Dice Juan Antonio Vallejo-Nágera en su libro "Aprender a hablar en público hoy": "La soltura de expresión verbal es patrimonio de las personas y de colectividades. Los latinos somos más comunicativos que los nórdicos. No siempre resulta una ventaja. En Escocia puede ser difícil hacer hablar a un individuo; en España lo espinoso es conseguir que se calle. En un grupo de españoles casi nunca está hablando uno solo. En una comida típica de seis personas, hay por lo menos seis conversaciones simultáneas cruzadas, cada cual con el que tiene mas lejos, y es frecuente que en alguna de esas parejas improvisadas hablen los dos a la vez contándose la misma cosa. Como se tapan unos a otros gritan todos".
Hablar, hablar y hablar... esa es nuestra mayor motivación, nos comportamos con una verborrea inusitada o sumergidos en un silencio duradero y tenaz, no tenemos término medio. Somos poco proclives a intercambiar opiniones, llevamos muy mal una posición neutra, tenemos que destacar, ser los primeros en transmitir noticias nuevas verbalmente y procurar aparentar estar enterados de casi todo, sabemos los sucesos, casi mejor que quienes han sido los protagonistas. Los relatamos, novelando hasta la saciedad, interiorizamos los hechos que contamos, de tal modo, que pasan a ser nuestros, la fabulación acaba significando mucho más, que la propia realidad.
Somos interpretes de una realidad difusa, filtrada por nuestra mente y compuesta a la medida, para sorprender a los demás, no podemos vivir sin despertar admiración y asombro, sin ser los primeros en hablar y los últimos en escuchar. Permanecer callados es casi sinónimo de derrota, es como dar la primacía a los demás y eso nos molesta, no estamos preparados para ser receptivos, desde pequeños nos han enseñado a ser veloces en la respuesta, pero muy superficiales en las preguntas. Solo se aprueba por contestar y tiene casi un valor nulo preguntar, por muy enjundiosa que sea la cuestión planteada.
Con ese aprendizaje, lo tenemos mal, salvo que reparemos en nuestro error de planteamiento y rectifiquemos a tiempo, seguiremos identificándonos mucho mas con nuestro discurso, que con la atención activa a lo que dicen los demás y perderemos con ello la posibilidad de "enriquecernos" con su contenido, quien solo se escucha así mismo, acaba sabiendo muy poco de casi todo.
5 comentarios:
Luis, me has hecho sonreir, has descrito perfectamente el arquetipo del españ@l hablador.
Te has parado alguna vez a oir a un grupo de niños hablando? Todos gritando, con las venas del cuello hinchada y hasta de puntillas para destacar.
Sólo son, nuestro reflejo, claro.
Me estoy acordando ahora de una persona que conozco, que antes de que acabes de hablar siempre repite: ¡A mi que me tienes que decir....!
Y también está, como bien dices, "el silencioso"
Gesto pétreo, ligero balanceo de cabeza y sonidos gluturales ininteligibles.
Lo que no cambia con el anterior es la actitud: Seguro que está pensando "Y tú que sabrás"...
Si, si, he de hacer un acto de contricción, entonando mi mea-culpa, particular.
Muy bueno, Luis, muy bueno.
Besos
Buen artículo Luis.
Ciertamente los nórdicos y los latinos somos muy diferentes en la manera de expresarnos, lo has reflejado con buen sentido del humor en este texto.
También es cierto que somos más pasionales y expresivos, lo cual a veces bajo mi punto de vista es de agradecer (quizás por cultura)
No sé, a mi me inspiran a veces tanta desconfianza los que hablan mucho como los que guardan siempre silencio. Quizás el quid de la cuestión reside en lo de siempre, saber escuchar para después hablar (por algo tenemos dos orejas, ¿no?)
Saludos
SERIECITO, ME QUITO EL SOMBRERO.
¡ Chapó !
escribes de una forma clarísima sobre muchos temas que a los demás nos dan vueltas en la cabeza de manera desordenada. gracias por poner los pensamientos de muchos en orden.
me gusta muchísimo este artículo tuyo sobre la capacidad de ESCUCHAR. con la importancia que tiene eso! así ocurre tantas y tantas veces, con tantos problemas de comunicación!
enhorabuena y gracias de nuevo por tu espacio!
saludos
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