Dice Roger Garaudy en su libro “La Alternativa”(1973): “El cambio que se está llevando a cabo por
obra de la televisión no puede compararse con el cambio que en la Humanidad se
dio gracias el invento de la escritura, pues tal cambio no es sólo de orden
cuantitativo, como sucedió para la difusión de la cultura al inventarse la
imprenta, sino cualitativo, pues toca el contenido mismo cultural. La era
histórica en la cual la escritura era la única mediadora entre el hombre y su
mundo ha quedado superada; y ha llegado ya a ser posible que el hombre
contemple y escuche al mundo entero sin tener que acudir al intermedio del
signo y del símbolo; él puede estar ya presente en todos los lugares del
planeta. Los niños y los jóvenes de hoy entran así directamente en contacto con
modos de vida y modelos de conducta que llegan a ocupar en su valoración un
lugar infinitamente más importante que la familia, la Iglesia y la escuela.”
Ha llovido mucho desde que
Garaudy escribía ésto y la verdad es que, lo que dice ha progresado a ritmo
exponencial. Cuando el hablaba, la Tv era un medio de comunicación, pero aún no
se había convertido en “el medio”; capaz
de aflorar lo mejor y lo peor, dependiendo de quien maneje esos hilos.
Instrumento creador de opinión, sea o no acertada dicha opinión o lo que
propone. De aquí el interés especial de los “poderes” a dominarla. Vale hoy en
día mucho más un instrumento de alcance tan amplio, que la influencia directa
sobre un periódico o una editorial.
Vivimos y convivimos con un
medio, que entre otras características, tiene la facultad de penetrar en
nosotros, sin que nosotros hagamos el mínimo esfuerzo; en un comunicado escrito, precisa la posición
activa del receptor al leerlo; la
información se “instala” en nosotros, pero con nuestra colaboración. Para
recibir lo mismo de la Tv, no es necesario más que apretar el botón del mando,
a partir de aquí nuestra posición puede ser absolutamente pasiva, salvo la acción de abandonar ese canal
y sintonizar otro.
Las imágenes son mucho más
intensas que la lectura. Al leer necesariamente tenemos que tener nuestra mente
despierta, para ir conformando la imagen de lo que nos trata de transmitir el
escritor y esta transformación seguramente no es homogénea, a cada cual le
transmitirá un mensaje “parecido”, pero no igual; los condicionamientos
sociales, culturales, familiares, etc., harán que nuestra recepción sea
singular.
La imagen televisiva, nos penetra
directamente y se acomoda en el lugar que le corresponde en nuestra memoria. Los
planos del realizador, que acompañan al relato hablado de quien la presenta,
son mucho más expeditivos, que las palabras del narrador. Participamos poco o nada,
mientras nos mantengamos sintonizados y no realizamos esfuerzo alguno
voluntario, salvo la atención auditiva y visual. Nada comparable a lo que
requería la lectura.
Tenemos además la impresión de
que la imagen es la representación auténtica de los hechos en si mismo, porque
no precisa de una elaboración personal interpretativa y no nos percatamos, que
las imágenes proyectadas son un resumen de lo verdaderamente acontecido, por
tanto sesgadas y esta misma circunstancia es la que hace que sean claramente manipulables al interés del
emisor o de quienes lo dirigen. Es la verdad, pero con careta de carnaval.
2 comentarios:
Fuí una apasionada teleadicta durante muchos años...Reconozco que la tele me ha dado momentos de felicidad, y en cierta forma me ha enseñado mucho...pero yo no sé si es que me estoy haciendo vieja y ando un poco de vuelta de todo, o que ha dejado de sorprenderme agradablemente, que ahora apenas la veo. Eso sí, por suerte o por desgracia, su poder es inmenso y se ha convertido en el uniforme de la Humanidad: todos somos mucho más iguales y hemos perdido parte de nuestras peculiaridades debido a (y no "gracias a") la tele.
Buen fin de semana. Un saludo.
Mercedes:
Coincido contigo, hevisto mucha TV y ahora me he alejado un poco. Los debates y otro programas de poca enjúndia me han incitado a hacerlo.
Salu2:
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