Dice el Dr. Lair Ribeiro en su libro “El éxito y la prosperidad no llegan por casualidad”: “El tercer punto de la autoestima es saber aceptar los fallos. ¿Cómo aprendemos a andar?. Cayéndonos y levantándonos. Nos caemos y nos levantamos una y otra vez hasta acertar. Si en un determinado momento de su entrenamiento para aprender a andar, usted hubiese dicho: No lo voy a conseguir, ¡no merece la pena!, hoy no sabría caminar. Pero el bebé es diferente, va experimentado y fallando hasta que, un día, anda. En nuestra educación, sin embargo, fallar es pecado, y a medida que lo hacemos, la imagen que tenemos de nosotros mismos se va destruyendo. Es el momento de acordarse del bebé persistente que fuimos.
Todo lo importante en la vida no se consigue a la primera. Hemos de estar preparados para aprender de nuestros fallos… Cuanto mejor acepte sus fallos, más aprenderá de ellos para hacerlo bien la próxima vez”
Pero si nos han enseñado que fallar es la hecatombe, si hemos aprendido, que lo mejor es no reconocer el error, con todo un catálogo de justificaciones, que van desde culpar a otro, hasta achacarlo a nuestra recalcitrante mala suerte. Todo, menos sentarse a pensar con humildad donde se ha producido el yerro y como lo podemos soslayar en próximas ocasiones. Es decir aprender, o es que aprender es otra cosa.
No es necesario que nos auto-culpemos mucho, es lo que nos han enseñado. El éxito es aprobar una asignatura, aunque no se sepa mucho de su contenido, porque la sociedad solo valora el aprobado, nunca el suspenso, éste es fracaso, aquél triunfo. Con estos planteamientos tempranos, como vamos a actuar de modo diferente cuando seamos más mayores, al contrario progresamos en la interiorización de que una vida grande es una vida sin errores.
No es solo la falta de modestia la que nos impulsa a actuar de este modo, es nuestro deseo desmedido de agradar a los demás y obtener su calificación mayor, la que nos impulsa a despreciar la ingente carga de conocimiento práctico, que conlleva analizar con detenimiento, cuales fueron las causas de nuestra falta de acierto. Eso es experiencia y no otra cosa.
Quienes nos obstinamos en no reconocer nuestros fallos e intentamos por todos los procedimientos posibles ocultarlos o negarlos, estamos condenados a no avanzar mucho en conocimientos sólidos o quedarnos en planteamientos superficiales. No hay progreso sin error previo, no hay error que sea fatal en si mismo, la verdadera fatalidad es empeñarse en no reconocer la verdad sea cual sea, quien evita la verdad como norma de conducta se estanca, quien se estanca no progresa… no hay progreso sin error previo.
Todo lo importante en la vida no se consigue a la primera. Hemos de estar preparados para aprender de nuestros fallos… Cuanto mejor acepte sus fallos, más aprenderá de ellos para hacerlo bien la próxima vez”
Pero si nos han enseñado que fallar es la hecatombe, si hemos aprendido, que lo mejor es no reconocer el error, con todo un catálogo de justificaciones, que van desde culpar a otro, hasta achacarlo a nuestra recalcitrante mala suerte. Todo, menos sentarse a pensar con humildad donde se ha producido el yerro y como lo podemos soslayar en próximas ocasiones. Es decir aprender, o es que aprender es otra cosa.
No es necesario que nos auto-culpemos mucho, es lo que nos han enseñado. El éxito es aprobar una asignatura, aunque no se sepa mucho de su contenido, porque la sociedad solo valora el aprobado, nunca el suspenso, éste es fracaso, aquél triunfo. Con estos planteamientos tempranos, como vamos a actuar de modo diferente cuando seamos más mayores, al contrario progresamos en la interiorización de que una vida grande es una vida sin errores.
No es solo la falta de modestia la que nos impulsa a actuar de este modo, es nuestro deseo desmedido de agradar a los demás y obtener su calificación mayor, la que nos impulsa a despreciar la ingente carga de conocimiento práctico, que conlleva analizar con detenimiento, cuales fueron las causas de nuestra falta de acierto. Eso es experiencia y no otra cosa.
Quienes nos obstinamos en no reconocer nuestros fallos e intentamos por todos los procedimientos posibles ocultarlos o negarlos, estamos condenados a no avanzar mucho en conocimientos sólidos o quedarnos en planteamientos superficiales. No hay progreso sin error previo, no hay error que sea fatal en si mismo, la verdadera fatalidad es empeñarse en no reconocer la verdad sea cual sea, quien evita la verdad como norma de conducta se estanca, quien se estanca no progresa… no hay progreso sin error previo.
Fotografía realizada por Ramiro A.
4 comentarios:
Cuando de demostrar nuestras habilidades personales para resolver problemas se trata, es cierto que la sociedad se ha transformado en un cruel verdugo que solo pondera el éxito y dilapida el error. De ahí que ante los fracasos, aunque sean nimios, nuestra autoestima desciende y nos sentimos inútiles.
Si bien el error forma parte del aprendizaje, y como bien decís, la reflexión y el análisis de nuestros yerros nos permitirán avanzar corrigiéndolos; esta manera de aprender forma parte del aprendizaje por contingencias (consecuencias), propio del método de ensayo y error, y suele observarse cuando debemos aprender a responder a situaciones nuevas, desconocidas, o cuando estamos creando algo inexplorado.
Sin embargo Luís, existen otros modelos de aprendizaje que el de las contingencias. Uno de ellos es el que Albert Bandura dio en llamar APRENDIZAJE VICARIO o VICARIANTE, que no es otra cosa que aprender, por observación, de los errores de otros. Este modelo nos permite evitar deslices propios y avanzar más rápidamente en lo que diste en llamar progreso. De hecho, los que conducimos vehículos, no necesitamos colisionar en las bocacalles para aprender que debemos reducir la velocidad y estar más atentos, si no que nos han sido de utilidad las noticias de accidentes vividos por otros para adoptar esas conductas como propias.
Tanto en el aprendizaje individual como en el social, independientemente de lo que la cultura pondere, es de necios no tener en cuenta lo que le sucede al vecino para no cometer los mismos errores.
Un abrazo.
Rik
RiK:
Sin lugar a dudas, la observación de los demás es extraordinariamente interesante para aprender. La observación tanto de lo que fallan como de lo que aciertan.
Completamente de acuerdo contigo.
Quería resaltar aquí, la tendencia casi general a no reconocer o incluso ocultar los errores propios y esto lo ligaba con la pérdida tan importante de experiencia por esa falte de análisis.
En el mundo de la empresa, el error en ocasiones puede incluso ser menos sueldo y por tanto se evita toda costa reconocerlo.
Te mando por correo separado un power-point, donde de un modo jocoso lo suelo explicar a mis alumnos. Pero con sorpresa, cuando lo he pasado en algún curso para personas que ya están trabajando, es decir con experiencia, ha causado risa o sonrisa pero con un fondo de reconocimiento a una aproximación a las situaciones reales.
Intenta verlo en clics sucesivos, para que la presentación la haga según tu le des ritmo.
Gracias pro tu visita.
Salu2:
Juaaaaaaaaa …. Excelente el pps., muy ejemplificador y original!.
Entiendo y comparto tu planteo Luís.
Nunca trabajé en el “mundo empresarial” pero sé que así son las cosas.
Un abrazo.
Rik
RiK:
Me alegro que te hayas reído...
pero la realidad no está muy lejos...
salu2:
Publicar un comentario