Dice Fernando Savater en su libro
“El valor de elegir”: “… en lo alto del
alambre donde hacemos equilibrios sin red o en el mar de corrientes
traicioneras en que intentamos mantenernos a flote vienen bien la experiencia
acumulada y el recuerdo de los mejores
maestros…, pero seguimos dependiendo del buen tino de nuestro ánimo, porque
estamos solos”.
Estar solos… pero si vivimos en
compañía casi las veinticuatro horas del día. Si vivimos rodeados de amigos,
conocidos, familiares, vecinos…, etc. Nunca se han socializado tanto las
relaciones, nunca se ha sentido tanta necesidad del grupo; bien sea para
reafírmanos o para apoyarnos en momentos de incertidumbre. La característica
esencial de la sociedad actual es la proliferación de la seudo-comunicación;
las posibilidades de información son casi ilimitadas. Son de tal tenor, que es
imposible tener acceso a todo lo que se publica o difunde, ni siquiera para
completar el conocimiento en temas relativamente cercanos.
No es precisamente el estar
rodeado de gente, la característica que identifica con claridad la
comunicación; falla en muchas ocasiones el ambiente, que impide la conversación
serena sobre los temas de referencia y sobre todo la carencia del tiempo
necesaria para la buena comunicación. El
tono de sinceridad en la exposición, no es sinónimo de veracidad; priman las
apariencias y sobresalen las pautas “educadas” de comportamiento, poco
proclives a facilitar un “vaciamiento” interior. El foro de las reuniones
sociales ha devenido poco a poco en el “intercambio” de las banalidades; esperar
otra cosa es un alarde de ingenuidad.
En este marco, al final estamos
en la posición que describe el autor de la cita; tenemos que decidir y actuar
en consecuencia y para eso si que somos claramente dubitativos e inseguros. Creemos,
que con el pronunciamiento mayoritario de los que nos rodean, tenemos prácticamente resuelta la
disyuntiva; sin darnos cuenta de que al final, quienes tenemos que instrumentar
la estrategia, aplicarla y controlarla; somos nosotros y no los demás. Buscamos
esa mayoría como certificado de éxito y nos equivocamos.
El éxito lo propicia nuestro
empeño y constancia en la acción, para aplicar la planificación diseñada; el
consenso con los demás, a estos efectos, es estéril. Tiene el mismo efecto,
ignorar, que saber y no actuar. La pasividad y la inacción, en los asuntos
relevantes, es la peor postura. Confiar en que el transcurso del tiempo,
resuelve; es una inconsciencia, no exenta de riesgo. Cuando uno deja de actuar,
por complicada que sea la encrucijada; por miedo al error o despreocupación
inconsciente; se coloca en la peor posición posible, para hacer frente a las
circunstancias de la vida. Decidir, siempre es mejor, que sumergirse en la duda
para excusarse mentalmente de la pasividad.
Como dice Savater: “La acción no es una capacidad optativa de
los humanos, sino una necesidad esencial de la que depende nuestra
supervivencia como individuos y como especie. Se puede elegir cómo y cuándo
actuar; pero es forzoso actuar: ahí no hay elección posible”
4 comentarios:
No hay peor soledad que la soledad acompañada...
La comunicación social está llena de interferencias grupales e individuales, pues sintonizamos las frecuencias en base a intereses muy individuales y, además, competimos por la señal de forma cainita... ítem más, los ruidos mentales de cada cual, algunas veces, superan los decibelios aconsejables con los que se podría mantener una conversación o comunicacion conciente, atenta y comprensiva...
¿Tenemos que actuar? Sí... pero también el cómo lo hacemos es digno de reflexión...
Esta sociedad tan globalizada (controlada por una minoría) y tan individualizada (competitiva y cainita) a la vez, es hueca y modelada y actúa no por iniciativa propia sino impelida por una programación discutible dentro de un patronaje que deja en evidencia al sastre... ¿actuar? El mundo está lleno de actores, pero la película es mala de coj... (perdón por los puntos suspensivos)
Saludos.
"consciente" quise escribir
"La tragedia de la vida está en que nos hacemos viejos demasiado pronto y sabios demasiado tarde" (Bejamin Franklin)
Impersonem:
Efectivamente, la comunicación sincera, es cada vez más difícil. Los interese sociales acaban primando sobre los esenciales para la persona.
Los condicionamientos que imponen los grupos y el entorno acaban dificultando la relación con los demás.
Las pautas de actuación están, por este motivo, llenas de limitaciones.
Gracias por tu partipación
Salu2:
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