domingo, 23 de agosto de 2020

Libertad

 



Dice Fernando Savater en su libro “Ética para Amador” (1991): “No le preguntes a nadie qué es lo que debes hacer con tu vida: pregúntatelo a ti mismo. Si deseas saber en qué puedes emplear mejor tu libertad, no la pierdas poniéndote ya desde el principio al servicio de otro o de otros.  Por buenos, sabios y respetables que sean: interroga sobre el uso de tu libertad... a la libertad misma... La aparente contradicción que encierra ese «haz lo que quieras» no es sino un reflejo del problema esencial de la libertad misma: a saber, que no somos libres de no ser libres, que no tenemos más remedio que serlo”. 

 

Buen reto, preguntarnos a nosotros, que debemos hacer con nuestras vidas. Con lo cómodo que nos resulta imitar o seguir lo que dicen otros, bien sea por costumbre o pereza para hacer un análisis en profundidad y concluir si merecen esa fidelidad. El seguidismo se ha impuesto en nuestra sociedad y es el impulso que más motiva nuestras relaciones y/o acciones. Sucede con frecuencia, que a poco que profundicemos en el análisis de nuestros referentes, ellos no siguen un comportamiento social acorde con lo que promueven. Solo son pura apariencia, con toda la intención de confundirnos.


Hacemos dejación de nuestras posibilidades reales, cuando de modo firme, asumimos los postulados que nos plantean otros y los aplicamos para definir las pautas de nuestro comportamiento cotidiano. Es una táctica fácil, porque nos libera de la responsabilidad de decidir. Con esa arraigada costumbre y el transcurso del tiempo,  dejamos de ser nosotros mismos, para convertirnos en una simple copia, algo que en el fondo es una impostura.


“Hacer lo que quieras”, nos pone en una tesitura complicada; debemos fijar nuestro “rumbo”, pero cuando lo hacemos, no podemos responsabilizar a nadie de los planteamientos equivocados. Somos nosotros quienes deberemos asumir todas las consecuencias y eso nos produce “vértigo”. Cuando son otros los inductores, dejamos siempre a salvo nuestro propio “yo” y si se producen errores de planteamiento o ejecución, descargamos sobre ellos, sintiendo una seudo-liberación espuria, pues en el fondo lo que pretendemos es quedar "ficticiamente" incólumes. Queremos aplicar el inútil esconder la cabeza bajo el ala (táctica de avestruz).


Como dice Savater:"Actuamos solidariamente o complacientemente con los demás, pero  no fundidos con los demás, confundidos y perdidos en ellos, soldados de ellos...". Pensemos que, cuando alguien - organizaciones o personas - tratan de influir en nuestras pautas de comportamiento, es en su propio beneficio o en el de sus organizaciones, no en el nuestro; aunque en sus discursos digan lo contrario. Seamos al menos internamente libres, según nuestro criterio.


2 comentarios:

impersonem dijo...

Yo este asunto lo tengo resuelto desde muy pequeño... venía de serie... evidentemente, a lo largo de mi recorrido vital se ha ido acrecentando... siempre he llevado muy mal lo de ser "hombre loro" y "hombre mono"... no me considero ni mejor ni peor que nadie, tan sólo me considero diferente... incluso algunos, con muy buena fe, me dicen que soy raro... a lo que yo les contesto, con no menos buena fe, que para mí dicho calificativo en todo un halago...

Abrazo.

seriecito dijo...

IMPERSONEM:

Estoy de acuerdo contigo, ser raro no es peyorativo.
Gracias por tu comentario.
Salu2:

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