domingo, 27 de septiembre de 2020

Torre de Babel

 


Dice Antonio Muñoz Molina: “La política española es tan destructiva como el virus. Contra el virus llegará una vacuna, e irán mejorando los tratamientos paliativos; contra el veneno español de la baja política no parece que haya remedio… La clase política española, los partidos, los medios que airean sus peleas y sus bravatas, viven en una especie de burbuja en la que no hay más actitud que la jactancia agresora y el impulso de hacer daño, y el uso de un vocabulario infecto que sirve sobre todo para envenenar aún más la atmósfera colectiva, para eludir responsabilidades y buscar chivos expiatorios, enemigos a los que atribuir las culpas de todos los errores… A pesar de un clima político destructivo y estéril, de una clase política en la que sin la menor duda habrá personas honradas y capaces, pero que en su conjunto, en la realidad cotidiana de su funcionamiento, se ha convertido en un obstáculo no ya para la convivencia civilizada, sino para la sostenibilidad misma del país, para la supervivencia de las instituciones y las normas de la democracia”.


Las palabras pronunciadas con odio, imprecación y/o descalificación, solo generan más de lo mismo, aunque quien las pronuncia tuviera razón en su argumento, se descalifica a sí mismo con esa reprobable actitud. Conciliar, requiere una gran dosis de humildad y sobre todo una voluntad firme de unir esfuerzos y no distanciar. Criticar o no estar de acuerdo con el adversario, puede ser puesto de manifiesto, sin necesidad de ningunearlo con lengua afilada y llena de ironía, cargada de palabras inapropiadas, que a nada conducen, salvo a encrespar los ánimos.


Nos enfrentamos a una crisis sanitaria que no sabe de ideologías y que afecta a todos por igual. Para afrontarla deberíamos aparcar nuestras diferencias políticas y tratar de pensar la mejor solución a instrumentar, sin perder ni un solo minuto en identificar responsables y/o culpables, ya se dirimirán a posteriori, cuando todo esté superado.


Los ciudadanos asistimos atónitos a esas evidentes diferencias en la interpretación e instrumentación de las acciones a tomar para paliar sus efectos. Y esa sensación de improvisación que produce, nos va sumiendo en mayor incertidumbre y desasosiego, debilitando nuestra voluntad de afrontar los sacrificios necesarios, dado que recibimos mensajes diametralmente contradictorios cada día. Parece como si la estuviéramos afrontando sin rumbo definido, aunque así no fuera.


Sobre todo, porque el debate no solo se dirime con la palabra y la información de los medios de comunicación tradicionales; tiene su brazo divulgador  impropio en las redes sociales, donde una cohorte de “voces” interpretan y comentan, con acierto o sin él, sus opiniones al respecto. “Reinos de Taifas” que tratan de imponer criterio interesado y poco neutral, contando con el efecto amplificador  de sus seguidores.

 

Como acaba diciendo Muñoz Molina: “No sé, sinceramente, qué podemos hacer los ciudadanos normales, los no contagiados de odio, los que quisiéramos ver la vida política regida por los mismos principios de pragmatismo y concordia por los que casi todo el mundo se guía en la vida diaria. Nos ponemos la mascarilla, guardamos distancias, salimos poco, nos lavamos las manos, hacemos nuestro trabajo lo mejor que podemos. Si no hacemos algo más esta gente va a hundirnos a todos”.


3 comentarios:

Fackel dijo...

Uno de los artículos más lúcidos y bien argumentados que he leído en los últimos tiempos. Y el autor no es político. Acaso por eso mismo ve todo con más claridad, precisión y honradez. Gracias.

seriecito dijo...

Efectivamente, es escritor y Académico de la Real Academia Española, entre otros. Gracias por tu comentario.
Salu2:

Inter-Polis2020 dijo...

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