Dice Antonio Muñoz Molina en su
libro “Todo lo que era Sólido”: “Durante
mucho tiempo pareció que no importaba nada y ahora importa todo, y todo lo que hicimos
y lo que dejamos de hacer y lo que hicimos mal ahora nos pasa una factura
exorbitante. Pareció que no importaba ser mediocre o ignorante o venal para
hacer carrera política, y ahora necesitamos desesperadamente dirigentes
políticos que estén a la altura de las circunstancias y que sean capaces de
tomar decisiones y llegar a acuerdos, nos encontramos gobernados por toscos
segundones que no sirven más que para la menuda intriga partidista gracias a la
cual ascendieron, todos ellos, mucho más arriba de lo que se correspondía con
sus capacidades”
Contraste curioso de una realidad
de la que no estamos exentos ninguno, porque aunque no hayamos sido partícipes
en la gestión, hemos ejercido con claro desacierto o peor aún, con inefable
“pasotismo”, el ejercicio de nuestra obligación electoral. Confiando más en las
siglas, que en las personas. No es la ideología quien gestiona, son las
personas que están en la papeleta del voto, amparados por esa ideología.
Sabemos poco o casi nada de
quienes están incluidos en la lista electoral, tan es así que seríamos casi
incapaces de nombrar a más de dos o tres de los que estaban en ella. Confiamos en los “aparatos” de los partidos,
que son quienes los han colocado como candidatos y han determinado el orden.
Nos preocupamos poco o nada de quienes son los que dispondrán del presupuesto,
para hacer y deshacer según su criterio, que a tenor de los acontecimientos, no
parece que sea muy acertado.
Parece que prosperar en política,
requiere unas altas dosis de “seguidismo” y una inefable voluntad de defender
una razón imaginada, que no real. El militante debe asumir los argumentos del
“aparato”, tal como se los transmiten y debe de estar exento de cualquier crítica
o comentario reprobatorio; aunque su pensamiento esté muy lejano de la opinión
“oficial”. Esta circunstancia se acrecienta en la medida que uno escala
posiciones dentro del entramado de cualquier partido, es sorprendente, como
quienes no tienen una estructura democrática en su organización, hablan de
democracia con la “boca llena” y acusan a todo adversario de posiciones
totalitarias.
La actitud conformista del
pasado, nos ha traído esta “agria” realidad, nos parecía que vivíamos en el
país de “jauja” y que los “perros se ataban con longanizas”, dada la abundancia
en la que aparentemente nos desenvolvíamos. Nos hicieron creer en un mundo
feliz y nos dejamos arrastrar por esa suave
corriente receptora, que se deja llevar, mucho más por indolencia que
por convencimiento de que la realidad se
ajuste al modelo que nos “venden”. No fuimos engañados, más bien, nos dejamos
engañar por conveniencia. Preferimos entornar los ojos a abrirlos. Elegimos no
razonar y pusimos el énfasis de nuestras vidas en lo superfluo; nos dejamos
absorber por la espiral de los signos externos y al final logramos confundir
nuestra propia realidad, asumiendo como verdadera una imagen virtual. Nos hemos
ganado a pulso una parte de la “sanción” que soportamos en la actualidad.
Como muy bien dice Muñoz Molina: “Vivimos en este mundo, no en otro. Lo que
tenemos es mucho más singular y frágil de lo que creíamos…No hay sitio ya para
la autoindulgencia, la conformidad, el halago”.
Ojala tengamos memoria…
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