lunes, 3 de noviembre de 2014

Lo razonable



Dice Ernie J. Zelinski en su libro “101 Cosas que ya sabes, pero siempre olvidas”: “Nos aferramos a nuestras creencias porque parecen razonables, pero es posible que exista un problema con nuestra idea de lo que es razonable. En la actualidad se piensa que gran parte de lo que la gente consideraba razonable hace unos cuantos siglos, era irrazonable. A lo largo de la historia ha habido muchos casos en que la mayoría tenía creencias falsas que, más tarde, se demostró que eran absurdas. Recuerdo que hubo un momento en casi toda la humanidad pensaba que la tierra era plana. De un modo similar, gran arte de lo que hoy se considera razonable puede que se considere absolutamente ridículo dentro de cincuenta o de quinientos años”.

En la sociedad en que vivimos, para identificar lo que llamamos razonable, empleamos un procedimiento, cuanto menos, poco objetivo, primero – posiblemente – después de un análisis de la información que disponemos, llegamos a una conclusión, pero para darle el marchamo de “normal”, necesitamos contrastar, que nuestro planteamiento coincide con la opinión mayoritaria y si eso es así, lo asumimos. Lo problemático es que, en aquellas ocasiones en las que no se da esa convergencia, repetimos el análisis, porque suponemos que hemos empelado datos incompletos o no hemos acertado en el hilo conductor del razonamiento

También sucede que las opiniones homogéneas de los que nos rodean socialmente, nos condicionan; pero no solo ellos. Nos influyen también los medios de comunicación de los que nos nutrimos para tomar conocimiento de lo que sucede alrededor. No estoy rechazando la pluralidad – que la hay – estoy poniendo foco a la tendencia a describir o interpretar los asuntos en coincidencia con la ideología imperante, como si los hechos reales fueran diferentes según quien los relata. Clara evidencia son los debates, en donde de modo repetitivo, cada cual solo asume su particular punto de vista y suele negar – aunque sea evidente – cualquier otro, si es discrepante.

De este galimatías en el que estamos sumidos, tienen buena culpa los miembros de los partidos políticos, que repiten de modo machaconamente insistente la versión, que se les ha facilitado en el “argumentario”, y lo hacen todos, de modo firme y sin fisuras; lo que en realidad pretende tal actitud, es convencerse a si mismos de que la “realidad” es esa y de tratar de sembrar, sobre los que los escuchan con cierta atención, esta opinión. Ejercicio espurio de “torre de Babel”, que lo único que añade es más confusión.

El debate como intercambio de opiniones civilizadas, en busca de una visión amplía y enriquecedora, se puede decir que prácticamente no existe o está en círculos minoritarios. Se ha instalado el ataque personal, la descalificación global, el argumento incompleto y partidista, la interrupción de la exposición discrepante, la comparación con otros sucesos… y un larguísimo etc.

Puede que tenga mucha razón James Harvey Robinson, cuando dice: “Gran parte de lo que llamamos razonamiento consiste en encontrar argumentos para seguir creyendo lo que ya creemos”.

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