
La efectividad, en nuestras vidas, no depende solo del empeño que pongamos, sino mucho más, de que éste se aplique en la dirección adecuada. Nuestra administración interna gobierna el esfuerzo, es quien selecciona y mide con precisión la relación “coste-beneficio” e intenta cumplir los objetivos fijados. El Liderazgo indica las cosas que hay que hacer, es decir, aquellas que son correctas según nuestra “programación interna”. Administrar, por tanto, es hacer las cosas bien, seamos o no nosotros, quienes las hemos planteado.
Es de vital importancia liderar, esta cualidad da marchamo de calidad a lo que hacemos. Pero como en el mundo de la empresa, el liderazgo no se improvisa, no sobreviene fruto de una simple reflexión, no es el resultado de una genialidad. Para ser líder, es necesario saber abstraerse del “ruido” circundante y seleccionar la alternativa adecuada y eso no es fácil.
Trasladar a nuestras vidas estas prácticas, supone seguir un orden de prelación. Antes que nada en un proyecto de empresa, hace falta Visión, es decir imaginar una o varias opciones y configurarlas con la mente, sopesar pros y contras e idealizar como serán puestas en la práctica; hay que soñar, pero con los pies en el suelo; hay que ser creativos, singulares y valientes, pero dentro del marco de la consciencia responsable. Sin embargo, tampoco hay que condicionarse, por las palabras de desconfianza o desánimo, que nos transmitan los que a fuerza de no tener visión alguna, quieren limitar, cuando no cercenar las de los demás. Les motiva principalmente la envidia.
Resuelto este ejercicio; traído del mundo de la gestión en la empresa; podemos pasar a la segunda fase. Establecido el marco hay que definir con palabras inteligibles la Misión, que es la descripción de lo que deseamos hacer, como, cuando y para qué. Debemos ser consecuentes, no podemos emplear nuestro tiempo y esfuerzo en imaginar nuestro futuro y luego por eludir el compromiso, no definirlo para interiorizarlo con prioridad en nuestros quehaceres. Aquí si que conviene dar entrada a nuestras relaciones mas cercanas, leerles con detenimiento nuestra definición de Misión y escuchar atentamente su opinión, si es positiva y trata de entrar en aspectos poco precisos, para ayudarnos a concretar; pero si fuera negativa y limitante, lo mejor es hacer “oídos sordos” y seguir en nuestro compromiso personal; quienes no han definido ninguno o pocos objetivos en su vida, son muy proclives a transmitir palabras cargadas de negatividad, la mayoría de las veces por ignorancia.
Hecho esto, ya estamos en condiciones de liderar; al aplicar acciones proactivas identificaremos los cambios que se puedan ir produciendo en el entorno, familia, trabajo, etc., y señalaremos con anticipación las acciones correctoras necesarias, para que nuestra función de Administración las desarrolle, pero siempre en el marco de nuestra Misión. Debemos poner en evidencia nuestros valores, para tomar decisiones acorde a ellos, funcionar con integridad y no actuar nunca motivados por impresiones del momento, sin contrastarlas.
Solo podemos potenciar cambios importantes en nuestras vidas, si hemos generado ideas firmes de lo que somos y queremos ser, conformadas de modo sólido en el tiempo y determinantes de las acciones a desarrollar. ¿Cómo vamos a ser efectivos, si no sabemos en que?… la efectividad en general no existe o no es mensurable.
Es de vital importancia liderar, esta cualidad da marchamo de calidad a lo que hacemos. Pero como en el mundo de la empresa, el liderazgo no se improvisa, no sobreviene fruto de una simple reflexión, no es el resultado de una genialidad. Para ser líder, es necesario saber abstraerse del “ruido” circundante y seleccionar la alternativa adecuada y eso no es fácil.
Trasladar a nuestras vidas estas prácticas, supone seguir un orden de prelación. Antes que nada en un proyecto de empresa, hace falta Visión, es decir imaginar una o varias opciones y configurarlas con la mente, sopesar pros y contras e idealizar como serán puestas en la práctica; hay que soñar, pero con los pies en el suelo; hay que ser creativos, singulares y valientes, pero dentro del marco de la consciencia responsable. Sin embargo, tampoco hay que condicionarse, por las palabras de desconfianza o desánimo, que nos transmitan los que a fuerza de no tener visión alguna, quieren limitar, cuando no cercenar las de los demás. Les motiva principalmente la envidia.
Resuelto este ejercicio; traído del mundo de la gestión en la empresa; podemos pasar a la segunda fase. Establecido el marco hay que definir con palabras inteligibles la Misión, que es la descripción de lo que deseamos hacer, como, cuando y para qué. Debemos ser consecuentes, no podemos emplear nuestro tiempo y esfuerzo en imaginar nuestro futuro y luego por eludir el compromiso, no definirlo para interiorizarlo con prioridad en nuestros quehaceres. Aquí si que conviene dar entrada a nuestras relaciones mas cercanas, leerles con detenimiento nuestra definición de Misión y escuchar atentamente su opinión, si es positiva y trata de entrar en aspectos poco precisos, para ayudarnos a concretar; pero si fuera negativa y limitante, lo mejor es hacer “oídos sordos” y seguir en nuestro compromiso personal; quienes no han definido ninguno o pocos objetivos en su vida, son muy proclives a transmitir palabras cargadas de negatividad, la mayoría de las veces por ignorancia.
Hecho esto, ya estamos en condiciones de liderar; al aplicar acciones proactivas identificaremos los cambios que se puedan ir produciendo en el entorno, familia, trabajo, etc., y señalaremos con anticipación las acciones correctoras necesarias, para que nuestra función de Administración las desarrolle, pero siempre en el marco de nuestra Misión. Debemos poner en evidencia nuestros valores, para tomar decisiones acorde a ellos, funcionar con integridad y no actuar nunca motivados por impresiones del momento, sin contrastarlas.
Solo podemos potenciar cambios importantes en nuestras vidas, si hemos generado ideas firmes de lo que somos y queremos ser, conformadas de modo sólido en el tiempo y determinantes de las acciones a desarrollar. ¿Cómo vamos a ser efectivos, si no sabemos en que?… la efectividad en general no existe o no es mensurable.