Dice Moisés Naím en su libro “El fin del poder”:” La esencia de la
política es el poder; la esencia del poder es la política. Y desde la antigüedad
el camino tradicional hacia el poder ha sido la dedicación a la política. En
realidad, el poder es a los políticos, lo que el sol a las plantas: tienden
naturalmente a buscarlo.
Lo que hacen los políticos con el poder varía; pero la
aspiración a poseerlo es el rasgo fundamental que tienen en común. Como dijo
Max Weber hace casi un siglo: “El que se dedica a la política lucha por el
poder, bien como medio para lograr otros fines, ideales o egoístas, o bien para
alcanzar “el poder por el poder”, es decir para disfrutar del sentimiento de
prestigio que el poder confiere”.
Es indudable que Max Weber hace
un siglo, seguramente no podía imaginar, que los políticos en España, aun
habiendo conseguido el poder – su máxima aspiración – no gocen de prestigio.
Lamentable, sobre todo porque se lo han ganado a pulso. Ya se que no todos son
iguales. Los desmanes de los “aprovechados”, han manchado a todos y hay muchos
que no han metido la “mano en la caja”, no se han lucrado o dejado lucrar a sus
familiares y amigos y seguramente ni siquiera han acumulado más patrimonio del
que ya tenían cuando llegaron a sus cargos.
Creo que los ciudadanos en
general, eso también lo saben. Creo también con certeza que ni siquiera
identifican a todos de manera tan peyorativa. Sin embargo, viven atónitos
contemplando como los asuntos “turbios” los resolverá la justicia, pero
simultáneamente no han detectado que las organizaciones políticas, acometan
investigaciones internas firmes y en profundidad, para tratar de identificar
cual es el alcance de la “avería”.
Algunos de los hechos que se han
conocido y los que van aflorando, dicen muy poco de los que deberían haber
controlado el uso del dinero público. Seguramente ellos no han estado en
contubernio con los “impresentables”…pero y ¿el control interno?, se puede
decir que ha brillado por su ausencia. Las circunstancias son las que son y los
tribunales decidirán y condenarán, pero mientras tanto… ¿podrían otros repetir
lo mismo?, ¿o se han removido suficientemente las estructuras como para impedirlo?.
Salvo que no hayan trascendido dichas medidas, parece que no.
En ocasiones cuesta creer, que
tantas personas hayan tenido que hacer la vista gorda, tapado, ocultado o
ignorado la evidencia, para que hayan sido posible los “desaguisados” y estoy
convencido que posiblemente no habrán participado en los latrocinios, pero si
han evidenciado un carencia absoluta de sensibilidad colectiva, callando y
consintiendo. Han preferido no señalar las conductas reprobables de unos pocos,
en detrimento de todos y esa es otra causa de la desafección y desconfianza de los
ciudadanos en las instituciones. Un corporativismo mal entendido o una evidente
carencia de criterio.
Seguramente nos está sucediendo
lo que decía Wrigth Mills, en 1956 en su
libro “La élite del Poder”, tal como cita Naím en el suyo: “En ella describía como en Estados Unidos el poder estaba en manos de
una “casta” dominante que controlaba los asuntos económicos, industriales y
políticos”. Si fuese así es indudable que una renovación en profundidad
sería imprescindible, porque repetir con tedioso mimetismo lo mismo, no es
seguro de estar acertado en la solución de los problemas y desconfiar de la
imaginación para resolver los asuntos con otros “aires” es cuanto menos
inmovilista.
1 comentario:
Todo es política... todos deberíamos "ser políticos"... tal vez de esa manera las liebres no serían gatos en la mesa social...
El asunto es una labor de tod@s, la abdicracia no es un buen sistema...
Saludos.
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