miércoles, 2 de septiembre de 2020

Consenso

 



Dice Fernando Savater en su libro “Política para Amador”: “Algo tenemos todos democráticamente en común: la posibilidad de romper con las fatalidades de nuestros orígenes y de optar por nuevas alianzas, nuevos ritos y nuevos mitos… En una democracia moderna debe darse una base única y sobre ella numerosas realidades plurales. La base única la forman las leyes —es decir, el elemento abstracto, convencional, pactado, revolucionario incluso— que han de ser iguales para todos y que deben resguardar los derechos humanos y determinar los correspondientes deberes. Te aclaro que las decisiones democráticas se toman por mayoría pero que la democracia no es sólo la ley de las mayorías…. Además de ser un método para tomar decisiones, la democracia tiene también unos contenidos de principio irrevocables: el respeto a las minorías, a la autonomía personal, a la dignidad y la existencia de cada individuo”.


No digo que deba ser este texto en concreto, pero su “espíritu” harían bien nuestros políticos de tenerlo presente. La cuestión no se acaba cuando se han reunido suficientes votos para aprobar una determinada Ley, eso es una victoria pírrica; la cuestión se acaba, cuando una mayoría más amplía que la que la ha aprobado, la “reconoce”, es decir se identifica con una gran parte de su contenido. No estar de acuerdo, no debería equivaler a una posición radicalmente contraria; sería muy conveniente que en todos los asuntos destacados, existiesen  puntos coincidentes y escenarios de encuentro, para todos, pactados previamente.


Lo principal no es legislar al amparo de la mayoría, lo más relevante es hacerlo procurando un consenso más amplio que el que se deriva de los votos favorables, toda vez que el objeto legislado será aplicado a toda la sociedad en general, sin distinción de ideologías. Pero sin embargo la dinámica actual, no es proclive a este planteamiento, en primer lugar las mayorías no son “fáciles” de conjuntar y en segundo lugar los partidos están más por la labor de resaltar con énfasis las carencias del contrario; utilizando modos ásperos y palabras excluyentes, tanto en la tramitación como en la aprobación; anticipando en muchas ocasiones los “no partidarios”, que cuando detenten el poder, seguramente trataran de derogar lo aprobado. Lo que produce una evidente inestabilidad y confusión en los ciudadanos.


¿Tanto cuesta consensuar?, ¿somos tan diferentes, que carecemos de puntos de encuentro?, ¿todo es blanco o negro?, ¿no hay grises? Creo que es un error de planteamiento evidente, que está incidiendo sobre el prestigio de la clase política, en modo creciente. Nos harían un gran favor los partidos políticos y mejorarían mucho nuestra calidad de vida; si dejasen de ser cajas herméticas donde el slogan que impera es: “cuando no  estás conmigo, estás contra mí”.

 

Parece que avanzamos hacia un futuro incierto y cargado de dificultades, en donde ganaríamos mucho si evitáramos los desencuentros ideológicos y tratásemos de encontrar zonas de confluencia razonable, para afrontar los avatares desfavorables, al menos, con conciencia de “suma” y no de “resta”. Tal vez así, nuestra visión sobre el futuro inmediato, sería menos pesimista y por tanto nuestro presente más llevadero. Para aunar esfuerzos se requiere: humildad, voluntad proclive al acuerdo y mucha generosidad.


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