Tener confianza en uno mismo es esencial para desarrollarse con equilibrio en la vida. Aunque también es necesario tenerla en los que nos rodean.
Nadie puede realizar un trabajo o estudio de forma eficiente, si no tiene en sí mismo y en sus acciones seguridad y confianza, pero con certeza la primera es fruto de la segunda. Es esencial, un sentimiento interno de capacidad suficiente para el desarrollo de los trabajos cotidianos, unido a un impulso dirigido a conseguir el objetivo.
Las acciones, que desarrollamos, suelen ser extremadamente dificultosas, si estamos asaltados de dudas o temores de incapacidad para su consecución. Nada hay, que "mine" tanto nuestro esfuerzo como la sensación - real o imaginada - de impotencia. La creencia indubitada de que somos capaces de conseguir algo, es el comienzo del camino. La duda es siempre el sendero, que lleva, en la mayoría de las ocasiones, al fracaso.
Aunque en ocasiones, los fracasos bien asimilados, son la antesala de la confianza futura, en uno mismo. Descubrir los errores cometidos y analizarlos, suele ser la llave para no volverlos a cometer. La posición contraria, es decir, la consideración del error como algo altamente reprobable y su ocultación, para evitar ponerse en evidencia ante los demás, hace que se incremente la inseguridad, al no haber descubierto e interiorizado la "vacuna" para el futuro.
Pero el complemento indispensable está con la confianza en los que nos rodean, con quienes debemos compartir la mayoría de nuestras acciones. En doble sentido, reserva de ayuda en el momento que lo necesitemos y evaluadores leales de nuestras acciones, condiciones indispensables para auxiliarnos en un análisis objetivo de las tareas realizadas.
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