sábado, 14 de julio de 2012

Empowerment



Dice José Antonio Marina en su libro “Aprender a convivir”: “La gente que trabaja en un equipo debe conocerse para evitar incomprensiones y recelos; librarse de una competencia excesiva por el poder; fomentar la comunicación, estimular las ocurrencias, no precipitar la crítica, premiar los hallazgos brillantes, compartir un modelo de relación (o de empresa, o de modelo de colaborar). Cada día se da más importancia al “empowerment”, a la capacidad de ampliar las posibilidades, los poderes, de cada empleado. La empresa antigua, al igual que la familia, se movía en un sistema patriarcal, jerarquizado, donde las órdenes descendían en cascada desde la autoridad suprema. Esta estructura resulta pesada y poco eficiente en un entorno económico complejo y veloz, donde hay que aprovechar y potenciar el talento de cada persona…
Una organización inteligente es aquella que consigue que un grupo de personas, tal vez no extraordinarias, pueda hacer cosas extraordinarias por el modo en que se relacionan entre sí. Ese plus es la inteligencia emergente. La inteligencia compartida.”

El activo más importante que tiene una empresa, sin lugar a dudas, es la capacidad de las personas, así como, el desperdicio mayor que hacen las empresas, hoy en día,  es la infrautilización de sus recursos humanos. Mantener a alguien haciendo trabajos por debajo de sus posibilidades, es un desaprovechamiento de recursos importantísimo.

Cuando las personas que trabajan en una empresa, no forman equipo, no es porque se han reunido una “colección de raros” insociables, que con su comportamiento lo impiden; muy al contrario, es porque quienes mandan son incapaces de definir objetivos, explicarlos y encauzarlos en la organización; de modo que todos los asuman, como si fueran propios. Esa aparente renuncia al interés propio y la asunción del interés colectivo, hay que forjarlo con ejemplo y ecuanimidad, por parte de quien dirige.

Lamentablemente lo que describe José Antonio Marina, como “empresa antigua”, es más frecuente lo que parece, sobre todo en sectores, donde el predominio es preponderante para la empresa familiar. Éstas empresas conservan en su más pura esencia el paternalismo propio de quienes se sienten  “jefes y dueños” y por tanto “premian o castigan” las adhesiones y las indiferencias. En gran número son incapaces de estructurar propuestas atractivas que “enganchen” a quienes las tienen que desarrollar y solo esperan cumplimiento estricto de las “ordenes”, sean éstas o no racionales. Eso si, revestido de un tono seudo-protector, en demanda del agradecimiento mayoritario.

En este tipo de estructuras, el trabajo en equipo es una entelequia, no porque no pueda desarrollarse; sino porque esa actitud “reverencial” que promueven, lo impide. En estos entornos, son precisamente los “jefes y jefecillos”, los que provocan esa falta de cooperación interna (empowerment), porque de algún modo tratan de ocultar su incapacidad gestora. A quien no sabe dirigir, le interesa la dispersión, mucho más que la acción en común, no vaya a ser que se ponga en evidencia su ineptitud.

Puestas así las cosas, lo que acaba sucediendo es que se instala en la organización lo que se llama en términos anglosajones “deviant workplace behaviors (DWB)”, traducido como “mal comportamiento organizacional”. Quien discrepa entre sus propios valores y las demandas de la realidad (alienación), acaba siendo un activo obsoleto, tarde o temprano la organización lo excluye, para reponerlo por alguien menos crítico, sin darse cuenta que de este modo lo que promueve, es el estancamiento. Canalizar las inquietudes de quienes desarrollan funciones de cualquier tipo en una empresa, es un “vivero” de resultados positivos y un seguro de modernidad a largo plazo.

Está comprobado que los estilos directivos poco sensibles  y poco motivadores, provocan en un porcentaje muy elevado el nacimiento de la alienación. Cuanto mas jerarquizada es la organización, menos posibilidades de participar en la definición de objetivos; en estas circunstancias, muchos acaban no encontrando significado a su trabajo, quedan desorientados y en muchas ocasiones aislados.

Para dirigir bien una empresa, ser nombrado en un cargo relevante, es condición necesaria, pero no suficiente. Dirigir no es sinónimo de mandar; dirigir es motivar y liderar. Quienes desarrollan adecuadamente su función directiva, no necesitan decir nunca, que son los jefes, la organización les otorga este rango de modo inmediato y espera conocer los planes para disponerse a ejecutarlos. Quien tiene que decir ¿usted sabe quien soy yo….?, sin esperar respuesta, es seguro que no es nadie o no merece el cargo que ocupa. 

viernes, 13 de julio de 2012

Imaginar



Dice José Antonio Marina, en su libro “Ética para náufragos”: “Lo real no nos basta, Nos sostiene, nos impulsa, nos limita, nos da alas, pero no nos basta. La inteligencia inventa sin parar posiciones reales, que no fantasías, sino ampliaciones que la realidad admite cuando la integramos en nuestros proyectos. El mar gran obstáculo, puede convertirse en medio de comunicación. Y el ligero aire puede soportar nuestro peso y nosotros volar. El agua del río puede convertirse en luz y la imponente montaña en catedral. La realidad entera queda en suspenso esperando que el ser humano acabe de darle luz.
¿Entonces las cosas no son lo que son?. Según y como. Son lo que son y lo que pueden ser. ¿Y el hombre?. Lo mismo. Somos nuestras propiedades reales y el impredecible despliegue de nuestras posibilidades. Híbridos de realidad y posibilidad, somos ciudadanos compartidos de realidad y deseo.”

Nuestras posibilidades, eso que permanentemente nos negamos a ver, porque nos parece mejor identificar nuestras “imposibilidades”; para así, con esa excusa tratar de acallar a nuestra conciencia, que permanentemente nos propone nuevos retos. Preferimos asumir nuestra inefable mala suerte, que tomar las riendas y tratar de “forzar” nuestro destino, dirigiéndolo hacia las metas que deseamos.

Sin imaginar todo es monotonía, sin imaginar la vida es una fotografía en blanco y negro; tiene todo el sabor clásico, pero le falta la viveza de las imágenes, que proporciona el color.

No imaginar es darse por vencido, es aceptar los acontecimientos como si fueran irreversibles y propiciar nuestra propia insatisfacción. Componer mentalmente una realidad diferente, no es ser un inconsciente, muy al contrario, es poner la semilla para que germine un futuro mas acorde con nuestras expectativas. Instalarse en la monotonía puede ser cómodo, pero no lleva a ningún destino apetecible de verdad.

Las posibilidades de alcanzar una nueva meta, no está basado solo en función de los medios, hace falta además, dedicación, esfuerzo y empeño en el logro. Por muy bien delimitada  que se encuentre y por muchos  posibilidades materiales que tengamos; es necesario estar convencido del logro y dedicar nuestra voluntad a fortalecer todos aquellos resortes que se encaminan hacia el destino

Ese conjunto de lo real y lo posible, es un balance permanente de logros y fracasos, que no puede ser relacionado exclusivamente con las posibilidades previas. Nuestro propio empeño abre expectativas y facilita logros, que parecían lejanos.

Para que las “cosas” sean, primero tenemos que imaginar y luego perseverar hasta conseguirlo. Perseverar, es no abandonar al primer fracaso. Los fracasos puede que sean el mayor acicate para aprender. Aprender es procesar las posibilidades para conseguir un fin. Conseguir un fin, es creer con firmeza a nuestra imaginación.

martes, 10 de julio de 2012

Felicidad



Dice José Antonio Marina en su libro “El aprendizaje de la sabiduría”: Para aumentar la posibilidad de ser feliz, el ser humano debe ser capaz de realizar una serie de actividades: las cinco principales son:
  Elegir las metas adecuadas, lo que significa establecer prioridades, saber planificar, hacer revisión de la vida, atreverse a cambiar de proyecto si es necesario, determinar la jerarquía de valores que van a dirigir nuestra acción, etc.
  Resolver problemas, ser capaz de tomar buenas decisiones, de no refugiarse en la pasividad o en la huida, saber reconocer lo que es o no es una buena solución, soportar el esfuerzo para ponerlas en práctica, etc.
  Valorar las cosas adecuadamente y disfrutar las buenas. La capacidad de disfrutar no es tan común como parece. Con frecuencia la ansiedad, el miedo, el aburrimiento o la envidia nos impiden apreciar lo bueno.
  Tender lazos afectivos cordiales con los demás, ser capaces de querer, de convivir; de colaborar, de comprometerse.
  Mantener la autonomía correcta y responsable. Se trata de acertar con la distancia justa. Ni guión que anule la propia autonomía, ni desvinculación que rompa los lazos sociales.
Podemos llamar “sabiduría” a la capacidad de realizar esas actividades, o lo que es igual, de aumentar la posibilidad de ser felices."

Vaya propuesta y nosotros con “el interior a medio construir”(1), perdiendo mucho tiempo en aparentar, pero dedicando poco a lo que debería ser nuestro norte, es decir, dotarnos  de suficientes mecanismos para perfeccionarnos internamente y que el resultado de esa reestructuración,  sea nuestra tarjeta de presentación sincera y sin subterfugios inútiles. No habrá nada que nos proporcione tanta felicidad y esa es nuestra misión principal en esta vida.

Salvar las relaciones, con actos vacíos, que confundan a los que nos rodean, aún suponiendo que sean efectivos a corto plazo, devendrán en el sinsentido que provoca la falta de autenticidad; sobre todo cuando  involucramos a otras personas vendiéndoles unas circunstancias ficticias y luego pretendemos recibir de ellas una “entrega total”. Por coherencia, nadie debería esperar de los demás, lo no está dispuesto a dar.

Por mucho esfuerzo que uno haga en ser el que es, mientras no termine el edificio interno lo tiene muy difícil y eso más que un acto, es la consumación de una serie de etapas decididas y firmes en el avance para cimentar nuestras convicciones. Saber valorar lo que necesitamos, es un avance importante para consolidar un estado de serenidad, porque la ansiedad y la inquietud las provocan siempre la carencia de cosas superfluas.

Como vamos a querer a quienes nos rodean, sino hemos sido capaces de construirnos a nosotros  mismos, es decir, querernos. Estar en paz internamente, es otra de las antesalas previas al “salón” de la felicidad y nosotros, incautos empedernidos,  buscándola de modo incansable fuera. Pero todo esto, solo es posible comprometiéndose, de modo firme con nosotros primero y luego con los demás, esa es la convivencia real. Pretender pasar de “puntillas” por los temas y conseguir con ello intercambios de lazos firmes de amistad o amor, es  cuanto menos una osadía.

Tener el interior a medio construir, es como conducir con malos frenos. Conducir con malos frenos es correr riesgos innecesarios. Quienes corren riesgos innecesarios, desafían continuamente a la naturaleza. Quienes desafían a la naturaleza son en el fondo unos inconscientes. Casi siempre los inconscientes tienen el interior a medio construir.


(1) Frase de Mercedes en su comentario en la entrada “Inmadurez” (7/7)

lunes, 9 de julio de 2012

Verdades vitales



Dice José Luis Sampedro y Olga Lucas en su libro “Cuarteto para un solista”: “- ¿Me estás diciendo que verdad es lo que uno cree que es verdad?
- Naturalmente. Lo importante en la vida de una persona es su creencia. Las creencias son las verdades vitales, las que nos guían y motivan, decidiendo nuestro futuro. La mente humana concibe con toda fantasía los mitos  más variados, inventa hadas y gigantes, se propone intereses y objetivos, rumbos desconocidos y cualquier otra creación. Los innumerables dioses de tantas religiones han nacido en la mente humana y sus historias y características se han desarrollado en incontables textos.
- ¿Qué hacer para conocer la verdad ante tanta hipótesis?
- Mi norma es no aceptar nunca pasivamente lo que nos dicen; no asumirlo aunque lo diga una autoridad ni aunque se encuentre escrito en un libro donde alguien consignó hace siglos su propia creencia. Hay que enterarse, comparar y elegir. Alguna de esas propuestas arraigará porque te convence. Si se acepta sin pensar no se vive la propia vida, sino la que otros dictan. En cambio, con la verdad propia asumida, se está en el camino de llegar a ser quien se es.

Extraordinaria propuesta, digna de quien la hace. Difícil para  los que como nosotros, vivimos de acuerdo con los cánones establecidos, sin habernos planteado nunca por qué. Pensamos que somos independientes, pero en realidad nuestro modo de actuar es poco o nada crítico. Asumimos  siempre.

La verdad es que enterarse, comparar y elegir, es un planteamiento sencillo de enunciar, pero claramente complicado de aplicar y no solo por nuestra posición ante los acontecimientos de la vida; ya fuimos educados en ese sentido en la escuela, el instituto y la universidad. Más que formación, lo que recibimos fueron recetas. Tan es así, que preferimos memorizar, mas que razonar. Nadie nos enseñó, que lo principal en las personas es su propio criterio, para discernir por sí mismos, aquellos acontecimientos que estén a su alcance.

Tan arraigado tenemos este comportamiento, que para nosotros contrastar pareceres es acabar discutiendo. No sabemos dialogar, solo sabemos defender dialécticamente nuestros puntos de vista, mucho mas por tener razón, que por aflorar la verdad. Bien es verdad, que fruto de esta práctica, escuchamos poco a los demás y peor aún, solo queremos oír a los que postulan en la misma dirección que nosotros.

También es verdad, que los medios de comunicación a nuestro alcance, son “clones”, que buscan divulgar exclusivamente sus principios y denostar los de aquellos otros que no se encuentran en su línea; de este modo no hay noticias, hay varias interpretaciones de los hechos, según la ideología de quien hace el comentario o la propuesta. Puestas así las cosas, no esperemos estar bien informados si no somos capaces de ver y contrastar, para luego decidir o formarnos un criterio propio, aunque no acertemos, peor es equivocarse con los argumentos de otros.

No hay que negar, que cuesta mucho más esfuerzo, esa independencia que trata de esbozar Sampedro, que la dulce pendiente, que representa deslizarse por la opinión más cercana y posiblemente mayoritaria. Seremos tachados de raros y poco sociables, si no seguimos fielmente las costumbres del lugar o invocamos otras razones para considerar los acontecimientos cotidianos, pero ganaremos tranquilidad de conciencia  y por que, paz interior.

Aceptar sin más, es renunciar a nuestra singularidad. La singularidad nos define y nos identifica. Definirnos es indispensable para vivir con intensidad. Vivir con intensidad, requiere en muchas ocasiones, discrepar. Cuando no se discrepa nunca, puede decirse que se acepta sin más.

sábado, 7 de julio de 2012

Inmadurez



Dice Fernando Pérez-Barreiro Nolla, en el epílogo del libro “La España impertinente”, de Eduardo Punset: “Hay una eterna adolescencia en esta actitud española, que me temo tiene más de presunción inmadura que de orgullo histórico. Bien sabido es que, hasta que dejamos de preocuparnos de si nos miran los demás, no podemos empezar a verlos. Ese egocentrismo quizá sea inevitable en la adolescencia, pero España es una nación vieja, con un pasado a cuestas, y no tendríamos los españoles por qué estar todavía en esas. A no ser que precisamente de ese pasado nos vengan las rémoras que nos vedan el acceso a la madurez. Que haya experiencias que quedaron  sin hacer, y tal vez del mismo orden dentro y fuera, y que, nuestra personalidad no corresponda a nuestros años.
De la historia debe venir esa vieja fantasía de la raza en virtud de la cual preferimos pensar que todo el mundo nos envidia a admitir con ecuanimidad que no se queden entusiasmados al vernos aparecer, antes de que hayamos hecho nada, simplemente por ser quienes somos. La otra cara de esa moneda, la versión interna de esa fantasía, es el desprecio por el trabajo y por le cultivo personal, tantas veces señalado en la literatura del patriotismo crítico español. Quien se cultiva, tiene que empezar por admitir que no es perfecto y no puede permitirse el lujo de la suspicacia quisquillosa y paralizante del hidalgo.”

Buena propuesta, estamos mas predispuestos a aparentar, que a ser. Fruto de este planteamiento erróneo, nuestra tendencia a pensar, que debemos ser admitidos con entusiasmo, pues creemos, que el personaje que nos hemos adjudicado,  es digno de  encomio sin ningún paliativo, queremos obviar de este modo la valoración de los demás, y no admitimos de buen grado actitudes que demuestren falta de acptación.

Esa preocupación por sobresalir, por ser el centro de las miradas en una reunión, nos lleva a posiciones ridículas; mas de “pavo real”, que de persona desenvuelta en ambientes sociales. Creemos siempre, que somos merecedores de las mayores consideraciones, sin darnos cuenta que los “méritos” que presentamos son normales y no reunimos característica alguna para tal pretendida distinción, o mejor interpretado, hay quienes lo merecen más y no se “jactan”, suelen preferir pasar desapercibidos.

Quizás el motivo sea el punto de inmadurez, que señala el autor. La verdad es que dadas nuestras características personales, queremos aparentar más, porque internamente conocemos nuestras verdaderas carencias. Sabemos claramente de nuestra debilidad y con esas posiciones fatuas intentamos “intimidar”, para evitar ser racionalmente evaluados; buscamos, en la mayoría de las ocasiones, posiciones ambiguas y evitamos los compromisos; interpretamos nuestro “seudo-falso” personaje con tanta intensidad, que nos preocupa que socialmente se descubra nuestra verdadera personalidad; olvidando con demasiada frecuencia, que las relaciones se mantienen cuando hay intercambios sinceros entre las personas y que a los demás si les importamos y  nos aprecian, es por lo que somos y no por lo que aparentamos.

Es muy posible que la inmadurez se haya asentado de tal modo en nuestro comportamiento; que nos impide hacernos adultos en el aspecto relacional y siempre tratamos de obtener ventaja, demandamos transparencia en los demás, pero somos incapaces de darla. Creemos que con ello estamos más a cubierto de acciones incorrectas, sin darnos cuenta que somos nosotros quienes las propiciamos con nuestro comportamiento incorrecto. Quienes nos rodean acaban descubriendo nuestro absurdo “juego” y cuando lo hacen se alejan de una relación, que en el fondo era poco leal. Desaparecen y nos dejan sumidos en una extraordinaria confusión.

Madurez es asumirse tal cual se es. Asumirse tal cual se es, implica sinceridad para sí y para los demás. La sinceridad nunca traiciona. La traición siempre es una mentira. La mentira es una acción falta de madurez.

lunes, 2 de julio de 2012

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Dice Luis Rojas Marcos en su libro “Superar la adversidad. El poder de la resiliencia”: “…Como seres humanos que somos, vivimos constantemente  expuestos a los pareceres de otros… En todas las culturas las personas siempre hemos buscado unirnos unos a otros y el lenguaje ha sido el mejor medio para conseguirlo. Hablar y escuchar cuando hablan otros son actividades que nos definen. La sincronía entre las personas se manifiesta, además, en la facilidad con la que nos contagiamos unos a otros estados emocionales como la confianza, la alegría, el entusiasmo, la inseguridad y el pánico. Los seres humanos también nos comunicamos a través de mensajes subliminales que transmitimos a captamos sin darnos cuenta, porque su intensidad es demasiado tenue para ser claramente perceptible por nuestros sentidos. Son estímulos que funcionan en el área del subconsciente. Si embargo, esto no quita para que puedan influenciar nuestros pensamientos, el ánimo y los comportamientos…
 El efecto protector de las relaciones afectivas es independiente del sexo de la persona, de su edad, de su clase social y de su estado de salud física o mental.”

La comunicación, es la base de nuestro desarrollo equilibrado. Aislarse, por muy justificado que nos parezca, no resuelve nada y es muy posible, que empeore nuestra situación mental. Hablar y escuchar es muy gratificante, complementa nuestras percepciones y nos lleva por un camino de estabilidad, sobre todo si el intercambio es recíproco y sincero.

Una de las primeras vulneraciones, que habitualmente hacemos en el binomio hablar-escuchar es que, para lo que estamos especialmente predispuestos es para desplegar una inusitada verborrea, a ser posible gesticulante y demandar ser escuchados con atención e interés. Lamentablemente nuestra capacidad de escuchar es francamente limitada, en muchas ocasiones solo aparentamos oír, pero en realidad no nos percatamos del fondo de la cuestión, que nos plantea nuestro interlocutor.

Pero aún en este caso, necesitamos ese intercambio para sentirnos más reconfortados, no hay nada que alivie tanto, como la posibilidad de contrastar nuestra situación, con alguien de confianza, contarle lo que nos sucede, ya es parte importante de la solución de los problemas. Quienes por carácter o sucesos externos, se sumen en el aislamiento, son taciturnos y acaban sintiendo mucho más sus desventuras, porque no tienen a su alcance el mecanismo de descarga, que supone compartir.

Es indudable, que la sincronía para sentimientos de especial intensidad, se manifiesta  en multitud de tics y gestos, que afloran casi de modo involuntario. Aquí la palabra no tiene mucha preponderancia, porque la mirada y la cara toman protagonismo indiscutible y sintonizan con rapidez, con el estado de nuestro interlocutor. Hay algunos rasgos, que aún queriendo, no se pueden ocultar; dicho de otro modo, dicen más que un largo discurso.

Lástima que para esta tendencia innata, la premura y la falta de tiempo, que padecemos diariamente, sean sus principales antagonistas, ya que impiden percibir la tranquilidad indispensable, para dedicar el tiempo necesario a intercambiar con los que nos rodean. Siempre tenemos una excusa perfecta para dejar para otro día, lo que deberíamos abordar en este instante. Con esta actitud inconsciente, nos cargamos de tensión, no resolvemos nada y dejamos que cuestiones aparentemente poco relevantes, nos invadan y se conviertan en problemas mayores.

Pero este es el peaje de la vida moderna, llegar tarde antes de haber salido. Nos imponemos una tiranía de la “urgencia”, que es más ficticia, que real. Tal vez lleguemos tarde, si, pero no a donde vamos, llegamos tarde al cuidado de nuestro equilibrio emocional y no nos damos cuenta de ello, sumidos en la vorágine cotidiana. Ni siquiera sabemos evaluar, el alto coste que pagaremos por este planteamiento tan absurdo. Los asuntos por muy relevantes que sean, nunca pueden priorizarse a nuestro equilibrio emocional. 

domingo, 1 de julio de 2012

Cinismo político



Dicen José Antonio Piqueras, Francesc A. Martínez, Antonio Laguna y Antonio Alaminos, en su libro “El secuestro de la democracia. Corrupción y dominación política en la España actual”: “El neopupulismo ha resultado ser un experimento cruzado por tres elementos:
  1. La simplicidad simbólica… Se trata de construir mínimos comunes denominadores y no muchos. Se consigue mediante la definición de un enemigo común. Es una vieja técnica que los estudiosos de los totalitarismos definían como la construcción del “chivo expiatorio”.
  2. Los experimentos neopopulistas tienden a la negación de las líneas de fractura (cleavage) horizontales (las divisiones de la sociedad, como la clase social) y en su lugar proponen las verticales (como la identidad, la pertenencia, etc.)… Los líderes aspirantes al neopopulismo descalifican las instituciones (por más que las regenten) en nombre del pueblo y prometen lo que saben que no pueden dar. Son conscientes de que la consecuencia puede ser una mayor desafección de la ciudadanía  respeto a las política: el denominado como cinismo político Pero el malestar popular respecto a las elites políticas  beneficia al líder neopopulista, que se desmarca de ellas y ha establecido una relación directa, vía medios de comunicación, cautivos o manipulados, con el público.
  3. …Se basa en la construcción de una identidad política sustentada en emociones, mucho más que en argumentos… Trabaja mano a mano con los medios de comunicación de masas para producir a través de ellos un tipo de discurso que busca una constante activación de las emociones… recurre a variadas estrategias de escenificación, como la teatralización y creación de falsos acontecimientos… porque son ellos los que permiten activar las emociones y generar solidaridades horizontales”
 La identificación de un enemigo común, siempre ha sido una forma de justificar los errores de gestión propios, para achacarlos a “factores externos”, personalizados en personas o instituciones, que de modo omnímodo y deliberadamente, centran sus acciones en dificultar o ningunear al colectivo (Ayuntamiento, Diputación, Comunidad etc.), que representa el líder neopopulista. Habitualmente estas instituciones  antagónicas, suelen estar gobernadas por otros partidos.

Cuando se argumenta y “machaca” bien, la razón de tales agravios, suele ser útil incluso, para “tapar” errores o falta de planificación propia y adjudicarlo a la falta de “sensibilidad” para entender las razones particulares de quienes se sienten desatendidos. Ya tiene buen cuidado el líder de exacerbar los ánimos con discursos poco razonados y cargados de “soflamas” o muletillas reiterativas para que calen profundamente en la población, con argumentos sencillos y sentimentales que interioricen con facilidad los ciudadanos.

Esta maniobra de distracción, trata de desviar la atención hacia otros asuntos, evitando así, que sean identificadas por los ciudadanos carencias, en las cuales el “enemigo común” aún no esta pertrechado o no existe.

Es un “encaje de bolillos” instrumentado con una estrategia muy sutil, difícil de identificar y suele ser muy efectiva, si viene acompañada de unos medios de comunicación afines, que completen con imágenes y/o artículos de prensa, las circunstancias de discriminación que se padecen, aprovechando para hacer notar la responsabilidad externa de estas carencias.

Esta actitud maniquea, sube de tono al aproximarse unas nuevas elecciones, en donde los argumentos principales suelen ser los agravios comparativos y la facilidad para instrumentar la solución, removiendo al partido político que gobierna en la institución hostil. Este ejercicio de cinismo político se evidencia, cuando conseguido el objetivo de cambio, las cosas siguen igual, pero algo se modifica radicalmente, ahora las críticas a esas carencias son en tono menor debido a que ya es del mismo “color político” el gobernante de la otra institución. Lo anterior era solo un ejercicio de puro desgate premeditado y desleal, cuyo efecto práctico es el deterioro y desprestigio de la clase política.

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