sábado, 9 de noviembre de 2013

Carrera política



Dice Antonio Muñoz Molina en su libro “Todo lo que era Sólido”: “Durante mucho tiempo pareció que no importaba nada y ahora importa todo, y todo lo que hicimos y lo que dejamos de hacer y lo que hicimos mal ahora nos pasa una factura exorbitante. Pareció que no importaba ser mediocre o ignorante o venal para hacer carrera política, y ahora necesitamos desesperadamente dirigentes políticos que estén a la altura de las circunstancias y que sean capaces de tomar decisiones y llegar a acuerdos, nos encontramos gobernados por toscos segundones que no sirven más que para la menuda intriga partidista gracias a la cual ascendieron, todos ellos, mucho más arriba de lo que se correspondía con sus capacidades”

Contraste curioso de una realidad de la que no estamos exentos ninguno, porque aunque no hayamos sido partícipes en la gestión, hemos ejercido con claro desacierto o peor aún, con inefable “pasotismo”, el ejercicio de nuestra obligación electoral. Confiando más en las siglas, que en las personas. No es la ideología quien gestiona, son las personas que están en la papeleta del voto, amparados por esa ideología.

Sabemos poco o casi nada de quienes están incluidos en la lista electoral, tan es así que seríamos casi incapaces de nombrar a más de dos o tres de los que estaban en ella.  Confiamos en los “aparatos” de los partidos, que son quienes los han colocado como candidatos y han determinado el orden. Nos preocupamos poco o nada de quienes son los que dispondrán del presupuesto, para hacer y deshacer según su criterio, que a tenor de los acontecimientos, no parece que sea muy acertado.

Parece que prosperar en política, requiere unas altas dosis de “seguidismo” y una inefable voluntad de defender una razón imaginada, que no real. El militante debe asumir los argumentos del “aparato”, tal como se los transmiten y debe de estar exento de cualquier crítica o comentario reprobatorio; aunque su pensamiento esté muy lejano de la opinión “oficial”. Esta circunstancia se acrecienta en la medida que uno escala posiciones dentro del entramado de cualquier partido, es sorprendente, como quienes no tienen una estructura democrática en su organización, hablan de democracia con la “boca llena” y acusan a todo adversario de posiciones totalitarias.

La actitud conformista del pasado, nos ha traído esta “agria” realidad, nos parecía que vivíamos en el país de “jauja” y que los “perros se ataban con longanizas”, dada la abundancia en la que aparentemente nos desenvolvíamos. Nos hicieron creer en un mundo feliz y nos dejamos arrastrar por esa suave  corriente receptora, que se deja llevar, mucho más por indolencia que por convencimiento de que  la realidad se ajuste al modelo que nos “venden”. No fuimos engañados, más bien, nos dejamos engañar por conveniencia. Preferimos entornar los ojos a abrirlos. Elegimos no razonar y pusimos el énfasis de nuestras vidas en lo superfluo; nos dejamos absorber por la espiral de los signos externos y al final logramos confundir nuestra propia realidad, asumiendo como verdadera una imagen virtual. Nos hemos ganado a pulso una parte de la “sanción” que soportamos en la actualidad.

Como muy bien dice Muñoz Molina: “Vivimos en este mundo, no en otro. Lo que tenemos es mucho más singular y frágil de lo que creíamos…No hay sitio ya para la autoindulgencia, la conformidad, el halago”.

Ojala tengamos memoria… 

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