sábado, 12 de septiembre de 2020

Gestión transparente II

 



Dice también sobre la corrupción Aurelio Arteta en su libro “Tantos, tontos, tópicos”: “Pero hay inmoralidad pública también —y quizá más considerable, por más ramificada— en el prolongado consentimiento de tales conductas ilícitas por parte de quienes las conocían. Hay así, desde luego, un silencio cómplice en los partidos que les  mantenían  en sus puestos. Recuérdese  además  que no hay corruptos sin corruptores, ni unos ni otros sin encubridores  de la corrupción. Y que estos tres géneros de personajes florecen tanto o más en nuestra ensalzada sociedad civil que en la escarnecida clase política que dirige el Estado. Ninguno de los grandes escándalos políticos de este tenor ha sido posible sin la pasividad o cooperación de muchos que permanecen en la sombra… Al contribuir  a   desvelar   estos   escándalos,   los   medios   de comunicación cumplen un alto servicio ciudadano. Ahora bien, tanto el momento particular en que se publican, como los comentarios que los adornan, dejan en el ciudadano el regusto de que ahí anidan unos móviles partidistas inconfesables. En resumidas cuentas, de que tal información se ha guiado menos por el propósito de restablecer la verdad o depurar la vida pública que por el de propinar un navajazo al partido del adversario”.


No es factible, que en una organización, algún miembro de la misma, practique reiteradamente conductas impropias, sin que en su alrededor nadie se percate; más todavía si dichas acciones afectan a la “caja”. Quienes miran hacia otro lado, aun habiéndose dado cuenta de lo que está sucediendo, son “colaboradores” indirectos necesarios para que estas acciones fraudulentas, se perpetúen en el tiempo.


Este comportamiento los hace también responsables de las consecuencias que se produzcan en el futuro, cuando dichos desmanes sean evidenciados y en esto las organizaciones que deseen no ver repetidos los hechos delictivos, deberían de ser inflexibles cortando de raíz las actuaciones “consentidoras”; dado que quien las ha practicado, ha sido absolutamente  desleal con la propia organización por no denunciar el fraude y también debe de ser sancionado, aunque no tenga responsabilidad civil/penal.


La participación de los medios de comunicación suele ser imprescindible para evidenciar estas acciones deshonestas, poniendo en conocimiento de los ciudadanos las “tramas corruptas” que estaban operando con toda impunidad. Y así  ha sido históricamente, bien por la colaboración de algún “arrepentido” o por su propio seguimiento e investigación. Pero es cierto lo que dice Arteta, se percibe cierto trato diferenciado si el partido involucrado en la trama, tiene afinidad con el medio de comunicación o no.


El restablecimiento de la verdad no es siempre lo que prima; en algunas ocasiones la forma de explicarlo si el partido es afín, trata de minimizar el hecho, cuando no, busca la similitud con acciones reprobables anteriores de otras organizaciones políticas, como si tuviéramos que asumirlo como un “mal menor”. El fraude no pierde su naturaleza reprobable, aunque ya otros partidos oponentes lo hubieran practicado. Unos y otros deben de ser condenados por igual, sin ningún paliativo, con obligación de reponer las cantidades “distraídas” y la asunción de responsabilidades del partido político, si hubiere lugar.


Además, como dice Arteta: “Aquel mismo Kant ya nos  advirtió de  que,  si  la honradez  es  exigible a  cualquiera, valorar como admirable el comportamiento meramente honrado de alguien, es señal segura de la deshonestidad general”.



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