miércoles, 3 de julio de 2013

El Esfuerzo

                                    

Dice Alfonso López Caballero en su libro “El arte de no complicarse la vida”: “… también nuestra sociedad – supercompetitiva y violenta – fomenta una cultura de ganadores y perdedores, triunfadores y fracasados, una cultura en la que todo vale para conseguir el éxito y el triunfo, una cultura donde al fracasado se le hace morder el polvo, se le margina y se le excluye cruelmente.
Si se piensa despacio, por un lado el sistema consumista en el que estamos inmersos no educa para la frustación y por otro lado el mismo sistema provoca una serie interminable de frustaciones.
Frente a esa cultura que promueve el hedonismo, la ostentación y la acumulación como valores dominantes, la educación – tanto familiar como escolar – lo tiene muy difícil para desarrollar valores como la responsabilidad, la reflexión, el esfuerzo del conocimiento científico y del análisis riguroso, el compromiso en la búsqueda de la verdad, la austeridad y la solidaridad.”
La realidad que plantea es absolutamente desoladora, pero en mi opinión es así; tal vez nos iría mejor, si los parámetros para medir nuestro “éxito” en la educación académica, se ajustasen mas a lo que él llama el “esfuerzo por el conocimiento científico”, pero lamentablemente los parámetros distan mucho de ese criterio. Lo que prima sobre todo es la “nota”, no el conocimiento; la formación esta compuesta por una serie de conocimientos teóricos, escasamente conectados con el mundo real, que además se complementa con unos supuestos prácticos, en su mayoría solo válidos en el ámbito académico; es decir, una simulación práctica, poco o nada aplicable en la vida profesional. Al menos en las disciplinas que conozco con más amplitud.

Bien es cierto que la ley del esfuerzo mínimo se ha impuesto, la falta de liderazgo en los docentes, unido a un desinterés generalizado en los alumnos, han propiciado un ambiente poco proclive a un aprendizaje interesado, prima más el cumplimiento de los requisitos mínimos para conseguir ese aprobado, que el verdadero interés por incorporar conocimientos con arraigo y permanencia. Salvando, claro está, en ambos colectivos quienes imparten docencia por vocación y quienes asisten a las aulas con vivo interés por acumular conocimientos, no escatimando aplicación de tiempo y esfuerzo.

La realidad universitaria, es como una burbuja, dista mucho de la vida real. Es un entorno particular, con pautas de conducta y visión completamente sesgada. Quienes acceden a las enseñanzas universitarias, no asimilan que son unos privilegiados; no interiorizan ni asumen la elevada aplicación de recursos públicos, para que pueda cursar las asignaturas de su carrera, ya que ni siquiera quienes pagan la matrícula, están soportando el coste que representa, ésta es otra circunstancia añadida, que difumina la dilatada presencia en las aulas, justificada por la creencia de que con las tasas está cubierto el coste. Quienes no aplican interés y esfuerzo para cumplir las metas en un tiempo prudencial, no solamente se hacen un “flaco favor”, sino que dificultan el devenir normal en las aulas, sobredimensionando las necesidades y además derrochan recursos públicos.

Cada vez más los comportamientos sociales están exentos de responsabilidad, nuestra posición dista mucho de quienes quieren practicar la solidaridad, buscando el beneficio global y no intentando priorizar los asuntos propios en detrimento de los demás. Vivimos una “verdad” difuminada por una conciencia absolutamente parcial e interesada y nos aproximamos a la realidad con muy poco interés de cooperar, nos interesa “lo nuestro” y empatizamos con los que nos rodena en contadas ocasiones. Así nos va, nos hemos instalado en el descontento y siempre son otros quienes deben solucionar nuestros problemas o peor aún quienes impiden que los resolvamos, porque creemos firmemente que aplicamos interés y esfuerzo suficiente.

Como dice López Caballero: “En un sistema competitivo como el que nos mantiene, hay que enseñar que el hombre- aunque sólo sea como elemental mecanismo de defensa – se adjudica a sí mismo el éxito y achaca el fracaso a los demás.”

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