jueves, 9 de febrero de 2012

Estado del Bienestar III



Dice John Kenneth Galbraith en su libro “Breve historia de la euforia financiera”: “Permítasenos subrayarlo una vez más, y en especial para quien estuviera inclinado a un escepticismo personalmente gratificador: a efectos prácticos, la memoria es asuntos financieros debería considerarse que dura, como máximo 20 años. Éste es el el tiempo que suele precisarse para que los frutos de un desastre queden borrados, y para que alguna variante de la demencia anterior rebrote a fin de cautivar la mente de los financieros. Suele ser el tiempo generalmente requerido para que una nueva generación irrumpa en escena impresionada, como ocurrió con sus predecesores, por su propio genio innovador. In poder sustraerse a esta impresión, es arrastrada por otras influencias que operan que operan en el mundo financiero, muy seductoras y que conducen al error. La primera, como se ha señalado suficientemente, es la facilidad con que un individuo, al prosperar, atribuye su buena fortuna a su superior perspicacia. Y cuenta asimismo la tendencia, que acompaña a la anterior y que protagonizan las muchas personas que viven más modestamente, de atribuir una aptitud mental excepcional a quienes, por lo demás con imprecisión, se identifican como ricos. Sólo en el mundo financiero se da un designio tan eficaz para encubrir lo que, con el paso del tiempo se revelará como un engaño a uno mismo y a todos en general”.


Así que genio innovador, vaya, vaya; iluminados y sorbedores de “coco”, que con esa enorme energía negativa de la que son portadores, nos complican la vida, haciéndonos “paganos” de sus devaneos con los fondos públicos, haciéndonos ver lo que no tiene ninguna lógica; gastando como si nos sobrase, para poner en funcionamiento o no funcionamiento, estructuras grandilocuentes de escasa utilidad práctica, evidenciadoras de nuestro “desaforado” progreso, con la única intención de sentirse “grandes” y engañarnos con apariencias falsas.


Quien no teniendo, gasta y vive como rico, acaba siendo paupérrimo. Pero así es la vida, quienes arrogándose una potestad que no les hemos transferido con nuestro voto; utilizan el presupuesto para sentirse como “faraones modernos”, nos hacen mucho la “pascua”, a quienes de casa al trabajo y del trabajo a casa, pasamos nuestros días, tratando de organizarnos una vida, lo más confortable posible. No sabemos o descubrimos tarde, que hay otros, que “curro lo que se dice curro” poquito o nada, en mesas de despachos rimbombantes decidieron hacer y deshacer, para que cuando el desaguisado estuviera servido, entre todos nosotros (no ellos), nos ajustásemos el cinturón y pechásemos con las consecuencias de sus despilfarros.


Que bien se dispone de los fondos de todos. Si hubiesen administrado con la filosofía de “un honrado comerciante”, otro gallo nos cantaría (bueno ojo, no lo digamos muy fuerte, no vaya a ser que un inspector de la Sociedad de Autores vaya de madrugada donde esta el gallo, e intente comprobar si su canto imita a algún cantante al uso y le puede cobrar algún pingüe derecho de autor a su dueño); pero no ha sido así, nos han administrado con otra filosofía, si tengo ingresos en el presupuesto los gasto y si no tengo pido presado y también lo gasto.


Si al menos fuese para mejor educación, sanidad, servicios públicos, etc., buena cosa hubiera sido, pero no, nos hacían falta eventos singulares, que nos pusieran en el mapa, nos identificasen y nos forjasen una carta de presentación, llena de buenos augurios; cada euro gastado se iba a multiplicar, con un retorno a través del gasto de los visitantes, muy rentable, pero que muy rentable.


Menos mal, debemos suponer que se ha producido así y digo que debemos suponerlo, porque hay tasas e impuestos que aun no pagamos (os acordáis de Gila y la tasa de desgaste de patio en la factura del colegio de su hijo)… o días por venir, futuro y ya los pagaremos, ya.


Lo he dicho otras veces, pero me repito, mi abuelo que era labrador decía: “si quieres saber quien es Migelico, dale un carguito”.


Galbraith escribió este libro en 1990, traducido al español en 1991

3 comentarios:

Tardío dijo...

Lo comparto

Tardío dijo...

contigo las sorpresas están a la orden del día

seriecito dijo...

Tardío:

La montonía es casí sinónimo de tristeza; vivir sorprendiendo,es casi intentar buscar la felicidad para los demás y para uno mismo.

Quien no se sorprende, puede decir que ha dejado de ser niño. Y francamente, ser adulto, adulto es una gran "lata".

Gracias por venir. Espero tus visita y comentarios.

Salu2:

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