Dice Eduardo Punset en su libro
“La España impertinente”: “Los políticos
tendrán que reflexionar tarde o temprano ante la creciente paradoja de unos
avances científicos y tecnológicos que alteran drásticamente la manera de
nacer, vivir y morir de los españoles, y el atraso de la ciencia política para
organizar armoniosamente la convivencia social. En el mejor de los casos, esa
convivencia se regula mediante esquemas liberales diseñados en el siglo XVIII
y, en el peor de los casos – que son la mayoría -, en virtud de dogma
predemocráticos que suponen un atropello intolerable de la libertad y de la
dignidad humana.
Se
agiganta cada día la desproporción entre los adelantos espectaculares
proporcionados por la comunidad científica y la parálisis de que hacen gala los
detentadores del poder político. La opinión pública, lógicamente, se percata de
esta diferencia inexplicable y empieza ya a sugerir a los políticos que se
familiaricen con los métodos científicos
y que expliquen, si los motivos profundos de su tremendo fracaso como
gerentes de ofertas de servicios mínimos en los campos de sanidad pública,
regímenes de pensiones, transportes colectivo, redes de comunicación,
administración de justicia y de una enseñanza sincronizada con las exigencias
del futuro en lugar de las hipotecas del pasado.”
Para “organizar armoniosamente la convivencia social”, hace falta vivir
en armonía personalmente y no principalmente preocupado en la controversia
permanente, que no resuelve nada y que tan mal ambiente crea. Para convivir,
hace falta voluntad y empeño, por acoplarse con los que nos rodean, asumiendo
sus imperfecciones y con mente abierta, reconociendo las nuestras. Esperar que
los políticos hagan un esfuerzo en la relación y la concordia es un pensamiento
ilusorio y lleno de candidez, a ellos lo que les preocupa son las posturas
enconadas y tirantes, porque han
aprendido, que de este modo, distraen la atención del ciudadano a lo accesorio
– las formas – y no le permiten centrarse críticamente en el fondo de las
cuestiones.
No, en España el Parlamento
nacional o el de las comunidades,
como en las diputaciones o los Ayuntamientos, se nutren de una
algarabía excluyente, provocada por quienes no tienen la palabra; en donde lo
que cuenta es acallar de voz de quien la tiene y proferir frases agresivas y
desconcertantes, como si de un circo romano se tratase; sin que lamentablemente
ningún partido haga un esfuerzo serio por corregir esta situación tan bochornosa
y que tan mala impresión produce a los ciudadanos cuando se retransmiten
imágenes tan poco edificantes, como algunas de las que hemos sido testigos, en
un pasado no todavía demasiado lejano.
Lamentablemente nuestros
representantes su “tajo” no lo tienen en la resolución de esos servicios
mínimos que enumera Punset; su cometido principal es impropio, porque se nutre
de una serie de acciones y/o omisiones, tendente a consolidar – con razón o sin
ella – las directrices del partido político al que pertenecen. Su cometido
secundario, está mayoritariamente conformado en el ataque permanente a todo lo
que dicen o hacen los opositores, aunque ellos hagan lo mismo en gobiernos
autonómicos o en el de la nación (en modo pretérito).
Con este planteamiento recurrente
solo en tercer lugar aplicarán sus esfuerzos a cuestiones que verdaderamente
sean útiles para los ciudadanos. Poco tiempo y por tanto resultados exiguos. Debemos
tener en cuenta además, que el gobierno entrante dedicará su actividad
preferente a desmantelar todo aquello conformado por el gobierno predecesor –
si es de otro partido político – como si con ello identificase de nuevo su
territorio y lo marcase. Parece ser, que no hay nada que satisfaga tanto, como
“poner cuchara” en guisos anteriores, pero no para “probar y sazonarlos”, sino
con clara intención de desmantelarlos.
Con estas premisas poco se
consigue y a la vista está el resultado. Los temas principales de bienestar
social, deberían de dejar de ser simplemente temas de agenda de los políticos, tomando el rango de cuestiones de Estado y no
del Estado.
N.B.- Punset publico este libro
en 1.986.
2 comentarios:
Aparte de la mala educación, que también les afecta, y de su dudosa catadura moral, el problema de quienes se dedican a la política es su falta de preparación para un trabajo tan complicado y de tanta responsabilidad como es gestionar un país. Es como si a mí me dan un bisturí y me dicen que haga una operación de, yo qué sé, apendicitis, sin tener ni idea. Sería indispensable que los futuros políticos no salieran del partido, sino de la facultad, como se exige para otros puestos de trabajo. Ah, y con prácticas previas, claro.
Un saludo.
Mercedes:
Gestionar un país como si fuera de ellos, sin darse cuenta que solo tienen un encargo delegado y temporal; pensando avalado por la historia reciente, que hagan lo que hagan, nadie les hará responder por sus desmanes.
Gracias por tu visita y comentario.
Salu2:
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