miércoles, 16 de julio de 2014

Pensamiento ególatra.




Dice Marilyn Vos Savant en su libro “El poder del pensamiento lógico”: “El pensamiento ególatra es un problema grave. Todos deseamos creer que tenemos razón. Y cuando nos formamos una primera impresión. Aunque no sea de inmediato, nos resulta difícil modificarla. Luego procedemos a interpretar las futuras informaciones de modo que confirmen lo que ya sabemos.
Quizás el deseo de tener razón es instintivo en el animal humano. Después de todo, el narcisismo tiene un enorme valor para la supervivencia del individuo, y este puede ser el mecanismo que explica por qué el ser humano se siente emocionalmente incómodo cuando comete incluso el mas pequeño error”.

Formarse opinión propia sobre los asuntos relevantes, es un ejercicio intelectual, que considero imprescindible en nuestra vida. Buscar la razón lógica, a pesar de la maraña de informaciones, que tenemos a nuestra disposición sobre cualquier asunto y no todas ellas independientes y objetivas; se está convirtiendo en una tarea muy complicada, pues parece que las cosas cuanto más se repiten más verdad son y hay especialistas en ello.

Defender a ultranza nuestras opiniones, sin dar cabida al contraste de otras, por muy discrepantes que sean, es un gesto de orgullo absolutamente impropio, cuyo resultado práctico es el “empobrecimiento intelectual”. No hay tema, que no pueda ser enriquecido con el debate ordenado de los puntos de vista discrepantes de cada uno. No tengo ninguna simpatía, por quienes defienden como verdad absoluta “su razón” y no tienen la menor disposición a escuchar la de otros, presuponiendo que es errónea o equivocada cualquier posición discrepante.

Creerse en posesión de la razón absoluta dice muy poco de quien así piensa. Pero además conlleva una actitud social carente de empatía, que nos distanciará cada vez más de todos aquellos cuyos planteamientos no sean coincidentes con los nuestros. Es cierto que algunas tertulias televisivas, muestran unos contertulios muy proclives a la descalificación global y poco dispuestos al entendimiento y puede ser que estos estereotipos produzcan efectos indeseados en los espectadores habituales.

Escuchar con atención - sin prejuicios - a nuestros interlocutores, es una garantía de enriquecimiento intelectual mutuo. Defender nuestra razón, sobreponiendo los argumentos verbales sobre los de los demás, bien por voz o por gestos, es una forma espuria de “cargarse” un diálogo civilizado. Los argumentos democráticos, por muy discrepantes que sean, no pueden ser rechazados de plano, sin sopesar en profundidad su contenido y no es garantía de “no razón”, que quienes los estén expresando sean minoritarios.  Todas las ideas democráticas, en sus comienzos, fueron minoritarias y claramente innovadoras de los principios mayoritariamente asumidos.

Vivimos con urgencia y cargados de obligaciones, lo cual nos hurta el tiempo para reflexionar serenamente y es comprensible, que bajo esta presión, nuestro tiempo sea escaso y nuestra capacidad de asimilación esté mermada, pero ello no es óbice  para rechazar de plano todo lo que no sea lo “habitual”; hay circunstancias que no pueden ser  excusadas solo por la premura de tiempo. Si dejamos que nuestra forma de vida actual, nos haga perder la capacidad de dialogo,  nos hacemos un flaco favor, pero más aún, solo contribuimos con esta actitud a estar cada día mas solos… aunque estemos en compañía.

4 comentarios:

Luis Antonio dijo...

Comparto todo lo expuesto en esta entrada. Yo tengo más dudas que certidumbres. Por eso me gusta plantear temas de debate....Para aprender.

Saludos

seriecito dijo...

Luis Antonio:
Gracias por tu comentario.

Estoy muy próximo a tus comentarios y el debate en sus justos términos, enriquece siempre.
salu2:

impersonem dijo...

Decía Alejandro Carrión que "las ideas contrarias clarifican las propias"... y yo creo que es cierto.

Saludos

seriecito dijo...

Impersonem:

Yo también lo creo, pero añadiría, solo si se escuchan con atención...

Salu2:

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