Tenemos libertad absoluta para escoger, de entre nuestras acciones posibles, la que mas nos atraiga desarrollar; pero lo que no tenemos capacidad de modular, son las consecuencias que acarrearán. Corresponde a otro tipo de leyes sociales, regir el entendimiento de nuestro hacer y puede que en ocasiones esté muy distante a nuestras motivaciones iniciales. Ese temor al error, es otro de los “fantasmas”, que con frecuencia nos paraliza.
Casi todo lo que hacemos, está muy influido por nuestros principios, ellos rigen nuestras pautas de actuación, nos limitan o nos potencian y nos ayudan en la selección de nuestras prioridades. Cuando elegimos libremente una alternativa, ejercemos nuestro derecho a ser singulares y consecuentes con nuestros deseos; pero también asumimos consciente o inconscientemente, la responsabilidad de las consecuencias y es esta circunstancia la que nos mantiene, en muchas ocasiones “atenazados”, tenemos miedo a lo desconocido, es decir, a efectos no deseados y/o no buscados y también a falsas interpretaciones.
Cuantas veces, después de vivir el efecto que tiene alguna de nuestras acciones, no hubiésemos deseado “volver atrás”, tener la oportunidad de no haber dicho o hecho; porque en realidad por mucho que medien nuevas palabras explicativas, las primeras impresiones, son difíciles de cambiar. Pero no obstante, lo menos conveniente, es tratar de ignorar los resultados de nuestros actos, como si estuvieran escritos a lápiz y pudiéramos borrarlos.
La única actitud proactiva que se puede adoptar con nuestros actos inconvenientes - es decir, con nuestros errores -, es reconocerlos explícitamente de modo inmediato, sin remilgos ni subterfugios; corregir el “daño” si podemos y explicar con claridad que nuestra intención no fue esa y lo más apreciable aún, aprender de ellos. Quienes actúan de este modo tan noble, lo hacen en dirección positiva, porque transforman, en muchas ocasiones, un posible fracaso, en éxito.
Adoptar posiciones contrarias, supone dirigirse hacia caminos de autojustificación y empecinamiento. Con ello y nuestras propias “mentiras” internas para justificarnos, lo único que conseguimos es magnificarlos, consolidarlos y tratar de esconderlos; posición cerrada y estéril. La importancia de un error no está en el presente, su relevancia se centra en como afectará a nuestro futuro y ello no depende del error en si mismo, depende absolutamente en nuestra actitud; podemos potenciarlo o anularlo. Somos nosotros y no los demás los que lo agrandamos o neutralizamos. Recobrar el equilibrio es lo importante y no tratar de ignorar a toda costa los hechos, como si con ello no se hubiesen producido.
La respuesta es lo que importa, recobrar el poder sobre lo que viene es el objetivo y no rememorar “circularmente” el fatalismo de lo pasado…
Casi todo lo que hacemos, está muy influido por nuestros principios, ellos rigen nuestras pautas de actuación, nos limitan o nos potencian y nos ayudan en la selección de nuestras prioridades. Cuando elegimos libremente una alternativa, ejercemos nuestro derecho a ser singulares y consecuentes con nuestros deseos; pero también asumimos consciente o inconscientemente, la responsabilidad de las consecuencias y es esta circunstancia la que nos mantiene, en muchas ocasiones “atenazados”, tenemos miedo a lo desconocido, es decir, a efectos no deseados y/o no buscados y también a falsas interpretaciones.
Cuantas veces, después de vivir el efecto que tiene alguna de nuestras acciones, no hubiésemos deseado “volver atrás”, tener la oportunidad de no haber dicho o hecho; porque en realidad por mucho que medien nuevas palabras explicativas, las primeras impresiones, son difíciles de cambiar. Pero no obstante, lo menos conveniente, es tratar de ignorar los resultados de nuestros actos, como si estuvieran escritos a lápiz y pudiéramos borrarlos.
La única actitud proactiva que se puede adoptar con nuestros actos inconvenientes - es decir, con nuestros errores -, es reconocerlos explícitamente de modo inmediato, sin remilgos ni subterfugios; corregir el “daño” si podemos y explicar con claridad que nuestra intención no fue esa y lo más apreciable aún, aprender de ellos. Quienes actúan de este modo tan noble, lo hacen en dirección positiva, porque transforman, en muchas ocasiones, un posible fracaso, en éxito.
Adoptar posiciones contrarias, supone dirigirse hacia caminos de autojustificación y empecinamiento. Con ello y nuestras propias “mentiras” internas para justificarnos, lo único que conseguimos es magnificarlos, consolidarlos y tratar de esconderlos; posición cerrada y estéril. La importancia de un error no está en el presente, su relevancia se centra en como afectará a nuestro futuro y ello no depende del error en si mismo, depende absolutamente en nuestra actitud; podemos potenciarlo o anularlo. Somos nosotros y no los demás los que lo agrandamos o neutralizamos. Recobrar el equilibrio es lo importante y no tratar de ignorar a toda costa los hechos, como si con ello no se hubiesen producido.
La respuesta es lo que importa, recobrar el poder sobre lo que viene es el objetivo y no rememorar “circularmente” el fatalismo de lo pasado…
5 comentarios:
Siempre hay un temor a equivocarte en tus decisiones, pero si no es tan grande como para atenazarte e impedirte actuar a tu aire, ese temor se llama sensatez o tambien madurez ¿no?
Que bien si en la vida tuvieramos una tecla como en los DVD, que pusiera Replay, y pulsandola volvieramos atras, cuando nos equivocamos ¿verdad?
Pues no, creo que va a ser que no.
Esa tecla no existe.
Besossss
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Volver atrás, como dices para modificar las equivocaciones, que bien. Un imposible, como ya concluyes.
Pero estar permanentemente haciendo esa "jugada" con nuesta mente, como si tuvieramos esa capacidad, es meterse en un círculo nocivo.
Apreder y pasar página es el objetivo...
Si, también estoy de acuerdo.
De humanos es equivocarse. La grandeza está en reconocerlo y enmendarlo, dentro de lo posible.
Si no se puede enmendar, pues tenerlo como referencia para " qué no dego hacer, pues además de sentirme infeliz, puedo herir a otros."
Y una vez hecho el propósito de "contricción y enmienda", si hemos herido a alguien, rápidamente pedir perdón...que nada más noble hay en la vida que perdir perdón por ofensas y agavios.
Eso, en el campo de la nutrición se llamaria "una cura de libración de toxinas" que lo único que hacen es envenenar...
Un beso.
Luna:
Liberarse de toxinas, buena afirmación, me dan ideas...
Salu2:
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