lunes, 12 de mayo de 2014

Envidia



Dice Eduardo Punset en su libro “La España impertinente”: “Los estudiosos del comportamiento de los españoles se han fijado tradicionalmente en la envidia que corroe a las instituciones y a las personas, que obliga a cambios constantes del organigrama en las empresas, a reformas políticas cuyo único móvil parecería ser el de desacreditar a los que precedieron en el cargo.
En España, al mercado de las ideas y del conocimiento le ocurre como al mercado monetario: ni es transparente ni flexible ni profundo. La fama, el reconocimiento de igualdad de oportunidades, solo está verdaderamente reconocido en la lotería nacional. La riqueza está peor distribuida que en el resto de Europa; el trabajo está todavía peor repartido que la riqueza, y la facultad de decidir, más injustamente compartida que el trabajo.
El significativo papel, jugado por la envidia en la toma de decisiones no es, sin embargo, una característica específica de la psicología colectiva, sino el resultado del retraso con  que llega a España la revolución industrial y posterior mejora de los niveles el bienestar”.

Generalmente la vida ideal es un referente, que no es la nuestra. Con nuestro particular prisma de ver las cosas, adjudicamos mucha mas satisfacción a otros que a nosotros. Pensamos que casi toda las cosas buenas o los signos externos de  tenerlas, están en manos de amigos, vecinos y conocidos. Con gran facilidad asociamos nuestra felicidad a aquellas cosas, que de antemano, sabemos que no podemos conseguir y por tanto su carencia nos va sumiendo en monótona tristeza.

Pero esa sensación de compensación injusta a nuestros trabajos y esmeros, hurtándonos una “retribución” equilibrada a los esfuerzos y por el contrario la sensación de que otros, con menos merecimientos, la tienen, es precisamente la simiente de nuestra incipiente envidia. Una vez hecha la siembra irá creciendo y acrecentando nuestra rara sensación de desigualdad, sin que tengamos la posibilidad de detenerla y/o desterrarla.

La facilidad con que analizamos la vida de los demás, dándoles ventajas sobre la nuestra, es una forma espuria de juzgar lo que no conocemos, es una trampa que nos tendemos, para justificar nuestra insatisfacción. No hay peor forma de complicarse la vida, que compararla con la de los demás, otorgándoles una plenitud a los otros, que seguramente solo una visión tan superficial puede propiciar. Cada uno tiene sus problemas y las apariencias, siempre engañan.

La envidia, pronto se torna una carga pesada, que nos obliga a esfuerzos mentales adicionales y nos proporciona un suave, pero constante desgaste para nada. No nos damos cuenta, que las cosas o atributos que envidiamos y que desearíamos con mucha fuerza tener, son solo fruto del desarrollo imaginativo desproporcionado y posiblemente no ajustado a una estricta realidad. Seguramente, nosotros que nos sentimos infelices, somos para otros –también por envidia- un paradigma de suerte y logros importantes, profesionales y personales. Curioso panorama…

N.B. Punset publicó este libro en 1986.

2 comentarios:

impersonem dijo...

Al hilo de la imagen que precede al texto diré que si la vida no fuera una cuestión de podios o podiums (según se prefiera) tal vez la envidia no estaría tan extendida...

No sé si soy envidioso o no, porque es evidente que todos tenemos lo nuestro, incluido Punset, pero lo que sí sé es que no me gusta la competitividad...

Este es un tema, como casi todos los que analizan el comportamiento humano, con múltiples aristas...

No me gusta el patrón social con el que se le hace el traje con el que se viste al ser humano nada más nacer: juego competitivo, formación competitiva, trabajo competitivo, modo de vida competitivo... por lo tanto: ¿es envidia o es competitividad? ... yo no lo tengo tan claro.

Saludos.

seriecito dijo...

Impersonem:

Absolutamente de acuerdo contigo, la competitividad tampoco me gusta, ni me ha gustado nunca.

Pero desde luego en esta sociedad esta en el corazón de casi todos los actos. No solo en el ámbito del trabajo.

Quizás de ahí nuestro desasosiego. En tu último párrafo, una lleva a la otra o al revés.

Gracias por tu comentario.

Salu2:

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