicios negativos; de no haberlo apartado con decisión, en su tiempo, no hubiera devenido con posterioridad un serio problema"

Cuando miramos hacia atrás es cuando somos plenamente conscientes de esa situación, y acabamos preguntandonos ¿cómo no lo vi en su momwento?

Traiciones de la mente.

Buena entrada, me ha gustado mucho, me quedo pensando aún...

Un abrazo a los dos.

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