jueves, 30 de julio de 2020

La verdad




Dice Jorge Bucay en su libro “Déjame que te cuente…”: “El único error, casi siempre, es creer que la posición en que estoy es la única desde la cual se divisa la verdad. El sordo siempre cree que los que bailan están locos”.


Divisar verdad, es un espejismo hoy en día, salvo que hayamos sido protagonistas directos del tema en cuestión; en caso contrario, tener la certeza de que manejamos todas las “claves” para tener una información completa y neutral, es casi una entelequia y no solo porque en ocasiones las posiciones personales son un condicionamiento para la interpretación ecuánime, sino porque, la abundancia de información - si el asunto es relevante - hace casi imposible abarcarla en toda su dimensión para forjarnos un juicio acertado.


Vivimos momentos contradictorios; nunca en la historia se ha dispuesto de tantos medios para poder obtener información sobre los asuntos de nuestro interés y además con la posibilidad de hacerlo de modo instantáneo y sin movernos de nuestro “sillón”. Pero la abundancia no ha resultado facilitadora, antes bien, ha creado una especie de “torre de Babel”, que promueve más la confusión que la claridad.


Se han creado tantos intereses espurios, que los referentes se tornan cada vez más confusos. Las informaciones dejan de ser principalmente clarificadoras, para convertirse en un instrumento creador de opinión, pero en la dirección interesada por quien la pone a disposición. Cuando no, nutridas de fuentes sin contrastar y que en ocasiones hasta pueden resultar, a poco que se indague,  absolutamente falsas.


No obstante como dice Punset (“Excusas para no pensar”): “Los seres humanos están predispuestos a prestar atención a la información que confirma sus creencias y a ignorar y minimizar la información que refuta lo que creen: nuestras mentes están diseñadas para la consonancia"... De ahí la relevancia de influir y crear opinión con la información, es un modo indirecto de fidelizar.


2 comentarios:

impersonem dijo...

Estoy de acuerdo con lo que dices... nunca hubo tantos "pinochos" como ahora...

Sólo cuando llegamos al convencimiento y a la aceptación de que las ideas contrarias clarifican más las nuestras que las afines podremos decir que nuestra mente está abierta...

No sé si, como dice Punset, nuestras mentes están diseñadas para la consonancia, lo que sí sé es que desde muy pequeños se condicionan para la sumisión: ante la autoridad, ante los dogmas (político, económico, religioso, mediático), ante la "verdad" oficial, y ante todo lo que está etiquetado, apodícticamente, como conveniente (razones de estado y secretos de estado incluidos)...

Yo creo que la vida consiste en aprender a ser y a estar a través de la experiencia... y es el contenido de esa experiencia la que nos sacará del molde o la que nos hará presos de por vida del mismo... dentro del sistema que rige este mundo, cada uno de nosotros, somos piezas, más o menos importantes, de micropuzles, de mesopuzles, de exopuzles y de macropuzles (tirando de la idea expuesta por Bronfenbrenner en su libro "La ecología del desarrollo humano") sometidos a secuencias temporales y a experiencias de causa-efecto devenidas de el continuum de acción-reacción...

Bueno, tal vez mi mente no esté diseñada (efecto de fabricación, que no defecto de fabricación) para la consonancia y lo esté más para la disonancia, por eso, más allá de lo documentado que esté el criterio de Punset, yo nunca he encontrado ni una sóla excusa para no pensar... es que si las hubiera ¿qué sería del cartesiano "cogito ergo sum"?

Abrazo

seriecito dijo...

IMPERSONEM:
Si, también creo que la vida consiste en aprender, pero también en desaprender, como dice Punset.
Gracias por tu comentario.
Salu2:

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