lunes, 7 de julio de 2014

Argumentario.



Dice Charles. Wright Mills en su libro “La Élite del Poder” (1957): “Sea cual sea el sentido de la historia, "nosotros" tendremos que dárselo con nuestras acciones. Pero el  hecho es que aunque todos nosotros estamos dentro de la  historia, no todos poseemos el mismo poder de hacer historia. Pretender que lo tenemos es un disparate sociológico y  una irresponsabilidad política. Es un disparate porque, en primer lugar, todo grupo o individuo está limitado por los medios de poder técnicos e institucionales que tiene a su disposición; no todos tenemos igual acceso a los medios de poder que ahora existen ni la misma influencia sobre su uso. Pretender que todos "nosotros" hacemos la historia es algo políticamente irresponsable, porque ofusca cualquier intento de localizar la responsabilidad de las decisiones importantes de los hombres que tienen acceso a los medios de poder.
Como los medios institucionales de poder y los medios de comunicación que los unen se han ido haciendo cada vez más eficaces, los que ahora tienen el  mando de ellos poseen instrumentos de dominio que nunca han sido superados en la historia de la humanidad. Y todavía no hemos llegado al punto máximo de su desarrollo. Ya no podemos descansar ni apoyamos cómodamente en los altibajos históricos de los grupos gobernantes de las épocas pasadas. En ese sentido tiene razón Hegel: la historia nos enseña que no podemos aprender de ella”.

Mills en este libro describe de modo muy crítico, la sociedad americana de la época (1956); con un desenmascaramiento de lo que el llama “la élite” de modo pormenorizado y descriptivo. Pero en realidad, salvando las distancias, podría leerse en la actualidad con el mismo énfasis, aquí y ahora

Me interesa en particular el segundo párrafo, donde señala la connivencia entre estamentos políticos y medios de comunicación. No estoy suponiendo que todos los medios de comunicación están al servicio del poder establecido y ayudan a consolidarlo, cimentarlo y mantenerlo; es indudable que hay muchos que escapan a estas redes clientelares y mantienen la independencia, focalizado su principal objetivo en la información veraz y útil, para mantener a sus  lectores/oyentes/videntes lo más enterados posible, sobre los asuntos debatidos.

Pero quiero señalar la efectividad que tiene para un organismo institucional, sea del nivel que sea; contar con medios de comunicación coincidentes en opiniones, ya que con gran sutileza y comprometiendo poco o nada a quienes detentan el poder, conforman una determinada opinión en la población, que a su vez es la que desean los “estamentos” que se difunda. Hay maestros/as en estas artes y desde luego a juzgar por los resultados con un elevado grado de eficiencia.

Tampoco tengo nada en contra de que cada cual publicite o defienda con sus argumentos aquello que considera según su entendimiento como lo deseable, aunque lo que pretenda sea extender ese sentimiento propio, para convertirlo en seudo-mayoritario. Aún así, la libertad de expresión lo permite y lógicamente aunque no se esté de acuerdo con los postulados propuestos, en una democracia el ámbito de la palabra esta revestida de toda la libertad, cuando se pronuncia con respeto y en busca de clarificar la verdad.

Por el contrario si que estoy absolutamente en desacuerdo, con la defensa de “argumentarios”, conformados por “superiores”, para homogenizar opiniones e intentar “calar” en la población a fuerza de repetir machaconamente lo mismo, un determinado estado de opinión; aunque en algunas ocasiones la propia cara de quien lo defiende, transmita casi con absoluta evidencia su falta de convencimiento en lo que  expone.

Tampoco estoy de acuerdo, con que para exponer las informaciones de turno, se empleen procedimientos de descalificación de quienes son contrarios  a los asuntos en debate, usando palabras y argumentos absolutamente inadecuados y carentes de respaldo real. En ocasiones, no se tiene ningún reparo en seguir sembrando dudas, aún cuando se ha puesto de relieve la incerteza de los argumentos expuestos con anterioridad; por supuesto sin tomarse la molestia de disculparse con las personas u organizaciones a quienes se les ha adjudicado, acciones u omisiones  no veraces.

Querer alcanzar objetivos es un buen planteamiento y prestigia a quien así plantean su quehacer diario; pero hacerlo usando “medias verdades o falsedades” construidas ex profeso para confundir, es hacerle un flaco favor a la sociedad y comprometerse con métodos de comunicar reprobables, que acabarán desprestigiando a quien los promueve.  Aunque se haya logrado el fin deseado, una vez más los medios con los que se obtienen algunos hitos, pueden invalidar “moralmente” lo que se considera una gran logro. Eso es lo que yo llamaría un “fraude informativo”, tan reprobable como cualquier otro fraude.

4 comentarios:

impersonem dijo...

Sobre esto te dejo algunas frases:

"La historia es algo que no sucedió contado por alguien que no estuvo allí"... No sé quién lo dijo.

"La historia es un arma cargada de ficción, lo cual es tan inevitable como necesario"... Vargas Llosa.

Con lo que dices en el texto, lo que pretende el poder es convertir en verdad pública su "verdad" publicada...

Deberían llamar información a la exposición de los datos y opinión a la interpretación de los mismos, porque no son lo mismo...

Es un tema complejo lo de las líneas editoriales y todo ese asunto...

En fin, la Constitución dice que tenemos derecho a información veraz... que cada cual saque sus conclusiones...

Saludos.

impersonem dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
impersonem dijo...

Perdona, es que salió dos veces

seriecito dijo...

Impersonem:

Lamentablemente, no todas las informaciones cumplen los deseos constitucionales, la verdad es que hay demasiados intereses creados en torno a los medios de información.

Gracias por tu comentario.

Salu2:

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