Dice Carlos Castilla del Pino, en su libro Dialéctica de la persona, dialéctica de la situación: “Todo hombre encierra dentro de sí mismo dos tendencias o grupos de tendencias que se oponen: una de ellas, busca la satisfacción y gratificación de impulsos instintoafectivos egocéntricos, en virtud de los cuales tiende a posponer al otro - es decir, a los otros a la sociedad – frente a sí. Otra, mediante la cual está dispuesto a posponerse a sí, con tal que encuentren satisfacción impulsos afectivos nacidos de la convivencia con sus semejantes; esto es, sacrifica su conciencia de sí en virtud de la satisfacción de su conciencia social… El desarrollo pleno de la persona sólo se lleva a cabo si previamente ha tenido lugar la superación de la contradicción preexistente”.
Esta dicotomía es una de las fuentes principales de nuestra insatisfacción recalcitrante, y no es “manca”: ceder para ser “normal” o seguir de “anormal” para ser uno mismo.
Mayoritariamente preferimos el camino fácil y sólo cuando ha transcurrido mucho tiempo, nos percatamos, que para ese “viaje no hacían falta alforjas”, demasiado tarde, porque lo que podría no haber comenzado, para cambiarlo, hay que soportar un enfrentamiento general, el corporativismo no soporta ninguna “deserción”.
Tal vez, deberíamos haber dedicado mas tiempo para decidir el camino; si tiempo, ese que malgastamos aplicándonos a superfluas actividades, que parecen imprescindibles e inaplazables, pero que en la realidad, son de nuevo imposiciones que nos transmite nuestra imparable actividad social.
Lo malo no es lo pasado, lo verdaderamente lamentable es a donde nos conduce. Sin que nos percatemos acaba sumiéndonos en una especie de melancolía, que nos atenaza por dentro y nos llena de ansiedad. Es una de las fuentes seguras de nuestra injustificada insatisfacción casi permanente. No hay nada tan estresante como constatar el tiempo perdido.
Cuando el tiempo de conseguir nuestros sueños iniciales, se va agotando, somos muy severos en el juicio y entonces, solo entonces; lo que nos parecía lo mejor, se torna la causa de todos nuestros “males”. Pero en ese momento en lugar de potenciar la posición autocrítica y analizar en profundidad las causas que nos han provocado nuestro estado, para tratar de corregirlo, volvemos a engañarnos; nos resulta mas fácil anteponer nuestra ancestral mala suerte y carencia de medios, que reconocer sin ambajes, nuestra falta de voluntad y constancia para hacer lo que queremos y no lo que quieren los demás.
O nos aceptamos como nos hemos hecho, o nos hacemos como querríamos aceptarnos… sin empezar a caminar, nadie alcanza su destino.
Esta dicotomía es una de las fuentes principales de nuestra insatisfacción recalcitrante, y no es “manca”: ceder para ser “normal” o seguir de “anormal” para ser uno mismo.
Mayoritariamente preferimos el camino fácil y sólo cuando ha transcurrido mucho tiempo, nos percatamos, que para ese “viaje no hacían falta alforjas”, demasiado tarde, porque lo que podría no haber comenzado, para cambiarlo, hay que soportar un enfrentamiento general, el corporativismo no soporta ninguna “deserción”.
Tal vez, deberíamos haber dedicado mas tiempo para decidir el camino; si tiempo, ese que malgastamos aplicándonos a superfluas actividades, que parecen imprescindibles e inaplazables, pero que en la realidad, son de nuevo imposiciones que nos transmite nuestra imparable actividad social.
Lo malo no es lo pasado, lo verdaderamente lamentable es a donde nos conduce. Sin que nos percatemos acaba sumiéndonos en una especie de melancolía, que nos atenaza por dentro y nos llena de ansiedad. Es una de las fuentes seguras de nuestra injustificada insatisfacción casi permanente. No hay nada tan estresante como constatar el tiempo perdido.
Cuando el tiempo de conseguir nuestros sueños iniciales, se va agotando, somos muy severos en el juicio y entonces, solo entonces; lo que nos parecía lo mejor, se torna la causa de todos nuestros “males”. Pero en ese momento en lugar de potenciar la posición autocrítica y analizar en profundidad las causas que nos han provocado nuestro estado, para tratar de corregirlo, volvemos a engañarnos; nos resulta mas fácil anteponer nuestra ancestral mala suerte y carencia de medios, que reconocer sin ambajes, nuestra falta de voluntad y constancia para hacer lo que queremos y no lo que quieren los demás.
O nos aceptamos como nos hemos hecho, o nos hacemos como querríamos aceptarnos… sin empezar a caminar, nadie alcanza su destino.
4 comentarios:
Este comentario me parece fantástico.
Me gustaría hacerte dos preguntas :
Siempre digo que sé de dónde vengo pero nunca hacía donde voy. Saber de mis raices, mi pasado y la influencia positiva o negativa para trabajar en ellas , me deja una buena elección en mi vida personal sin tener que depender de las opiniones o consejos de los demás, de una manera dependiente. Así, mi camino lo construyo yo, viviendo y compartiendo pero yo.
No saber a dónde voy ,me deja con sensaciones nuevas ,de que siempre hay cosas y detalles pequeños para descubrir.
¿Crees que debo saber con certeza, hacia donde me dirijo?.
Y otra pregunta: ¿ Porqué los lápices de hoy en día, al sacarles la punta, duran tres líneas ?.
Gracias por este ratito.
L.N.J.:
Creo que nadie sabe con certeza hacia donde se dirige.Lo verdaderamente indispensabel es tener confianza en una mismo y en nuestra intuición, que nos llevará por donde nos interesa, sobre todo si no lo "intoxicamos" co n las presiones o imposiciones ajenas.
el problema de los lápices es la madera con la que se fabrican.
Gracias por tu comentario.
Salu2:
Hola Luis!!! Hace mucho q no leia tu blog, pues en estos dias me falta el tiempo!! Te dejo una nota pq me encanto este!! un abrazo!
Tere:
Gracias por tu visita, vuelve cuando puedas.
Salu2:
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