miércoles, 5 de noviembre de 2014

Otras "corrupciones"



Dice Antonio Muñoz Molina en su libro “Todo lo que era sólido”: “A medida que los cargos públicos se iban hinchando como sátrapas, cada uno a la escala de su zona de dominio, los informadores se encogían para adaptarse nerviosamente o ávidamente a su nueva tarea cortesana. La corrupción, la incompetencia, la destrucción especulativa de las ciudades y los paisajes naturales, la multiplicación alucinante de obras públicas sin sentido, el tinglado de todo lo que parecía firme y próspero y ahora se hunde delante de nuestros ojos: para que todo eso fuera posible hizo falta que se juntaran la quiebra de la legalidad, la ambición del control político y la codicia – pero también la suspensión del espíritu crítico inducida en el atontamiento de las complacencias colectivas, el hábito perezoso de dar siempre la razón a los que se presentan como valedores y redentores de lo nuestro - . La niebla de lo legendario y de lo autóctono ha servido de envoltorio perfecto para el abuso y de garantía de la impunidad”.

Lo deslumbrante de lo magnificente, unido a ese suave dejarse llevar cómodo, que produce la sensación de la obra insólita y singular; ha hecho que los ciudadanos, adormecidos en su espíritu crítico, nos hayamos dejado nublar en nuestro natural raciocinio y no hayamos reparado, que delante de nuestras “narices” crecía día a día lo superfluo e hipotecaba a futuro lo esencial.

Otro modo de incompetencia y de corrupción: El hecho de destinar recursos públicos a obras desproporcionadas, que una vez terminadas han demostrado su inutilidad o han quedado incompletas proyectando su silueta fantasmagórica como signo evidente de la soberbia y desfachatez de estos faraones del siglo XXI, que no han cejado en su empeño de parecer grandes, aplicando recursos a proyectos no esenciales, aceptando  incluso correcciones a mayores en los presupuestos iniciales, sin temblarles el pulso, obnubilados por su alto grado de megalomanía.

Meter “la mano en la caja” o utilizar subterfugios y triquiñuelas, para obtener ventajas económicas individuales, de los propios organismos públicos o de quienes contratan con ellos es un modo flagrante y evidente de comportamiento indigno y merece todo el desprecio de lo ciudadanos y todo el peso de la justicia sobre ellos. Pero destinar recursos públicos a proyectos inadecuados e inútiles, intentando tapar las carencias de la gestión con la “grandeur” que representan, es algo que la legislación debería contemplar, propiciando la posibilidad de poder exigir responsabilidades a quienes promueven este tipo de acciones, porque el destino inadecuado de los recursos públicos, es meter la mano en la “caja” de todos.

Pero también tenemos responsabilidades quienes vimos como se desarrollaban estas arbitrariedades y nos dejamos aletargar o miramos hacia otro lado, sin rechazar o criticar con fuerza tales comportamientos impropios. Adoptamos mayoritariamente la posición del “avestruz” y de modo inconsciente fuimos colaboradores pasivos necesarios; entendiendo tardíamente el verdadero alcance desastroso, que nos acarrearía la regularización de esos despilfarros. Debemos señalar, sin lugar a dudas, a quienes lo propiciaron, pero con la misma intensidad, hemos de hacer autocrítica para fijarlo en nuestra memoria y evitar esa pasividad perniciosa cuando se vuelva a repetir… porque se repetirá.

Como dice Gandhi: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”. 

2 comentarios:

Paco dijo...

Sí pero no.
Vale que muchos miraran para otro lado mientras decían: "oh, qué bonita está quedando la ciudad". Pero también es cierto que otros muchos teniamos claro que nada es gratis, y que "todo esto" lo pagaríamos nosotros, nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos.
Y para colmo después nos tuvimos que oir aquello de que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades.

seriecito dijo...

Paco:

Estoy de acuerdo contigo, la desfachatez de indicar que hemos vivido por encima de nuestra posibilidades evidencia una falta de "ética y criterio" preocupante.
Los ciudadanos no vivieron por encima de sus posibilidades y si algunos lo hicieron, fue porque algunas entidades financieras les concedieron créditos para la compara de vivienda, basados mas en le crecimiento continuo del precio de las mismas, que hacia viable la "retirada" de las mismas en caso de conflicto. Les "vendieron" la hipoteca y sus bondades, haciendo una análisis ligero de la solvencia y por tanto de la capacidad real de devolver el préstamo.

Disculpa el retraso en la respuesta.

Salu2:

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