En el libro “La ciencia y la vida”, escrito por Valentín Fuster y José Luis
Sampedro con Olga Lucas, dice Fuster: “Para
mi, José Luis, comunicarse es transmitir la realidad de uno mismo, la verdad de
uno. De manera que se quiera y pueda, pero se trata de exteriorizar lo que se
lleva dentro. Esto es para mi comunicación. El hablar del tiempo, de la última
noticia, no es comunicación. La comunicación a la que yo me refiero consiste en
la abertura del individuo en su profundidad anímica, en una transmisión de
sinceridad que conecta con la amistad y el amor o apoyo… el salir del
aislamiento y de la coraza personal es lo que proporciona la paz interior…”
Toda la vida entrenándonos en
hablar de nimiedades, con una verborrea inusitada, pensando que cuanto mayor
era la intensidad y el flujo de palabras, mas nos ejercitábamos en la
comunicación y mas satisfechos nos sentíamos; para llegar a la conclusión de
que lo único que verdaderamente hacemos es levantar un muro, tras el que nos
parapetamos para evitar que los demás conozcan lo que verdaderamente sentimos y
anhelamos, como si de ese modo gozáramos de mayor protección personal.
Dada la sociedad en la que
vivimos; en la que proliferan toda serie de trampas saduceas, conformadas con
los mimbres que supone el conocimiento de las debilidades ajenas; se contrae un
elevado riesgo, si con quien hace uno sus confidencias, no tiene voluntad “sana”
de aconsejarnos o simplemente escucharnos y lo que pretende es identificar
flancos con los que pueda atacarnos a su conveniencia e interés.
Aunque bien es cierto que este
tipo de artimañas, son más frecuentes en el mundo laboral que en la vida
cotidiana; aunque esta última no esté completamente exenta. Quienes trabajan
muchos años en la misma empresa, tienen que ser especialmente cuidadosos con el
pasaje de San Mateo “…que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”,
pero no el sentido del planteamiento bíblico, sino en la imprescindible
necesidad de ser cautos con nuestras manifestaciones; lo mejor es ser ambiguo y
tener la capacidad de manifestar un argumento o su contrario sin ningún recato,
según el ambiente en el que nos estemos desenvolviendo.
A pesar de esta práctica
cotidiana, me llama mucho la atención, como en estos modernos sistemas de
comunicación cibernéticos, la mayoría rebasa esos límites de “precaución”,
pensando que únicamente leen lo que escriben personas muy allegadas, sin
percatarse de que es más público que si hiciese un pregón.
Como dice mas adelante Sampedro: “Antes que nada, tenemos que andarnos con
cuidado en el uso de las palabras. Para la inmensa mayoría de la gente, “comunicación”
no supone tratar de decir la verdad, sino hablar, decir cosas.”
2 comentarios:
Huummm, una entrada muy interesante...
Desde mi punto de vista, el secreto de la comunicación radica en la elección del registro correcto y del vocabulario adecuado según el interlocutor. No contarás lo mismo ni de la misma manera a tu amiga íntima, a tu jefe o al vecino del cuarto, y para mí todos son actos comunicativos.
¿...Y que hay que ir con cuidado a la hora de hablar? Por supuestísimo. Ya lo dicen por ahí, que "por la boca muere el pez".
Que tengas muy buen día. Un saludo.
Mercedes:
Es indudable que el interlocutor es clave para establecer el tipo de comunicación.
Pero generalmente cuando bajamos la guardia por excesiva confianza, o valoración indadecuada de nuestro interlocutor, en muchas ocasiones nos arrepentimos de lo que hemos dicho...
Gracias por tu comentario.
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