La eficiencia en el trabajo, no está relacionada con el número de horas de permanencia. Se tiene la creencia, de que aquellas personas que dilatan su jornada laboral, son muy trabajadores y por tanto “buenos empleados”.
Recuerdo que un compañero mío de carrera, hizo una estancia de unos meses a través, de AISSEC, en un banco de New York. Al llegar allí, se entrevistó con su supervisor y le delimitó la tarea a realizar. Como mi amigo, no tenía otras actividades a las que dedicarse, en aquella ciudad, después de haber realizado las visitas turísticas de rigor; casi todos los días, permanecía en su mesa de trabajo, después de la hora de salida habitual; hasta que las personas de la limpieza, le hacían abandonar la misma para poder realizar su cometido.
Transcurridas unas semanas, su Jefe lo llamó y le dijo de forma clara, que si el trabajo que le había adjudicado, era excesivo. Él le contestó, que en absoluto, que lo podía resolver con toda facilidad y que se consideraba satisfecho con el mismo. Señalando además, que no le representaba una carga excesiva.
Su Jefe entonces le pregunto: ¿Cómo es entonces, que casi todos los días está mas horas del horario habitual en la oficina?, nosotros queremos, que nuestros empleados trabajen a rendimiento adecuado durante la jornada; pero cuando está acaba, marchen a realizar sus actividades personales. Entendemos, que cada cual tiene vida fuera de aquí y cuanto mejor coordinada esté, mayor es el rendimiento real. Así pues, esperaba que si su trabajo estaba resuelto, como el decía, no permaneciese tiempo extra en el despacho.
La norma no escrita de alargar los horarios de modo habitual, crea con el tiempo, una gran insatisfacción; ya que parece que en los días laborables no exista otra vida, que no sea trabajar, cenar, dormir, con ligero tiempo para colocarse delante del televisor y seguir pensando en el trabajo de mañana.
Al contrario de lo que se piensa, con ello no se es mas efectivo. En principio, como uno sabe, que estará hasta tarde, la resolución de los problemas los ralentiza, no aplica procedimientos de optimización del tiempo, ya que no le hace falta. Su tiempo es casi ilimitado y generalmente lo “pierde” con cosas poco trascendentes. Acaba no diferenciando lo esencial de lo accesorio, ya que todo cabe en su dilatada jornada laboral.
Recuerdo dos frases de dos jefes que he tenido, hace ya mucho tiempo. La primera decía: “ya que somos puntuales al entrar, no lo seamos al salir”. La segunda: “entre el día y la noche no hay pared, que impida trabajar”. Sin comentarios.
Trabajar es necesario, gratificante y positivo. Estar absorbido por el trabajo, es innecesario, frustrante y a la larga altamente negativo. Hay un tiempo para trabajar y otro para descansar, invadir en cualquier sentido, menoscabando uno ellos, acaba siendo mal “negocio”.
Recuerdo que un compañero mío de carrera, hizo una estancia de unos meses a través, de AISSEC, en un banco de New York. Al llegar allí, se entrevistó con su supervisor y le delimitó la tarea a realizar. Como mi amigo, no tenía otras actividades a las que dedicarse, en aquella ciudad, después de haber realizado las visitas turísticas de rigor; casi todos los días, permanecía en su mesa de trabajo, después de la hora de salida habitual; hasta que las personas de la limpieza, le hacían abandonar la misma para poder realizar su cometido.
Transcurridas unas semanas, su Jefe lo llamó y le dijo de forma clara, que si el trabajo que le había adjudicado, era excesivo. Él le contestó, que en absoluto, que lo podía resolver con toda facilidad y que se consideraba satisfecho con el mismo. Señalando además, que no le representaba una carga excesiva.
Su Jefe entonces le pregunto: ¿Cómo es entonces, que casi todos los días está mas horas del horario habitual en la oficina?, nosotros queremos, que nuestros empleados trabajen a rendimiento adecuado durante la jornada; pero cuando está acaba, marchen a realizar sus actividades personales. Entendemos, que cada cual tiene vida fuera de aquí y cuanto mejor coordinada esté, mayor es el rendimiento real. Así pues, esperaba que si su trabajo estaba resuelto, como el decía, no permaneciese tiempo extra en el despacho.
La norma no escrita de alargar los horarios de modo habitual, crea con el tiempo, una gran insatisfacción; ya que parece que en los días laborables no exista otra vida, que no sea trabajar, cenar, dormir, con ligero tiempo para colocarse delante del televisor y seguir pensando en el trabajo de mañana.
Al contrario de lo que se piensa, con ello no se es mas efectivo. En principio, como uno sabe, que estará hasta tarde, la resolución de los problemas los ralentiza, no aplica procedimientos de optimización del tiempo, ya que no le hace falta. Su tiempo es casi ilimitado y generalmente lo “pierde” con cosas poco trascendentes. Acaba no diferenciando lo esencial de lo accesorio, ya que todo cabe en su dilatada jornada laboral.
Recuerdo dos frases de dos jefes que he tenido, hace ya mucho tiempo. La primera decía: “ya que somos puntuales al entrar, no lo seamos al salir”. La segunda: “entre el día y la noche no hay pared, que impida trabajar”. Sin comentarios.
Trabajar es necesario, gratificante y positivo. Estar absorbido por el trabajo, es innecesario, frustrante y a la larga altamente negativo. Hay un tiempo para trabajar y otro para descansar, invadir en cualquier sentido, menoscabando uno ellos, acaba siendo mal “negocio”.
1 comentario:
Vaya "pajarito", resulto después el Opusino.
Confío en que tu nunca te olvides de lo que escribes, y seas como el Jefe de Nueva York.
El Búho nocturno
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