domingo, 2 de septiembre de 2007

Universidad









Las carreras universitarias, al menos las que yo conozco, imparten una formación a los estudiantes, que está distante de las necesidades de los futuros “contratadotes”. Los conocimientos teóricos adquiridos, no se complementan bien, con lo que demandan las empresas, en esas áreas. De hecho, está instituido en la mayoría de los alumnos, que al terminar, hay que hacer un “master”, en ocasiones patrocinado por la misma Universidad, para aproximar posiciones y perfeccionar la formación recibida. La realidad, en muchas ocasiones, es que tampoco es suficiente.

No ha servido de gran ayuda, a este respecto, el hecho de estructurar las carreras en asignaturas troncales, optativas y de libre configuración. Las troncales acaban siendo monolitos con una rigidez digna de debate. Las optativas, dado el carácter optimizador del alumno, se encardinan en la mayoría de los casos en función de la facilidad para superarla, que se ofrece en las mismas, sin importar grandemente su contenido, ni la idoneidad curricular. Y la libre configuración, se ha convertido en un “coladero”, para incluir una gran cantidad de materias, muchas de ellas, en mi opinión, estériles para el tema que nos ocupa, aunque culturalmente tengan contenido.

Sin embargo esta dificultad, debería de estar resuelta en el ámbito de la Universidad, con las asignaturas de “prácticas en empresas”, que tienen todas las carreras, aunque quizás su estructuración se ha quedado corta. En principio, falta información amplia a las empresas, sobre lo que se pretende con la realización de las mismas y sería necesario también, un ejercicio efectivo del control, por parte de la Universidad, para comprobar, que los alumnos están ocupados en funciones “adecuadas” y que la práctica es efectiva al objetivo que pretende.

Hay que añadir la rigidez de los planes de estudio, ésta queda patentizada, por la gran dificultad para realizar cualquier modificación. Se requieren trámites complicados y a su vez, el consenso de los diferentes departamentos, que en cualquier cambio tienen que encontrar el equilibrio de fuerzas, al modificarse la composición de asignaturas.

Con este cuadro las licenciaturas y/o diplomaturas, forman a unos profesionales, poco avezados en su futuro oficio; dejando a las empresas o entidades públicas la labor de completar la adecuada formación práctica, a sus conocimientos esencialmente teóricos. Flaco favor; esto supone en la realidad, gran número de jóvenes titulados universitarios trabajando en tareas “inferiores” a su teórico nivel y con salarios cortos.

Atendiendo al punto de vista de las empresas, lo justifican, en base a la inversión que tienen que realizar en “su puesta a punto”, sin estar seguras, de que una vez finalizada la misma, no será utilizada como trampolín para cambiar de compañía, con objeto de ganar en salario, al poder ofrecer experiencia. Dilema de difícil solución.

Creo que la Universidad, en los tiempos en que vivimos, no basta con que imparta la enseñanza de mayor calidad posible, si ésta no está de acorde con las necesidades externas, que se demandan para esos titulados en periodo de formación. Para ello se requiere, entre otras cosas, el contacto permanente con el “mundo de la empresa”, para poder pulsar las realidades emergentes en este entorno tan competitivo y agilidad para incorporar los cambios necesarios. ¡Muy difícil! ¿Verdad?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Acuérdate de lo de "al campo a trabajar" y eso que alguno sabia "si era la de Vela ó la de Thous".
Y el tema de las practicas, mejor no tocarlo...he tenido muchos y solo se utilizaban para los trabajos de batalla.

Anónimo dijo...

Ah!!!por si no lo habías descubierto, soy el Búho nocturno

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...