Dice Fernando Savater en su libro
“Ética de urgencia”: “Durante buena parte
del día vivimos como si nos hubieran dado cuerda: nos levantamos, hacemos cosas
porque se las hemos visto hacer a los demás, porque nos lo enseñaron así,
porque eso es lo que se espera de nosotros. No hay demasiados momentos
conscientes en nuestro día a día, pero de vez en cuando, algo ocurre e
interrumpe nuestra somnolencia, nos obliga a pensar: “Y ahora qué hago? ¿Le
digo que sí o le digo que no? ¿Voy o no voy?”. Estas preguntas señalan
distintas opciones éticas, nos exigen una preparación mental, nos interpelan
para que razonemos hasta alcanzar una respuesta deliberada. Tenemos que estar
preparados para ser protagonistas de nuestra vida y no comparsas”.
Comparsa en el teatro o en el
cine, es una persona que figura pero no habla; casi, casi son como un decorado.
Ser protagonista de nuestros actos implica: compromiso, responsabilidad y claridad de pensamiento; no
es nada fácil, el protagonismo genera, en si mismo, “exposición”. Sin duda es
mucho mejor el “seguidismo”, no hay responsabilidad, puede tener uno, en el
fondo, una excusa - porque no decidió nada - si la cuestión no fue de éxito y
sobre todo, esa posición propicia a la imitación, le facilita no pensar, solo tiene que hacer, su función solo
es acompañar.
No hay nada que no se consiga sin
arriesgar y no hablo solo de “dinero”, hablo de otros riesgos personales no
evaluables con moneda, sin duda mucho más onerosos. Tratar de alcanzar metas
pensadas y empeñarse en ello, no es tarea fácil, en un mundo donde a uno todo
se lo dan “enlatado” es decir ordenado y dispuesto para digerir – si uno tiene
buen estómago -, a veces ser nadie, pensando que se es algo, tiene una frontera
tan débil, que es muy complicado de apreciar a simple vista, en cual de las dos
tesituras nos encontramos.
Hemos acabado por estar tan
metidos en nuestro “papel” de actuar de
modo parecido a la mayoría, que ahora descubrimos, a poco que nos paremos
pensar, que no sabríamos que hacer si
tuviéramos, que “inventar” nuestra vida desde el primer minuto del día, somos
fieles repetidores de gestos y acciones, porque en el fondo la función de
“marioneta” la hemos interiorizado y nos resulta cómoda. Hacer sin preguntar,
pensar que si lo hacen todos es bueno y evadir nuestra conciencia crítica para
sentirnos cómodos o cuanto menos evadidos de la realidad cotidiana.
Nos quejamos, en muchas ocasiones,
de la monotonía reiterada de nuestra existencia, pero no dedicamos ni un solo
minuto a preguntarnos lo que escribe
Savater al principio. Nos resultaría muy desazonador tener respuestas. Nos
desmontaría nuestro día a día y ya sabemos que no tenemos capacidad para
organizar otro tipo de vida, porque han sido tantas las renuncias internas,
para llegar hasta el momento actual, que ni siquiera hemos conservado ese
pensamiento crítico e incómodo en ocasiones de quienes no quieren hacer sin pensar, ni actuar por imitación,
casi anulando nuestra propia voluntad.
Como dice Savater: “Los hombres venimos al mundo con un buen hardware, del que nos ha provisto la
naturaleza, pero no tenemos el programa establecido, tenemos que procurarnos un
software para orientar nuestras
acciones sociales, los proyectos creativos, nuestras aventuras intelectuales”.
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