Dice Ernie J. Zelinski en su
libro “101 cosas que ya sabes, pero
siempre olvidas. El Arte de vivir en un mundo complicado”: En el juego llamado
vida, hay cosas que son importantes y cosas que no lo son, y es esencial que
sepa como distinguirlas. El no ser capaz de hacerlo le ocasionará toda clase de
agonías y desilusión. Gastar energía en adquirir lo que no se necesita es
sacarla de aquello que se necesita realmente para experimentar más felicidad y
satisfacción.
Con todo el oropel y la publicidad que hay por ahí, jamás tendrá
bastante de aquello que no necesita o quiere en realidad. Los anunciantes lo
saben mejor que nadie. Es así como hacen que usted siga comprando más cosas a
pesar de que no ha tenido tiempo o motivación para disfrutar lo que ya tiene”.
No solo es la publicidad la que nos “invita” a comprar cosas. Son
en mayor medida los usos sociales, quienes van atribuyendo una serie de signos
externos (materializados en objetos), que le confieren a quien los posee de un
determinado status social. Pero sorprendentemente, éstos no tienen límite,
pareciera como si al haber satisfecho uno de ellos, inmediatamente emergiera
otro de mayor relevancia y también imprescindible.
El consumo o el ansía de
consumir, hace de nuestra vida cotidiana una especie de insatisfacción-satisfacción
permanente; nos repone alternativas y cada vez en un campo más sofisticado.
Somos objeto-dependientes y aunque lo disimulemos, esta forma de hacer nos
quita nuestra tranquilidad y serenidad. Hoy en día son los signos externos y su
ostentación, quienes nos definen y nos integran en el grupo social al que
pertenecemos.
Vivir pendiente de lo
“mayoritariamente nuevo”, promueve una carrera hacia el vacío. No es la
necesidad la que cubrimos, no, es la
apariencia de necesidad impuesta por nuestro entorno. Somos capaces de
sacrificar algunas cosas necesarias, en aras de algunas superfluas. Hay que
sorprender a los demás con la rapidez en la posesión de nuevos “atributos”, que
no alcanzan mayor satisfacción, que evidenciar
a los demás que somos poseedores de dichos signos externos tan
singulares, exponiéndolos explícitamente para causar asombro y por qué no,
también cierta envidia.
Vivir con lo necesario si,
complacerse con caprichos mesurados que “endulcen” nuestra existencia también;
pero estar pendiente cada día, de lo nuevo-superfluo, claramente no. Ya se que
las prioridades cada persona las tiene desarrolladas de un determinado modo,
pero aún así, suele ser evidente, cuando la posesión es innecesaria o poco
útil. Es más, se observa como solo produce un segundo de satisfacción, para
introducir rápidamente el “más de lo
último…”, porque en realidad lo que acabamos de comprar, hacía ya unos
segundos, que lo habíamos superado.
Como dice Zelinski: “A medida que vaya siendo consciente de que
anhelos son los suyos y cuales le condicionaron para que los aceptara, estará
mejor preparado para ir en busca de sus intereses genuinos. Un aspecto de la
libertad es el permitirse abandonar aquellas cosas de la vida que no le hacen
feliz”.
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