Dice Sharon Lebell en una
selección y nueva interpretación de Epicteto (55-135), de las ideas contenidas
en el Enchiridion y Los Discursos, en un
libro titulado “Epicteto, un manual de
vida”: “La libertad es la única meta que merece la pena en la vida. Se consigue
prescindiendo de las cosas que escapan a nuestro control. No podemos tener un
corazón alegre si nuestras mentes son un afligido caldero de temor y ambición.
¿Quieres ser invencible? Entonces no entables combate con aquello sobre lo que
no tienes un control. La felicidad depende de tres cosas, y las tres están bajo
tu poder: la voluntad, las ideas respecto a los acontecimientos en los que
estás envuelto y el uso que hagas de esas ideas.
La auténtica felicidad siempre es independiente de las
circunstancias externas. Practica la indiferencia con las circunstancias
externas. La felicidad solo puede encontrase dentro.”
Interesante planteamiento, para
una estructura social como la que
vivimos, en donde cuenta mucho más la apariencia hacia los demás de que somos
felices; que la propia felicidad en si
misma. Pesa bastante más la opinión externa, que la nuestra. Vivimos demasiado
pendientes de las circunstancias que nos rodean y concedemos una importancia
desmedida a esas estructuras; parece que
no solo necesitamos ser felices, sino que ponderamos mucho más que los demás
crean que lo somos.
Difícil encrucijada, no basta la
satisfacción interna; queremos el
asentimiento externo. Buscamos con más intensidad la “apariencia de felicidad”,
que la propia felicidad. Así nos va. Somos cautivos de una carrera sin fin
hacia un no se sabe donde. Como si tuviéramos que vivir en una “galería”,
expuestos permanentemente a opiniones externas. En definitiva falta de
confianza en nosotros mismos y planteamientos erróneos sobre lo que somos, lo
que queremos ser y sobre todo la voluntad y el empeño para conseguirlo; si no
está “consensuado” y “aprobado” por nuestro entorno social.
No deberíamos dejar que nos
“vivieran” los demás, deberíamos “vivirnos” nosotros. El entorno cercano debe
apoyarnos en nuestras metas y quizás aconsejarnos o darnos su mejor opinión;
pero en ningún caso dirigir nuestras acciones asignándonos un determinado rol.
No son directores de nada y no tienen esa prerrogativa, sobre nuestra forma de
vivir; que “vivan” ellos, que bastante trabajo tienen ya. Dejarse llevar por
comodidad o falta de criterio, conduce a lugares no deseados y posiblemente
crea, a la larga, enorme insatisfacción
Como dice Epicteto: “Las cosas son sencillamente lo que son. Los
demás que piensen lo que quieran; no es asunto nuestro. Ni vergüenza, ni culpa”.
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