miércoles, 23 de septiembre de 2020

Narcisismo


 

Dice Marilyn Vos Savant en su libro “El poder del pensamiento lógico” (1996): “Después de todo, el narcisismo tiene un enorme valor para la supervivencia del individuo, y éste puede ser el mecanismo que explica por qué el ser humano se siente emocionalmente incómodo cuando comete el más pequeño de los errores”.


Abandonarse a la autocomplacencia pretendiendo estar en posesión de la verdad siempre, nos ancla férreamente en el inmovilismo, que representa no asumir ninguna corrección a lo que pensamos y/o hacemos. Por el contrario, reconocer con cierta humildad nuestros errores, no es en absoluto un signo de debilidad, antes bien, es el mejor indicador de fortaleza interior y firme deseo de evolucionar a mejor.


Después de haberlos expuesto, somos esclavos de nuestros argumentos; nos convertimos en unos defensores acérrimos de su contenido, aunque  el desarrollo de los acontecimientos vaya poniendo de manifiesto lo contrario. No lo hacemos porque no hayamos evidenciado internamente dichas circunstancias divergentes; pesa mucho más en nuestro empecinamiento, el no exteriorizar expresamente nuestro error de interpretación, como si hacerlo fuera un reprobable demerito personal. Preferimos “enrocarnos” en nuestra posición, aunque para mantenerla tengamos que esgrimir argumentos espurios, que lo único que hacen es confundir y confundirnos.


El error actual asumido con sinceridad y prontitud, es simplemente, la antesala del éxito futuro. No es en sí mismo una derrota; depende de cual sea nuestra postura para rectificar y asumirlo; tan es así, que puede convertirse en una buena plataforma de progreso personal. No se aprende, sin equivocarse y no hay aprendizaje exento de errores. Solo se requiere ser coherentes y reconocer que no somos infalibles, seguro que los demás reconocerán positivamente nuestra actitud y apreciarán esa sinceridad como fortaleza y no como debilidad.


Esta innata tendencia a pretender “acertar” siempre, hace que en muchas ocasiones soslayemos abordar proyectos o expresar opiniones, por el temor de incurrir en fallos; aquí vendría bien recordar de nuevo a Séneca: “No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”


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