miércoles, 3 de septiembre de 2014

Liderazgo



Dice Eduardo Punset en su libro “La España impertinente” (1986): “Pero la falta de representatividad inherente a los resultados condicionados por el actual derecho electoral no es más que uno de sus aspectos negativos. Hay otros que oscurecen el funcionamiento democrático en mayor medida, porque afectan a la esencia misma del mercado político, sobredimensionan el poder conferido a las oligarquías de los partidos y alejan irremediablemente a los ciudadanos del ejercicio real de la democracia a la hora de elegir a sus representantes. Ningún sistema electoral está a salvo de las distorsiones provocadas por los abusos de poder cometidos por los líderes sin escrúpulos, o los aparatos de los partidos excesivamente empeñados en la supervivencia de las propias burocracias internas.”

Ganar las elecciones por mayoría absoluta, es condición necesaria para poder gobernar, pero sin embargo, no es suficiente para convertirse en líder. En la empresa privada el “Jefe” viene habitualmente nombrado por cauces absolutamente ajenos a los subordinados, por el contrario el liderazgo son ellos quienes lo otorgan. A quien manda, se le obedece o no; pero al líder, se le sigue. Las instrucciones recibidas de un líder, son mucho más motivadoras.

Estamos rodeados de jefes y jefecillos y somos –como en la obra de teatro – personajes en busca de líderes. Queremos sentirnos partícipes de un proyecto común, por muy difícil que sea de alcanzar y rechazamos absolutamente el rol de “menores de edad”, que se nos adjudica. Hemos sido excluidos del conocimiento de lo fundamental-cotidiano,  pero nos informan perfectamente de asuntos baladíes, cargados de intrascendencia y relatados con lujo de detalles; que tejen alrededor de nosotros una tupida cortina de humo capaz de confundirnos. Una alienación, muy difícil de describir, pero extraordinariamente dura de sentir. Vernos cada día alejados de lo importante e impelidos a participar de lo superfluo.

El gobierno se puede ejercer por el mandato recibido de las urnas, pero el liderazgo hay que ganarlo con posterioridad,  a través de las  acertadas decisiones, acordes con el programa político planteado.  Cuando se es gobernante, pero no líder, el distanciamiento social está servido. Ni siquiera la mayoría, por muy cualificada que esta sea, justificará las decisiones no explicadas con claridad. Los ciudadanos demandamos información veraz y sin “trampas” y somos extremadamente críticos, con quienes parece que desean caminar a hurtadillas evitando la transparencia. Peor que no saber, es saber a medias.

 La clase política española, está acostumbrada a “cocinar” mucho en la “trastienda”, pero a explicar poco “lo que se guisa”; craso error, que viene produciendo cada vez más insatisfacción y alejamiento de los políticos (gobierno y oposición). Quienes no saben interiorizar, que han sido facultados para gestionar lo público por delegación,  disponen como si fuera propio, lo que es de todos. No se muy bien si lo hacen, por inmodestia intelectual o arrogancia ignorante. 

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