Dice Arnold Toynbee en
su libro “Estudio de la Historia” (Alianza,
1970): “Las civilizaciones detenidas han
alcanzado una adaptación tan estrecha respecto de su medio, que han asumido la
forma, el color y el ritmo de éste, en vez de imprimir su huella en el mismo. El
equilibrio de fuerzas de su existencia es tan exacto, que todas sus energías
quedan absorbidas por el esfuerzo de mantener la posición ya alcanzada, sin
dejar margen alguno de energías para reconocer el camino que queda por delante
o la otra falda de la colina que se alza frente a ellas, para divisar lo que
promete un progreso continuado”.
Es decir, ver más allá,
buscar nuevas respuestas o hacerse preguntas. Precisamente lo contrario de lo
que habitualmente hacemos, cuando nos dejamos llevar por la corriente – aunque
sea mayoritaria – o acomodamos nuestra mente a un letargo cómodo pero inútil.
Tanto tiempo buscando formación o adquiriéndola, para sentirnos colmados con
opiniones espurias, de quienes tienen la lengua larga, pero lamentablemente el
entendimiento corto.
No nos quejemos de
nuestra vida, si somos incapaces de forjarnos otra diferente. Preferimos de modo cotidiano, que nos den
conformada y servida la opinión o que nos informen “detalladamente” de lo que
interesa a otros, pero no a nosotros. Nos dejamos absorber por la postura
cómoda y no buscamos la posición crítica de los acontecimientos, para acabar
conociendo de modo personal, quienes son los verdaderos villanos y cual es el
alcance de su manipulación.
Corren tiempos muy
difíciles, llenos de dificultad y poca esperanza, momentos muy propicios para
urdir entramados informativos oscuros y manipular nuestra mente para hacernos
creer que somos presa de restricciones necesarias, para vivir en la penumbra
durante un tiempo (penitencia) y alcanzar en el futuro de nuevo la luz
(redención). Como si nosotros nos hubiéramos dedicado a propiciar la situación,
con comportamientos impropios y llenos de inconsciencia y no es así, hemos
dedicado la mayoría de nuestro tiempo a trabajar ordenadamente cada día.
El alegato como
justificación, a excesos cometidos por las familias, asumiendo endeudamientos
no acordes con su verdadera posición, es en parte cierto; pero no solo hay que
achacarlo a ellas; hay que ponerlo con mayúsculas y meter en el “mismo saco”
a quienes facilitaron esa situación, con
toda una serie de planteamientos que permitían la formalización del
crédito y no para beneficiarlas de modo
expreso con el acceso a la propiedad, sino principalmente, para enriquecerse
como organización, en una carrera sin freno hacia el lucro, es decir, lo permitían
por codicia y porque pensaban que la “rueda” sería eterna.
Estas entidades financieras
han sido atrapadas por su propio entramado y están pagando los excesos de
confianza o la huida hacia delante, con
una creciente insolvencia; resultado que hubiera pronosticado cualquier
analista de riesgos, que exento de “pasión por el lucro”, hubiese hecho un
análisis objetivo de las operaciones cotidianas del pasado y evaluado también
su falta de diversificación. Ahora ya es demasiado tarde, la carencia de prudencia,
ha devenido en probabilidad de
“bancarrota” - para los prestatarios y prestamistas - salvo que a los últimos los “rescatarán”,
seguramente para que vuelvan hacer lo mismo, cuando haya transcurrido
suficiente tiempo, para propiciar el olvido social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario