miércoles, 12 de junio de 2013

Comunicar




En el libro “La ciencia y la vida”, escrito por Valentín Fuster y José Luis Sampedro con Olga Lucas, dice Fuster: “Para mi, José Luis, comunicarse es transmitir la realidad de uno mismo, la verdad de uno. De manera que se quiera y pueda, pero se trata de exteriorizar lo que se lleva dentro. Esto es para mi comunicación. El hablar del tiempo, de la última noticia, no es comunicación. La comunicación a la que yo me refiero consiste en la abertura del individuo en su profundidad anímica, en una transmisión de sinceridad que conecta con la amistad y el amor o apoyo… el salir del aislamiento y de la coraza personal es lo que proporciona la paz interior…”

Toda la vida entrenándonos en hablar de nimiedades, con una verborrea inusitada, pensando que cuanto mayor era la intensidad y el flujo de palabras, mas nos ejercitábamos en la comunicación y mas satisfechos nos sentíamos; para llegar a la conclusión de que lo único que verdaderamente hacemos es levantar un muro, tras el que nos parapetamos para evitar que los demás conozcan lo que verdaderamente sentimos y anhelamos, como si de ese modo gozáramos de mayor protección personal.

Dada la sociedad en la que vivimos; en la que proliferan toda serie de trampas saduceas, conformadas con los mimbres que supone el conocimiento de las debilidades ajenas; se contrae un elevado riesgo, si con quien hace uno sus confidencias, no tiene voluntad “sana” de aconsejarnos o simplemente escucharnos y lo que pretende es identificar flancos con los que pueda atacarnos a su conveniencia e interés.

Aunque bien es cierto que este tipo de artimañas, son más frecuentes en el mundo laboral que en la vida cotidiana; aunque esta última no esté completamente exenta. Quienes trabajan muchos años en la misma empresa, tienen que ser especialmente cuidadosos con el pasaje de San Mateo “…que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”, pero no el sentido del planteamiento bíblico, sino en la imprescindible necesidad de ser cautos con nuestras manifestaciones; lo mejor es ser ambiguo y tener la capacidad de manifestar un argumento o su contrario sin ningún recato, según el ambiente en el que nos estemos desenvolviendo.

A pesar de esta práctica cotidiana, me llama mucho la atención, como en estos modernos sistemas de comunicación cibernéticos, la mayoría rebasa esos límites de “precaución”, pensando que únicamente leen lo que escriben personas muy allegadas, sin percatarse de que es más público que si hiciese un pregón.

Como dice mas adelante Sampedro: “Antes que nada, tenemos que andarnos con cuidado en el uso de las palabras. Para la inmensa mayoría de la gente, “comunicación” no supone tratar de decir la verdad, sino hablar, decir cosas.”

2 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Huummm, una entrada muy interesante...

Desde mi punto de vista, el secreto de la comunicación radica en la elección del registro correcto y del vocabulario adecuado según el interlocutor. No contarás lo mismo ni de la misma manera a tu amiga íntima, a tu jefe o al vecino del cuarto, y para mí todos son actos comunicativos.

¿...Y que hay que ir con cuidado a la hora de hablar? Por supuestísimo. Ya lo dicen por ahí, que "por la boca muere el pez".

Que tengas muy buen día. Un saludo.

seriecito dijo...

Mercedes:
Es indudable que el interlocutor es clave para establecer el tipo de comunicación.

Pero generalmente cuando bajamos la guardia por excesiva confianza, o valoración indadecuada de nuestro interlocutor, en muchas ocasiones nos arrepentimos de lo que hemos dicho...

Gracias por tu comentario.

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