miércoles, 22 de octubre de 2008

Alienación...





Dice Herbert Marcuse en su libro "Ensayos sobre política y cultura": "La sociedad del bienestar es una sociedad tolerante mientras se respete su alienación - sus reglas de juego -; mientras se actúa así es indiferente a que se defienda el bien o el mal, la verdad o la mentira. Pero cuando se atacan estas reglas de juego, pero cuando se pone al descubierto su alienación, entonces revela su fondo intolerante".

Lo he comentado en otras entradas. Con claridad y rotundidad, si uno quiere estar "bien visto", tiene que aceptar la pesada servidumbre de aplicar en su conducta, las reglas generalmente aceptadas y acomodar su modo de vivir a ellas. No se acepta socialmente bien, a quien evita este corsé y trata de emerger de forma individual, siguiendo su intuición y libertad. Aunque con esta actuación personal no se moleste a nadie.

El problema no lo plantea la incomodidad, que provoquen nuestros actos; es una cuestión de corporativismo. Las colectividades solo se perpetúan, si consiguen una repetición mimética de sus hábitos y por un número de personas lo mas elevado posible. La heterodoxia no la asimilan, porque peligra su continuidad y eso lo tratan de soslayar siempre. Aceptar posiciones individuales diferentes, supondría abrir la puerta a cambios en los equilibrios de poder y tal riesgo no lo consiente nadie, menos si cabe, los que lo detentan.

En estas circunstancias, no importa tanto, la razón por la cual se instituyen determinadas formas de comportamiento, como su perpetuación; la consigna no escrita es aislar a quien no las sigue. Lamentablemente vivimos en la sociedad de la "uniformidad", hacemos casi lo mismo, sin percatarnos, cada día; vestimos al mismo estilo (moda) y deseamos acopiar los mismos objetos, no guiados por su utilidad, sino impelidos por el status social, que aparentemente nos otorgan. Por si fuera poco lastre, la publicidad completa el circulo, con sus propuestas machaconas y coercitivas.

Agudizar nuestro ingenio, es la defensa, hacerlo con presteza es imprescindible, porque cuando nos queramos percatar estaremos atrapados y nos habremos convertido en seguidores acérrimos de las "normas estipuladas", sin haber analizado en profundidad su conveniencia. Somos libres de elegir y por tanto no estamos obligados a aceptar, que a nada ni nadie nos programe. Nuestro límite únicamente debe ser, no invadir el espacio de los demás; mientras no lo vulneremos, actuamos bien, digan lo que digan los demás. Nadie puede vivir por nosotros y no es de recibo, que traten de imponernos subliminalmente, pautas no entendidas y/o deseadas.


3 comentarios:

Nuria dijo...

Me quedo con esta frase: "Nadie puede vivir por nosotros"...
y nosotros no podemos vivir otras vidas, en nuestra mano está decidir lo que queremos para la nuestra, con todas las consecuencias.

Un saludo

seriecito dijo...

Asumir las consecuencias de lo que hacemos sin ambages, es la mejor forma de evitar la tristeza.

Salu2

Nuria dijo...

No estoy de acuerdo del todo con eso, creo que es un modo de sentirte mejor contigo mismo, pero no sé hasta qué punto es una garantía para que no exista la tristeza...

B

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