Dice Antonio Muñoz Molina en su
libro “Todo lo que era sólido”: “Necesitamos que la actividad política esté
sujeta de verdad a los controles simultáneos de la legalidad y de la crítica.
La austeridad y la transparencia son tan necesarias como el rigor en la
información y la libertad sin coacciones visibles o invisibles en los debates
públicos. La vida de la inmensa mayoría será peor si acabamos perdiendo los
logros fundamentales del estado del bienestar, pero para que haya alguna
esperanza de conservarlos en un mundo cada vez más hostil a ellos hará falta un
doble esfuerzo colectivo de vigilancia reivindicativa y de responsabilidad, de
activismo público y honestidad privada, porque no hay nada que ya podamos dar por supuesto y porque para salvar
lo imprescindible puede que tengamos que renunciar a algo más que lo
superfluo”.
Todo un conjunto de afirmaciones,
que en realidad si se escucha a lo representantes políticos, que han
intervenido en los mítines de las elecciones al Parlamento Europeo; son los
oponentes los que carecen de estos principios, porque “ellos” son fieles
defensores de las mejores prácticas en la gestión pública, para poner a
disposición a los ciudadanos todo lo mejor, para hacer su vida más auténtica y
feliz.
Vemos cada día, como la
información, resulta tan dispar y distante, según el medio de comunicación al
que uno atienda. Observamos también el sentimiento de descalificación del
adversario de modo total; sin tener ninguna reserva en hacerlo, incluso en el plano
personal, aunque no tenga relación con el debate en cuestión. Como si fuera
posible la dicotomía de estar en posesión de la verdad siempre y los demás
sumidos en el error absoluto.
Lo relevante es anular la opinión
disidente, lo relevante es ocultar con artimañas poco democráticas los argumentos discrepantes, buscando
avales en la satisfacción de los corifeos de informadores, que en tertulias y
otro tipo de “debates”, jalean lo propio y rechazan de plano lo ajeno y de
paso, incluyen en el mismo “saco” a todos los que tienen argumentos u opiniones
del mismo tenor, para luego reprobarlos de modo absoluto.
No es de extrañar, que una
sociedad, que vive cotidianamente esta situación deplorable; al ejercitar su
derecho a opinar, haya depositado un número de votos tan sorprendentes en
alternativas no “previstas”; ni siquiera por aproximación remota, ninguno de
los medios de anticipación de opinión instrumentados al respecto había intuido
tal circunstancia. Sorpresa y asombro.
Es indudable que el debate
electoral habitual, está preparado para el cambio de la significación de voto,
que permite alternar con mayorías más o
menos cualificadas; pero no sabe digerir la fijación de voto en opciones
“desconocidas” y es lógico, porque esto
lo que significa es un “órdago a la grande”. Independientemente de otras
interpretaciones mucho más profundas, en principio es una “enmienda a la
totalidad”.
Pero la costumbre arraiga como
hábito de comportamiento recurrente y ni siquiera esta circunstancia insólita
ha cambiado sustancialmente los discursos, más focalizados a evaluar quien ha
ganado más o menos entre los adversarios y querer justificar, que ese “rechazo”
a lo establecido no va con ellos en particular. Sin descartar la posibilidad de
ningunear a quienes se han hecho acreedores de tal confianza de los electores. Para
acto seguido, tomar la bandera de querer justificar lo improcedente del
resultado, sin leer entre líneas y asumir el mensaje de que hay algunos discursos, que parte de la
sociedad no quiere escuchar, hay cansancio de “más de lo mismo”. Hemos llegado a un punto de inflexión, las
palabras deben guardar silencio y dar paso a la acción… sin rimbombancias,
claro.
Como dice Antonio Muñoz Molina: No hay sitio ya para la autoindulgencia, la
conformidad, el halago”.
2 comentarios:
Estoy de acuerdo, sobre todo con lo de leer entre líneas. .. pero si no hacen la reflexión que cualquiera con sentido común haría, pues ya veremos qué pasa.
Saludos
Esperemos que se imponga la Razón.
Salu2:
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