Dice
Descartes (1596-1650) en su libro “Discurso
del Método”: “Por eso la diversidad de nuestras opiniones no procede de que
unos seamos más razonables que otros, sino únicamente de que dirigimos nuestros
pensamientos por distintos cauces y no examinamos las mismas cosas. No basta
tener buen entendimiento. Lo principal es aplicarlo bien... Los que marchan
despacio pueden adelantar mucho más que los que corren, si los primeros siguen
siempre el camino recto y los segundos se extravían”.
Los
acontecimientos cotidianos son, en ocasiones, tan machaconamente sorprendentes
y negativos, que animan a mirar hacia atrás y buscar lecturas, quizás mas
utópicas y menos realistas, pero que devuelven minutos de “paz” con sus reflexiones.
Evocan pasado, pero por el talante “eterno” de quienes las escribieron,
acaban siendo como una tregua en ese desenfrenado y trepidante mundo en el que
nos desenvolvemos.
Seguir
el camino recto…como si fuera fácil, seguramente es el que más obstáculos
tiene. Sortear las dificultades, sin hacer trampas, es solo para los valientes.
Es más fácil buscar artilugios y convencerse a uno mismo de que esa solución es
la mejor; para luego hacer una finta y como si no pasase nada, comenzar a tomar
atajos sin rumbo determinado, para acabar diciendo como Groucho: “si no sabemos
a donde lleva este camino, vayamos deprisa y terminemos pronto”.
La
realidad es que vivimos un entorno social, en el que cada vez cuenta menos el “como”,
lo relevante es el resultado obtenido, no el modo como se ha logrado. Cada día
se torna más difícil no dejarse llevar por la corriente de lo que se llama
“éxito social”, es decir apariencia y enorme sensación de vacío interna. Hay un
profundo temor al fracaso, que lleva casi irreversiblemente a la soledad.
Nuestro entorno quiere ganadores y huye de los perdedores, por si son
“contagiosos”.
Querer
cubrir etapas, sin el debido entrenamiento y con el ejercicio sano, de aprender
de los errores, para no repetirlos; lleva indefectiblemente a una sensación de
ansiedad, que nos impide vivir con sosiego. Llegar a ser, es una entelequia, lo
que importa es “ser” con empeño e ilusión lo que nos hemos diseñado para vivir,
hoy. Lo demás ya vendrá, perder el presente por un “desasosiego” desmedido por
alcanzar un futuro de ambición más que de realización, pasa factura… y a veces
abultada.
Como
dice Descartes: “…a trueque de no
adelantar mucho, me libré de caer.”
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