Dice Marilyn Vos Savant en su libro “El poder del pensamiento lógico”: “El
pensamiento ególatra es un problema grave. Todos deseamos creer que tenemos
razón. Y cuando nos formamos una primera impresión. Aunque no sea de inmediato,
nos resulta difícil modificarla. Luego procedemos a interpretar las futuras
informaciones de modo que confirmen lo que ya sabemos.
Quizás el
deseo de tener razón es instintivo en el animal humano. Después de todo, el
narcisismo tiene un enorme valor para la supervivencia del individuo, y este
puede ser el mecanismo que explica por qué el ser humano se siente
emocionalmente incómodo cuando comete incluso el mas pequeño error”.
Formarse opinión propia sobre los asuntos
relevantes, es un ejercicio intelectual, que considero imprescindible en
nuestra vida. Buscar la razón lógica, a pesar de la maraña de informaciones,
que tenemos a nuestra disposición sobre cualquier asunto y no todas ellas
independientes y objetivas; se está convirtiendo en una tarea muy complicada, pues
parece que las cosas cuanto más se repiten más verdad son y hay especialistas
en ello.
Defender a ultranza nuestras opiniones, sin dar
cabida al contraste de otras, por muy discrepantes que sean, es un gesto de
orgullo absolutamente impropio, cuyo resultado práctico es el “empobrecimiento
intelectual”. No hay tema, que no pueda ser enriquecido con el debate ordenado
de los puntos de vista discrepantes de cada uno. No tengo ninguna simpatía, por
quienes defienden como verdad absoluta “su razón” y no tienen la menor
disposición a escuchar la de otros, presuponiendo que es errónea o equivocada
cualquier posición discrepante.
Creerse en posesión de la razón absoluta dice muy
poco de quien así piensa. Pero además conlleva una actitud social carente de
empatía, que nos distanciará cada vez más de todos aquellos cuyos planteamientos
no sean coincidentes con los nuestros. Es cierto que algunas tertulias
televisivas, muestran unos contertulios muy proclives a la descalificación
global y poco dispuestos al entendimiento y puede ser que estos estereotipos
produzcan efectos indeseados en los espectadores habituales.
Escuchar con atención - sin prejuicios - a nuestros
interlocutores, es una garantía de enriquecimiento intelectual mutuo. Defender
nuestra razón, sobreponiendo los argumentos verbales sobre los de los demás,
bien por voz o por gestos, es una forma espuria de “cargarse” un diálogo
civilizado. Los argumentos democráticos, por muy discrepantes que sean, no
pueden ser rechazados de plano, sin sopesar en profundidad su contenido y no es
garantía de “no razón”, que quienes los estén expresando sean
minoritarios. Todas las ideas democráticas,
en sus comienzos, fueron minoritarias y claramente innovadoras de los
principios mayoritariamente asumidos.
Vivimos con urgencia y cargados de obligaciones, lo
cual nos hurta el tiempo para reflexionar serenamente y es comprensible, que
bajo esta presión, nuestro tiempo sea escaso y nuestra capacidad de asimilación
esté mermada, pero ello no es óbice para
rechazar de plano todo lo que no sea lo “habitual”; hay circunstancias que no
pueden ser excusadas solo por la premura
de tiempo. Si dejamos que nuestra forma de vida actual, nos haga perder la
capacidad de dialogo, nos hacemos un flaco
favor, pero más aún, solo contribuimos con esta actitud a estar cada día mas
solos… aunque estemos en compañía.
4 comentarios:
Comparto todo lo expuesto en esta entrada. Yo tengo más dudas que certidumbres. Por eso me gusta plantear temas de debate....Para aprender.
Saludos
Luis Antonio:
Gracias por tu comentario.
Estoy muy próximo a tus comentarios y el debate en sus justos términos, enriquece siempre.
salu2:
Decía Alejandro Carrión que "las ideas contrarias clarifican las propias"... y yo creo que es cierto.
Saludos
Impersonem:
Yo también lo creo, pero añadiría, solo si se escuchan con atención...
Salu2:
Publicar un comentario