Cuando uno revisa lo que hace cada día, encuentra cosas de las que está satisfecho, es decir le complace el desenlace que han tenido y también hay algunas o muchas de las que siente una cierta desazón; en éstas, no hemos acertado o hemos disimulado o no hemos sido coherentes con lo que pensamos.
Es curioso, porque tenemos tendencia a archivar, con carácter mas duradero los fallos y por contra, somos mas remisos a recordar los aciertos. Pensamos que nuestro quehacer es "dar en la diana" siempre y por tanto le damos menos importancia cuando es así, ya que es nuestra obligación mental.
El problema reside precisamente en el propio planteamiento. Al tener tendencia a reprobar de forma contundente las acciones que no son adecuadas, no hacemos un análisis sereno de las causas, estamos tan absortos con la crítica interna, que no sabemos: parar, templar y mandar en el discernimiento de los motivos de lo sucedido. Conclusión despreciamos en un momento una fuente inmensa de conocimientos y de experiencia para futuras acciones, que supondría un análisis profundo e imparcial. No somos conscientes, que esta forma de actuar, propicia indefectiblemente la repetición de algunos errores cometidos.
Es como cuando hemos confiado mucho en alguna persona y "nos falla", nos quedamos tan profundamente doloridos, que no sabemos identificar los signos, estamos bloqueados. Esta situación, impide un análisis suficientemente objetivo de los motivos, no llegando a diferenciar, que parte es, porque hemos depositado, inconscientemente, un exceso de confianza o porque hemos evaluado desproporcionadamente a la persona en cuestión.
Sepamos asimilar de forma clara y contundente, que no estamos obligados a acertar de modo permanente. Interioricemos, que estamos todos, cargados de limitaciones y los hechos, en muchas ocasiones, nos pueden desbordar; es decir, seamos mas modestos. Reconozcamos interna y externamente, nuestro real y verdadero alcance en la resolución de problemas. No nos dejemos llevar por el voluntarismo, sobredimensionando nuestras verdaderas cualidades y evitaremos insatisfacciones no necesarias.
Tener en la vida la misma posición ante el acierto y/o el error, es en cierto modo fortalecernos. Ni es bueno esconder el cuello, ni estirarlo demasiado. Seamos lo que somos y no queramos ser como creemos que quieren los demás. Pensemos con nuestra mente para bien o para mal y no con la de los que nos rodean. En definitiva vivamos nuestra vida y no una novela.
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