jueves, 10 de septiembre de 2020

Gestión transparente.

 



Dice Aurelio Arteta en su libro “Tantos, tontos, tópicos”: “Lo más grave de la corrupción política, con todo, no es la aireada corrupción de ciertos políticos, sino la más oculta e insidiosa corrupción de la política democrática misma. Aquella otra es particular y ésta general; una es tan solo un efecto, la otra su causa o al menos su ocasión. Lo que importa no es tanto la conducta irregular de algunos, como el hecho de que el sistema que en principio nos representa a todos anime, ampare o deje sin sanción aquellas conductas .La mayor corrupción política sería que la sociedad civil no haga mucho por acabar con los corruptos y las corruptelas. Bastante desorientado, el ciudadano ordinario suele irritarle mucho más conocer que un político se lleve dinero público al bolsillo que enterarse de que ese dinero vaya a parar a las arcas del partido. Deja entonces de percibir que aquel delincuente no le mancha con su delito, mientras que el partido que se apropia de ese dinero para una campaña electoral mancha el sistema político entero y atenta contra el principio de igualdad política y de representación. Por una u otra vía ese ciudadano, sorprendido o asqueado por la porquería que aflora a la superficie, tiende a reafirmarse en su miserable perjuicio de que así es la política y que de los propósitos de los políticos solo cabe la más torcida interpretación”.


Poco cabe añadir a lo que Arteta plantea. Estamos inmersos en una encrucijada lamentable, con una deriva insospechada; toda vez que los ciudadanos que asistimos atónitos a los desmanes que surgen con tan inusitada frecuencia; observamos cómo se prolongan - injustificadamente - en el tiempo y no llega la aplicación de las sanciones que correspondan, dada la propia lentitud de las instrucciones de los sumarios y las dilaciones que provocan los “artilugios” legales para demorar o impedir algunas de las pruebas o comparecencias, dilatando con ello las conclusiones. La intención es, que caiga mayoritariamente en el olvido de los ciudadanos, tal como si no hubiera sucedido.


Cunde por tanto una insatisfacción mayor. La sensación de impunidad para los autores de tales desmanes y por tanto el aliento indirecto a quienes tengan intenciones de repetir estas acciones impropias, dada la poca ejemplaridad y lentitud de las sanciones/penas, que les corresponda. Mientras tanto asistiremos a un “y tú más”  de los partidos políticos, como si el hecho de que otros hayan “caído” en los mismos abusos, fuera una eximente real para los propios. Notamos a faltar un pacto de Estado en donde todos pongan “voluntad” para impedir, con medios efectivos, la repetición de este tipo de acciones deleznables, siendo los partidos, mediante una investigación interna rápida, los primeros en depurar responsabilidades con contundencia.


Como dice Arteta. “Precisamente por ser público, o sea, por gestionar los asuntos de todos, el poder político debe de ser publicado, es decir, quedar a la vista de todos”



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