Dice Pascual Serrano en su libro “Desinformación. Como los medios ocultan el
mundo”, citando a Chesterton: “Hasta
nuestros días se ha confiado en los periódicos como portavoces de la opinión pública.
Pero muy recientemente, algunos nos hemos convencido, y de un modo súbito, que
no gradual, de que no son en absoluto tales. Son, por su misma naturaleza, los
juguetes de unos pocos hombres ricos. El capitalista y el editor son los nuevos
tiranos que se han apoderado del mundo. Ya no hace falta que nadie se oponga a
la censura de la prensa. No necesitamos una censura para la prensa. La prensa
misma es la censura. Los periódicos comenzaron a existir para decir la verdad y
hoy existen para impedir que la verdad se diga (Gilbert Keith Chesterton)
Ha llovido mucho desde 1917, que
es el año de la cita. Pero sin embargo, casi 100 años después, la podríamos recuperar
como ejemplo de lo que sucede en la actualidad; debe de ser, porque la verdad
sobre los acontecimientos que suceden en la vida cotidiana, importa poco o
nada; importa mucho más, la “seudo-verdad” que debemos manejar los ciudadanos
de “a pie”, para que vivamos conociendo
los asuntos a medias y completamente segados, por la tendencia de quienes lo
cuentan.
Los periódicos y también puede
hacerse extensivo al resto de medios de comunicación, viven una atribulada
vida, subidos en un filo de la navaja, haciendo equilibrios impensables con el
objeto de satisfacer los intereses de quienes los dominan económicamente; es,
lamentablemente, el marchamo de
continuidad del medio. He expresado la frase con los periódicos y los medios,
porque entiendo que hay periodistas singulares, que mantienen su independencia
e incluso sacrifican su propio futuro, por ser coherentes con el concepto de
información con mayúscula, es decir, libre de toda mediatización.
En un momento en donde los medios
potenciales son casi infinitos, tenemos que lamentar con mucha resignación, que
la independencia individual – salvando excepciones – sea mínima. Los grandes
medios, es decir, los más controlados; enfocan los temas, para defenderlos o
atacarlos, no en base a la objetividad necesaria para poder informar con
garantías, no, lo hacen según la línea editorial imperante y rechazan por falsa
cualquier otra interpretación divergente, aduciendo, curiosamente, clara falta de objetividad y mediatización
manifiesta de su opuesto.
Triste panorama futuro, que no
tiene perspectiva de solución; como
constata la vigencia de una frase escrita hace tanto
tiempo. Perdemos todos y no gana en absoluto la información y con el tiempo se
producirá – como en la política – una evidente desafección de los ciudadanos;
cansados de ser tomados por marionetas a quienes se les puede contar las cosas
“a medias”, para tratar de crear una corriente de opinión determinada e
interesada y distante de la realidad.
Como dice Ignacio Ramonet en el
prólogo del libro: “…en democracia, la
censura funciona por asfixia, por atragantamiento, por atasco. Nos ofrecen
tanta información y consumimos tanta información, que ya no nos damos cuenta de
que alguna (precisamente la que más me haría falta) no está.
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