Dice Fernando Savater en su libro
“Ética de URGENCIA”: “Una sociedad
funciona cuando se permite a cada individuo ser él mismo y desarrollar su
personalidad siempre que cumpla con aquello con lo que tenemos que cumplir
todos para que la sociedad no se colapse. Uno puede ser él mismo siempre que
asuma que hay una serie de deberes y responsabilidades que son para todos, nos
gusten más o nos gusten menos. Sobre esta base compartida por todos los
ciudadanos cada uno puede ir construyendo una personalidad particular”.
¿Personalidad
particular?...difícil cometido en los tiempos en los que vivimos. En donde la
originalidad es un síntoma claro de “rareza” para los demás. O el otro extremo,
donde queremos justificar todas las acciones, incluso, aquellas que son francamente
mejorables, por esa seudo-originalidad que acaba siendo un paraguas, donde cabe
todo. Ser original, si; tener criterio propio, si; saber discernir y clasificar
lo que sucede a nuestro alrededor, si; buscar incansablemente nuestra propia
identidad, si;… pero no objetar, para respaldar comportamientos inadecuados,
nuestra propia originalidad;
justificando con ello acciones egoístas, exentas de contenido racional.
En una sociedad como la actual,
en clara “decadencia”; donde se ha instalado con carácter cotidiano la
inseguridad; propiciada por una crisis económica, que ha trocado los valores
esenciales de la solidaridad, por otros de rasgos eminentemente
“materialistas”, para hacer recaer los sufrimientos del ajuste, en quienes ya
están cargados de “carencias”; se ha instalado un lenguaje vacío de contenido y
lleno de subterfugios, para tratar de justificar acciones y omisiones, que cada vez – con mayor insistencia - constatan la incompetencia a corto plazo de
quienes “mandan”, para mantener el bienestar social colectivo, conseguido a lo
largo de los años.
Descrito el escenario, la
personalidad particular se evidencia,
con cierta frecuencia, en puro y simple egoísmo. Los ciudadanos que han venido
trabajando toda su vida, gastando con prudencia y viviendo con justeza, miran
atónitos como esas “singularidades” cargadas de irresponsabilidad, de quienes
han venido detentando el poder político, han devenido en despilfarros, carentes
de todo sentido; salvo el contenido “faraónico” y la falta de sensibilidad administrativa, que
les ha hecho confundir los actos fastuosos y rimbombantes, con la satisfacción
de las necesidades ciudadanas. Cubran ustedes lo básico y en otrora tiempo de
holgura, ya vendrán los fastos y devaneos suntuosos, para que se sientan
satisfechos, aunque sean fatuos.
Déjennos ser “nosotros”, ya que
no molestamos a nadie y sigan a lo suyo, es decir, a rifirrafes vacíos de
contenido, descalificaciones, faltas de respeto y palabras confusas, unidas a
definiciones imprecisas. Sigan en lo suyo, hagan de la sinrazón su labor
cotidiana, pero - por favor - a quienes no queremos participar en esa carrera
hacia la “nada”; porque no la comprendemos, ni la necesitamos para ser
“mejores”; déjennos vivir a “nuestro aire”. Vayan todos los días a sentirse
henchidos con sus inútiles obras, como faraones del siglo XX y XXI y encántense
en la contemplación; pero por favor, déjennos a quienes no necesitamos todos
esos excesos; que desenvolvamos nuestra existencia en una vida racional,
cotidiana y solidaria, eso si, exenta de rimbombancia; porque nosotros, ¿saben?…,
queremos seguir siendo “sencillos y de pueblo”.
En la obra de teatro de Paul Valery, el personaje Fausto dice: "Dígame usted la mentira que considere más digna de ser verdad"... claramente era premonitorio de la actualidad cotididiana.
(*) La foto corresponde al Palacio de las Artes Reina Sofía. 37.000 m2 y una altura máxima de 70 metros. Cuatro salas, la principal con mas de 1700 plazas. Foso para coro, segundo más grande del mundo. 77.000 m3 de hormigón y 30 Tm de acero estructural.
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